Antonio Zapata: Oposición debe dejar de ser tan extremista

zapataENTREVISTA. HISTORIADOR ANTONIO ZAPATA VELASCO EVALÚA MOMENTO POLÍTICO

Tiene que ser más cauta y susceptible de llegar a acuerdos, afirma

Sectores conservadores se muestran más radicales que el empresariado

La derecha política, y en especial el fujimorismo, pretende sacar réditos ejerciendo una oposición «extremista, ciega y falta de perspectiva» frente al Gobierno, señala en esta entrevista el historiador Antonio Zapata. Una forma de enfrentar esto es que el Ejecutivo plantee ya iniciativas legislativas ante el Parlamento, para definir una agenda.
Parece que este gobierno no está teniendo una «luna de miel»…
–Mal que bien, sí hay una cierta «luna de miel». No hay movimientos sociales en la calle ni protestas populares en estos momentos. Hay calma social, mientras ocurre lo contrario en Chile, España, Grecia, el mundo árabe e Inglaterra. En medio de un mundo turbulento, aquí donde siempre hay problemas, estamos tranquilos, pero podría haber movimientos pronto. Si se enciende la calle es cuando termina la «luna de miel».
¿La tendencia histórica en nuestro país es la de darle una tregua al gobierno entrante o de mantener una posición antagónica, como parece ocurrir hoy?
–Eso ha dependido de la naturaleza que tenga el gobierno de turno. El ejemplo clásico es el del gobierno anterior, que tiene un partido organizado, que monta una alianza para la segunda vuelta y gana, mientras que en el caso actual, es un partido mucho más débil, con menos enraizamiento y tradiciones, y por lo tanto su coalición está menos estructurada en torno a un eje central. En ese sentido, más se parece a Alejandro Toledo, que tuvo muy rápidamente a mucha gente en contra, antes que al PAP.
¿Cómo puede revertirse esto?
–Alan García y Toledo, al asumir el gobierno, dejaron durante su discurso en el Congreso proyectos de ley, y obligaron a que el Parlamento empiece su trabajo discutiéndolos. Ollanta Humala no lo ha hecho, y como consecuencia no ha definido la agenda. Recién dejarán proyectos cuando se presente Salomón Lerner, un mes después. En ese lapso, la iniciativa política del gobierno no queda muy clara y la oposición se arma en su contra.
¿Los sectores de la derecha están asumiendo una posición opositora?
–Los grupos empresariales, como la Sociedad Nacional de Minería o la Confiep, están bastante contentos. He hablado con gente del gremio minero y están confiados en llegar a un acuerdo con el MEF. En todo caso, no están tan descontentos como ciertos sectores políticos derechistas como el fujimorismo. En su caso, el tema de la prisión de su líder y la falta de perspectivas para que este salga, los hace ser muy anti. Tienen el propósito de forzar una negociación para lograr su liberación. Otros sectores, como el PPC, les han hecho algo de seguidilla; pero se reacomodarán porque no tienen muchas opciones.

El rol de los medios
¿Las resistencias provienen más del sector político que del empresarial?
–Sí, pero también están los medios. El comportamiento de los medios no responde al criterio exclusivo de los periodistas, sino de los grupos empresariales a los que pertenecen.
¿Estos están tratando de imponer temas de acuerdo con sus intereses?
–Eso es obvio. Está el caso del grupo El Comercio, que tiene un paquete grande de medios. A eso hay que sumar el caso de quienes son fujimoristas, incluyendo a Expreso y Correo. Eso se suma a que el Ejecutivo no ha dejado proyectos. Toledo y García arrancaron obligando al Parlamento a discutir su agenda. Este gobierno no.
¿Todo eso explica los cuestionamientos a determinadas medidas y nombramientos?
–Que eso cese dependerá de que el Gobierno funcione. En los primeros días se puede satisfacer a muchos nombrando a algunos viceministros progresistas y a otros tecnócratas. Pero para que eso empiece a marchar, la precondición es que se demuestre que esa mezcla es eficiente y eficaz. Si funciona, la oposición tendrá que dejar de ser tan extremista, ciega y falta de perspectiva, y tendría que girar hacia una posición más prudente y susceptible de llegar a acuerdos para, sobre esa base, aspirar a un gobierno más unitario. Pero si la coalición no tuviera la calidad suficiente, habrá dificultades.
¿Hemos tenido casos en ese sentido?
–El ejemplo clásico es el de José Bustamante y Rivero, al final de la Segunda Guerra Mundial, con una crisis internacional seria. Ese gobierno de coalición se deshizo en medio de pleitos entre sus integrantes; en este caso el PAP y fuerzas socialcristianas. Otro ejemplo es el del gobierno de Alberto Fujimori, que en 1990 era muy diferente al de abril de 1992, con ministros socialdemócratas. Si las coaliciones de este tipo no caminan, finalmente los gobiernos se definen por una de las opciones del paquete.
Pero para que cualquier coalición camine, se le tiene que dejar un espacio en el camino. Parecería que los obstáculos están apareciendo desde el comienzo.
Es que en política no existe el vacío; todo espacio se llena, especialmente los espacios de poder. Si el Ejecutivo no define la agenda parlamentaria, no está definiendo el sentido de las leyes que se tienen que priorizar durante el año, y queda espacio para que la oposición se le venga encima. Pero si la coalición marcha bien, significará que se ha tomado la sartén por el mango y que se dice claramente por dónde es que hay que ir.
En el Ejecutivo ¿quién tiene que asumir ese papel?
–Tiene que haber una buena gerencia general. Entonces, las responsabilidades son de Lerner. Por ejemplo, me parece bien su comunicado a los ministros. Las condiciones son así: el Presidente, por intermedio del titular del Consejo de Ministros, es quien da los lineamientos para cada ministro. De este tipo de iniciativas dependerá cómo irán las cosas, sobre todo porque es evidente que se viene una crisis mundial.

Grupos de poder de base agraria
¿Cuál ha sido el comportamiento histórico de los sectores de derecha frente a gobiernos con los que no tienen total compatibilidad de intereses?
–Siempre buscan su oportunidad. Mientras el gobierno es fuerte, se repliegan para hacer resistencia pasiva. Con Juan Velasco al comienzo se hicieron «los muertitos» y permitieron el sacrificio de ciertos sectores. Apenas Francisco Morales Bermúdez habló de cambiar un poco las cosas, entraron en ofensiva para recuperar posiciones, lo que logran al regresar Fernando Belaunde. Es un comportamiento recurrente.
¿Todavía podemos hablar de una oligarquía fuerte en nuestro país?
–Ese término evoca a grupos de poder de base agraria. Acá hay una burguesía moderna propia de un país más capitalista que el de hace 50 años. Tenemos un sector dominante con algunos rasgos de la vieja oligarquía en el sentido de que es una élite cerrada, con muchos lazos entre sí y que tiene una gran concentración de la riqueza; pero que, a diferencia de esta, no tiene a la posesión de la tierra como poder dominante.

«Cautela sagaz» en la Cancillería
¿Estamos en una época en la que América Latina está virando hacia la izquierda?
–No hay una tendencia hacia la izquierda porque uno de los puntales era Chile, que acabó a la derecha. Veremos qué pasa en Argentina, donde un derechista como Mauricio Macri ganó las elecciones en Buenos Aires. El presidente de Panamá es de derecha. La derecha sigue en México y le va bien en Colombia. Por otro lado, Uruguay y Brasil ratificaron a la izquierda. Hay tendencias balanceadas. Por eso me parece sagaz la cautela del canciller de definirse por instituciones y no por bloques ideológicos.
¿Es factible concretar esa intención sin alinearse con alguna tendencia?
–Rafael Roncagliolo ha dicho que no estaremos ni en el Arco del Pacífico ni en el Alba, sino que buscaremos una política orientada hacia lo institucional, a través de Unasur o la CAN. Hablamos de una política no definida por polos ideológicos, sino por marcos institucionales en los cuales desarrollaremos los intereses nacionales. El vaivén de la orientación política de los gobiernos no conviene volverlo bloque internacional, porque los países tienen intereses propios y estos nunca son ideológicos, sino nacionales.
Fuente: Diario El Peruano