Ricardo Cuenca, investigador principal del IEP, fue consultado por la Radio Francia Internacional (RFI) acerca del problema de la deserción estudiantil que ha sufrido nuestro país a causa de la pandemia por Covid-19 ► https://bit.ly/3mZBuyS
Por: Angélica Pérez
Perú es uno de los países más afectados por la pandemia de la Covid-19 con 772.000 contagios y 31.000 muertos. Y una de las consecuencias más graves de esta epidemia es la deserción estudiantil este año ante la necesidad de ir a trabajar o las dificultades de acceso a Internet. En el país andino hay más de dos millones de escolares y 800.000 universitarios.
Para el psicólogo social y experto en educación Ricardo Cuenca Pareja, la deserción estudiantil es un problema que arrastraba antes de la pandemia. En entrevista con Radio Francia Internacional, el director del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) e investigador en educación, justicia social y políticas públicas, explicó que el problema no es la cantidad de deserciones sino dónde están ubicados los 300.000 estudiantes que desertaron de las aulas.
“Si uno mira las tasas de deserción de primaria y secundaria de los años 2018 y 2019 las cifras no distan mucho de las tasas del 2020. Pero, por ejemplo seis de cada diez estudiantes no terminaban la secundaria antes de la pandemia. La pregunta es dónde están ubicados esos 300 mil estudiantes que desertaron: en las zonas más deprimidas, aquellas que históricamente han estado en situación de mayor vulnerabilidad”.
Ajuste de tuercas
Con el país en cuarentena, se empezó en abril la enseñanza a distancia en colegios públicos, privados y universidades. Ese mismo mes se lanzó el programa «Aprendo en casa» para impartir clases a través de la televisión, radio e internet. Además, el Ministerio de Educación repartió 719.000 tabletas con acceso a internet a alumnos rurales y 124.000 a estudiantes urbanos para las clases virtuales.
“El gobierno tuvo una reacción rápida y acertada en un primer momento al decidir montar una plataforma y tratar de llevar la educación no solo por los medios virtuales sino por la radio y la televisión para acceder al mayor numero de los estudiantes” afirma Cuenca.
No obstante, el investigador alerta sobre la urgencia de que “se hagan mayores ajustes ante una situación de emergencia que está dejando de serlo para ser más estable. Aun cuando las clases presenciales están programadas para lo que queda del año, hay que darle un buen ajuste de tuercas a la estrategia del Ministerio de Educación”.
Cuenca reconoce que el Ministerio anunció que empezará a implementar medidas para recuperar a los jóvenes y niños que se quedaron por fuera de las clases. “Pero eso debería venir acompañado de una profunda reflexión sobre cómo hacemos para enseñar lo que debemos enseñar en una contexto excepcional y no solo creer que la solución es la cantidad de conectividad que, por supuesto, es necesaria pero que no estará lista a corto plazo” precisa el investigador.
De las aulas al campo o las minas
Pese a los intentos del gobierno peruano por apuntalar la educación, la cruda realidad obro en favor de la deserción: la alta informalidad laboral (70%) indujo a miles de peruanos, incluidos jóvenes y niños, a desafiar el confinamiento para ganarse la vida.
Además, la pobreza en que vive una quinta parte de la población privó a millares de alumnos del acceso a computadores e internet para acceder a la enseñanza virtual.
No hay que olvidar que la propia geografía peruana conspira contra la posibilidad de que miles de menores de provincia reciban enseñanza a distancia.
En la Amazonía peruana, «el porcentaje de estudiantes que no llegan a ser contactos puede llegar hasta el 30%», dijo Cecilia Ramírez, directora de Educación Básica del Ministerio. Y en la zona del lago Titicaca (Puno), fronteriza con Bolivia, donde la gente vive en cerros que se elevaban a más 4000 metros de altura, captar las clases por celulares es prácticamente imposible, allí “más de 20.000 escolares han dejado de participar en las clases virtuales», indicó el director regional de Educación, Mario Benavente.
La crisis económica que se generó con la gestión de la pandemia obligó en Perú a que muchos padres de familia se trasladaran al campo y fuesen a trabajar en las minas. Junto a ellos se fueron sus hijos siguiendo el mismo destino para sobrevivir.
La terrible triada de la desigualdad
El sindicato de maestros SUTEP pronostica una deserción escolar para este año de más de un millón de estudiantes, muy por encima de los 300 mil que arrojan las cifras oficiales.
Lo cierto es que, asegura Cuenca, los alumnos más afectados por la deserción que trajo la pandemia son aquellos que pertenecen a la “terrible triada de la desigualdad den Perú y en América Latina”: los estudiantes de las áreas rurales, pobres e indígenas. “Y si a eso le sumamos la condición de mujeres, probablemente ellas van a estar mucho más a la cola de la desigualdad. Históricamente en Perú la brecha entre mujeres indígenas y no indígenas es mucho más grande que la brecha entre hombres y mujeres”.