Rolando Rojas, investigador principal del IEP, fue consultado por el diario La República acerca del debate en torno al concepto de mestizaje y la coexistencia de culturas y procedencias étnicas en nuestro país ► https://bit.ly/3ibNhXF
Por: Juana Gallegos
Cuando Marissa Bazán se mira en el espejo, sus pómulos sobresalientes y su pelo oscuro le recuerdan su ascendencia andina, a los rasgos de la familia de su madre, procedente de Cajamarca. Cuando explora el color de su piel, se le viene a la cabeza su abuelo paterno, moyobambino de nacimiento, que tenía antepasados españoles. Sus ojos grandes y su nariz chata le hablan de una herencia afro a la que le perdió la pista. En ese complejo mapa de rasgos físicos, la joven historiadora explora su identidad étnica. ¿Quién soy?, se interroga
En el censo de 2017 del INEI, a la pregunta: ‘Por tus costumbres y tus antepasados, ¿cómo te sientes o consideras?’, Marissa respondió que se sentía mestiza pues además de ver en su rostro las huellas de varios linajes, también se reconocía como el resultado de la mezcla de varias culturas. Era la hija de migrantes provincianos con título universitario que se movía muy bien entre las yunzas de sus vecinos ayacuchanos y las fiestas de la clase media. “No me siento mestiza por mi color de piel, sino por la diversidad de rasgos y culturas que hay en mí”, dice.
El 60.2% de los peruanos también se identificó como mestizo en el sondeo y el dato fue tildado como el triunfo del ‘Perú de todas las sangres’ porque, finalmente, este país tan complejo por su diversidad de colores de piel, lenguas y costumbres -aquí coexisten 55 pueblos indígenas y se hablan 48 lenguas originarias- se unificaba en una etnia mayoritaria. Sin embargo, parece que el concepto mestizaje no es tan inofensivo como pensamos.
El periodista Marco Avilés viene reflexionando sobre las trampas que hay detrás de esta etiqueta ‘racial’ desde hace algunos años. Especialmente desde que empezó a ahondar en su origen andino: “El mestizaje es una invitación a dejar de ser indígena, es como meter la diversidad étnica en una licuadora y convertirla en una masa uniforme de personas que hablan español y que asume lo blanco como superior”, dice el autor de De dónde venimos los cholos. Avilés explica que en sociedades racistas como la peruana el mestizaje funciona como un mecanismo que usa la gente para ‘blanquearse’ y camuflar sus orígenes indígenas.
Imagina una escalera de ascenso social donde los quechuas, los aimaras, los amazónicos, los afrodescendientes y toda la diversidad indígena del país estaría en el último escalón, y lo blanco en la cúspide, como sinónimo de lo ideal: “Lo mestizo sería ese peldaño importante que tenemos que pisar para ‘mejorar la raza’–señala– aunque ya sabemos que las razas no existen, los humanos somos biológicamente iguales, lo que existe es el racismo”.
El historiador Rolando Rojas del Instituto de Estudios Peruanos considera que autodefinirse como mestizo le sirve al indígena como una coraza para protegerse de las ofensas racistas: “Será la forma que encuentran los provincianos para eludir la discriminación cotidiana de grupos criollos y urbanos”.
Rojas recuerda que el concepto de la ‘identidad mestiza’ fue usado en el siglo XX por políticos y pensadores como Luis Alberto Sánchez y Víctor Andrés Belaúnde, como una fórmula para unificar y conciliar las varias culturas y procedencias étnicas que coexisten en el país y reconocer a todos por igual. “Sin embargo, el plan no ha prosperado porque aún nos relacionamos con discriminación y racismo. Nos miramos unos a otros como inferiores y superiores, nos jerarquizamos, nos seguimos choleando”.
Buscar en la raíz
Reflexionar sobre quiénes somos los peruanos es un asunto complejo. El periodista Joseph Zárate empezó a cuestionarse su identidad mestiza cuando se acercó más a la memoria de Lilí Tuanama, su abuela materna, natural de Vistozo, una desaparecida comunidad de la Amazonía: “A pesar de que soy una persona de ciudad, siento que de alguna manera vengo de ahí, pero tampoco puedo decir que soy un nativo, no me siento con el derecho, creo que soy un ‘cholo-afro-amazónico’”. Esa categoría no la encontró en la pregunta sobre autoidentificación étnica del Censo del 2017. El encuestador lo reconoció como mestizo a secas.
Marco Avilés, por su parte, tras reencontrarse con los orígenes de su padre apurimeño y su madre cuzqueña, se considera quechua. Cuando su familia migró a Lima en los ochenta, dejaron de hablar el idioma de los incas porque era visto como símbolo de atraso, hoy lleva clases para conectarse con los saberes de sus antepasados: “Lo indígena no murió con nuestros abuelos, está vivo en nosotros. Imagina que eres un árbol, no puedes decir tengo raíces de roble, pero ahora soy una ponciana”.
Rolando Rojas confiesa que reconocer sus raíces andinas no fue fácil. “Cuando te discriminan uno no quiere ser esa persona, trata de negar sus orígenes hasta que poco a poco se va empoderando”, dice el investigador de padre nacido en la comunidad indígena San Pedro de Casta de Huarochirí y de madre de La Convención, Cuzco.
Los entrevistados coinciden en que la clave para conciliar este país donde nos percibimos racistas y nos sentimos discriminados por nuestro color de piel -así lo confirmó una encuesta nacional realizada el 2018 por el Ministerio de Cultura (Mincul) e Ipsos Perú- es aprender a convivir con todas las culturas y no invitarlas a la desaparición.
Desde el Estado, el Mincul ha presentado al Congreso un proyecto de Ley de Promoción de la Diversidad Cultural. Avilés insiste en que la verdadera igualdad se expresará cuando los indígenas y todas las etnias dejen de ser vistos por los poderosos solo como ‘los que cantan, bailan, pintan y cocinan’ y comiencen a verlos como ciudadanos con derecho a reclamo cuando se sientan vulnerados y no como ‘perros del hortelano’.
Marissa Bazán defiende su reconocimiento como mestiza entendida como la mixtura de muchas culturas: “Debemos superar la visión colonial de mestizaje como la unión entre lo hispano y lo indígena. En mi caso, ser mestiza no es aspirar a ser más blanca y menos indígena, no renuncio a mis rasgos ni mucho menos a mi diversidad”.
Desde la Dirección de la Diversidad Cultural y Eliminación de la Discriminación Racial del Mincul y en tono conciliador, Gustavo Oré señala que “no existe evidencia para afirmar que, al identificarse como mestizas, las personas renieguen de su ancestralidad, existen familias en las que algunos de sus miembros se han identificado como afroperuanos o indígenas y otros como mestizos”.
Lo interesante de este debate en torno al mestizaje es que se está repensando el concepto y los peruanos nos estamos mirando al espejo para preguntarnos quiénes realmente somos y de qué raíz venimos.