Ricardo Cuenca, investigador principal del IEP, fue consultado por el diario La República acerca de los cambios necesarios en el comportamiento social, posterior a la finalización de la cuarentena en el Perú ► https://bit.ly/2LnKV9s
Por: Alexandra Ampuero
La semana pasada el ministro italiano Roberto Speranza confesó que “habrá que convivir con el coronavirus”. A esta declaración se añade la formulada por el epidemiólogo sueco Johan Giesecke: “el confinamiento es insostenible porque al final todos se contagiarán”. Todo indica que tendremos que aprender a convivir con el coronavirus. Los últimos hechos han demostrado que ni económicamente ni psicológicamente podremos aguantar más tiempo aislados en nuestras casas.
¿Cómo adecuarnos este panorama? La revista National Geographic menciona que la humanidad, desde siempre, convive con enfermedades infecciosas que afectan a un número elevado de personas: “nuestra especie ha estado volcada desde sus albores a convivir con la calamidad, pero también a superarla”.
Existen razones para el optimismo. Hoy contamos con un alto despliegue tecnológico y en avances científicos que resultan, por ejemplo, en unas 90 vacunas que están siendo testeadas alrededor del mundo para enfrentar al Covid-19.
La distancia física
Mientras se encuentre esa fórmula conviene adoptar medidas sociales y graduales. El doctor Ricardo Cuenca, investigador principal del Instituto de Estudios Peruano (IEP) y especialista en psicología social, comenta que se debe redefinir la idea de presencialidad. Para él, la “nueva normalidad” residirá en “aprender a interactuar con cierta distancia física”.
Cuenta que la sociedad peruana ha sido socializada en la presencia física, el contacto físico, el espacio físico. “Antes todo estaba contenido en lo físico”, dice, “pero eso es un aprendizaje… hay otras sociedades que tienen mucho menos contacto físico que nosotros”.
En esa línea, sugiere “reflexionar en el cambio de imaginarios, como el ocio”. “El ocio hay que empezar a redefinirlo porque definitivamente no va a ser lo mismo, estamos convencidos de que requiere de presencia físico porque, de lo contrario, no existe”. Apunta que estas “nuevas formas de convivencia no pueden estar mediadas solo por presencia física, aún cuando se añore; hay otras formas no presenciales que no tienen porqué limitar la calidad de nuestras relaciones sociales”.
Explica que para los científicos sociales, la realidad es una construcción social, “entonces hay que reconstruir nuestra idea de la realidad social” en línea con las medidas de distanciamiento social. “Los espacios públicos van a tener que ser vividos de manera distinta”, manifiesta.
Evitar, cambiar y mejorar
La especialista en urbanismo y movilidad, Mariana Alegre, comentó respecto al manejo en espacios públicos que, para cumplir el distanciamiento social, se podría aplicar la estrategia llamada “Avoid, Change and Improve” (Evitar, cambiar, mejorar, en español), normalmente aplicada al transporte.
Alegre explica que al “evitar” viajes se disminuirá la exposición de la gente al contagio. Si bien “el viaje más sostenible es el viaje que no se hace”, acepta que esa opción no será posible para todos: “como el viaje no se puede evitar a un 100%, entonces se tienen que reducir la cantidad de viajes por persona”.
Luego se encuentra la opción de “cambiar” la forma de viaje. Es decir, cambiar de un medio contaminante, como los buses de transporte público, a un medio donde exista menos riesgo de ser contaminado, como la bicicleta o caminata.
Por último, se puede “mejorar” el sistema de distribución del espacio público en base al distanciamiento entre persona y persona. Esto, a la larga, “mejora la experiencia de convivencia” en las condiciones actuales. Si bien las dos primeras opciones se pueden elegir porque son de tipo individual (decidir viajar menos veces o decidir usar bicicleta), la última tendrá que darse mediante las políticas públicas. “Son medidas diferencias y de un proceso escalonado”, añade.
“Los espacios públicos deben ser considerados bienes esenciales”, por lo que su habilitación debe ir acompañado de una óptima gestión. Sostiene que “muchas restricciones irán organizándose para que nos permitan a todos disfrutar el espacio en condiciones distintas. Posiblemente no en tiempos iguales o tan largos como hacíamos antes, o tan improvisados, pero tendrá que pasar para que funcione la nueva convivencia”.
Quédate en tu barrio Además de una correcta administración del transporte y los espacios públicos, Mariana Alegre promueve la iniciativa “Reinicia tu barrio”, como parte de las acciones de los colectivos “Lima Como Vamos” y “Ocupa tu calle”.
Según la especialista, “Vamos a pasar del ‘quédate en tu casa’ al ‘quédate en tu barrio’”. “Lo ideal sería que alrededor de tu casa tengas acceso a cubrir tus necesidades esenciales, de manera que los viajes que tengas que hacer los hagas en bici o caminando”, explica.
Alegre manifiesta que si bien habrá cosas que se tengan que hacer fuera del distrito, los colectivos que dirige proponen, con esta iniciativa, minimizar los viajes: “que la mayor cantidad de viajes y servicios sean dentro del distrito y tengas que salir solo para cosas indispensables y que no puedan ser satisfechos dentro del margen del barrio”.
Sostiene que hacer las compras, ir al colegio o a la posta médica son actividades que deberían encontrarse en esos márgenes distritales. Añade que “esto también sirve para activar la economía local”.
“Hay que pensar fórmulas nuevas de adaptación de la ciudad”, opina, “a través de urbanización seria, sostenible y ahora, saludable”. Alegre reconoce que cambiar parámetros urbanos perpetrados en el tiempo es un largo proceso y dependerá de la decisión de los individuos y las autoridades. Cuenca comenta que el tránsito a la nueva normalidad es de responsabilidad compartida: “una ciudadanía que trate de cambiar con un Estado que acompañe ese cambio”.
Doblarse pero no partirse La licenciada Jessica Aliaga, especialista en psicoterapia humanista, expresa que este proceso, por parte del individuo, tiene que estar regido por la aceptación, la adaptación y la actitud con que enfrentemos la nueva normalidad.
Explica que, en primer lugar, se debe “aceptar lo que nos está pasando, sino habrá frustración”. Luego adaptarnos a la situación, “no podemos fijarnos solo en lo que hemos perdido”. Y por último, decidir y reflexionar las respuestas que tendremos una vez que se levante la cuarentena.
Aliaga afirma que nos ayudará, en este proceso, nuestra capacidad de resiliencia. “Es la capacidad que tenemos para poder vencer cualquier adversidad, es como doblarse (cambiar) pero no partirse (desistir)”.
Gestionar emociones
La especialista sostiene que “el mundo entero está de duelo, todos hemos perdido algo”. En esta línea comenta que debemos gestionar nuestras emociones y como este punto corresponde un aprendizaje, se debería impartir de manera masiva. Aliaga pone el ejemplo con el programa “Aprendo en casa” desarrollado por el Ministerio de Educación. “Puede haber un educador que enseñe gestión emocional en los canales del Estado”, opina. De esa manera, “se mejoraría la seguridad y confianza con la que salgamos de este confinamiento”.
Añade que sólo con un buen manejo de las emociones, se podrán obtener mejores respuestas y actitudes por parte de los ciudadanos a las futuras medidas de distanciamiento social.
El economista Marco Carrasco, especialista en economía del comportamiento, comenta que en los países de Asia, donde ya se terminó la cuarentena, el tránsito fue rápido por “sus experiencias previas con epidemias locales”. Ya tenían una cultura de prevención y actuación frente a este tipo de contingencias.
Carrasco señala que, en primera instancia, el éxito de las medidas de restricción dependerá de nuestras decisiones individuales. Por ejemplo, la prevalencia del dinero electrónico evitará el uso de monedas y billetes que son vectores de contagio: “la eliminación del dinero físico, en mediano plazo, es positivo; por ahora hay que reducir la interacción que tenemos con él”.
También sugiere el uso del aplicativo “Perú en tus manos”, desarrollado por el gobierno, “para ver dónde se concentra la gente” y así “observemos y analicemos el mapa antes de decidir ir a un lugar”. Esto evitaría exponernos a focos de contagio.
Intervención por hogar
Además, “se pueden buscar mecanismos para invitar a la gente a no salir más de una vez por semana de sus casas”. Lamentablemente, añade, “si revisamos las estadísticas de hogares del MIDIS(Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social), se reporta que el 70% tiene televisión en casa pero apenas menos del 50% tiene refrigeradora”.
Es decir, por más que el Estado fomente salir a hacer una sola gran compra, muchos hogares no tendrán donde mantener sus productos. “Esta limitación hace que el diseño de intervenciones choque con la realidad de un país en vías de desarrollo”.
En este caso, “queda diferenciar mecanismos de intervención por cada tipo de hogar”. El bono, por ejemplo, es esencial: “el gobierno debería tomar medidas y desatorar a la gente de los casos particulares si quiere lograr que se queden en casa”. Añade que el Instituto Tecnológico de Masachussets (MIT, por sus siglas en inglés) “ya sacó recomendaciones para mejorar la adherencia de la ciudadanía a las medidas de restricción”. Ahora las autoridades deben aplicarlas “para conseguir cambios de conducta”, dice.
Como concluye Cuenca, “hay dos tipos de valores que cambiarán gracias a la pandemia”. En primer lugar, el valor de lo público: “los servicios públicos han empezado a demostrar que sí pueden funcionar, eso supone un cambio en su valoración”.
En segundo lugar, el valor de lo colectivo: “nos damos cuenta que, aun cuando hay personas que no acatan del todo las normas, existe en nosotros cierto sentido de solidaridad”. Estas dos revalorizaciones son importantes para una futura convivencia con el coronavirus, asegura el investigador.