Uno de los primeros homenajes a Miguel Grau fue obra de Manuel González Prada, quien sostuvo que su sacrificio borró el oprobio que al Perú le trajeron sus malos ciudadanos. Según su parecer, “en la guerra exhibimos la lepra y no solo derramamos la sangre”. Prada inaugura la historia crítica del Perú, explicando la derrota por los errores en la construcción de la nación independiente. “No se disculpa la reversión del orden moral, ni el completo desbarajuste de la vida pública”. Sin embargo, Grau y Bolognesi salvan al Perú, porque “el pueblo que los formó como héroes no está muerto ni degenerado”.
Al cumplirse el primer centenario del almirante, en julio de 1934, el historiador José de la Riva Agüero pronunció un discurso muy político, resaltando la larga militancia de Miguel Grau en el Partido Civil. “Antiguo civilista, amigo íntimo y confidente de Manuel Pardo”. Riva Agüero escribió durante el decenio de los treinta, cuando un conflicto interno estremecía el país.
Era el enfrentamiento inicial del APRA contra las clases altas. En esa coyuntura, el historiador Riva Agüero, que fue primer ministro de Benavides, busca superar “las sediciosas divisiones internas” y educar a las “turbas ignorantes”, resaltando el heroísmo de Grau, “adalid redentor del Perú, excelso marino civilista”.
Pocos años después, el historiador y diplomático Raúl Porras Barrenechea escribió un elogio que comienza por una de las frases más bellas escritas sobre el héroe. Dice Porras, “todos hemos navegado en nuestros sueños en el Huáscar legendario, aprendiendo la congoja y el orgullo de ser peruanos”. Según su parecer, Miguel Grau nos habría enseñado a “vencer sin odio y a perder con honra”. Después de Iquique le devolvió a la viuda de Prat los efectos personales de su esposo, incluyendo la espada del marino chileno. Igualmente, supo sacrificarse con toda serenidad, sabiendo que aunque tuviera “diez mil vidas, no habría mendigado ninguna”.
Entre los trabajos contemporáneos destacan los libros del doctor José Agustín de la Puente y del marino e historiador Jorge Ortiz. El primero es un tratado sobre Grau y el segundo una obra más breve y dirigida al gran público. La obra del doctor De la Puente contiene todo lo que se pueda saber sobre Miguel Grau y cierra con una reflexión sobre la construcción de la imagen histórica del héroe; es decir, cómo se lo fue recordando a través del tiempo. Por su parte, el trabajo de Ortiz incluye una biografía humana del personaje, ausente hasta ahora. Ortiz analiza la familia disfuncional de la que procedía, cómo su madre lo desconoció –incluso en su testamento–, también retrata al padre, rodeado de decenas de hijos nacidos de diferentes compromisos. Igualmente, cuenta cómo el padre lo embarcó como auxiliar a la temprana edad de ocho años y debido a este precoz inicio pasó toda su adolescencia navegando los siete mares. Así, sustenta que para llegar a la excelencia como oficial naval es preciso dedicarle toda la vida al mar y que Grau sería el “marino marinero” por excelencia.
Finalmente, Grau y la campaña naval han sido objeto de intensa producción artística popular. El escritor José Durand recogió décimas que expresan el sentir profundo del alma peruana, “pobre Huáscar cuánto ha hecho/en las salidas que hacía/ hasta que llegó el día/que se encontró en los estrechos/ todos pusieron su pecho/ y ninguno se rindió/ el primero que murió/ Grau como más valiente/ miren qué hombre perdemos/ que dio combate cabal/ a siete buques chilenos/ ese valor recordemos”.
La extensión de estas creaciones y su impacto en las emociones colectivas obedece a la capacidad de la Guerra del Pacífico para reconstruir el espíritu nacional del Perú. Emocionalmente, los peruanos no nacimos en la independencia, sino en el conflicto de 1879.
Fuente: Diario La República