En la mitología romana, un dios tenía dos caras. Eran opuestas y simbolizaban el comienzo y el fin de las cosas. Su nombre era Jano y auténticamente disponía de dos rostros. No era una máscara para ocultar una esencia. Por el contrario, Jano abría y cerraba las puertas, mirando en dos direcciones. Muchos personajes de los noventa parecen haberse inspirado en él, particularmente el desaparecido ex ministro de Economía Jorge Camet.
Camet abrió una puerta clave contribuyendo al despegue de la economía peruana. Aunque Carlos Boloña puso en marcha la reforma neoliberal, realmente fue Camet quien condujo el proceso de privatizaciones que desmanteló al Estado desarrollista forjado en los sesenta. Una coyuntura favorable de la economía internacional permitió atraer capitales e iniciar un ciclo expansivo que, con sus baches, constituye la etapa de crecimiento más prolongada de la historia contemporánea.
Camet representó la alianza del gobierno de Fujimori con los grandes empresarios. No había sido uno de ellos antes de ser ministro, pero los conocía a todos. Además, el Instituto Peruano de Economía fue su Think Tank y nudo articulador de intereses del gran capital. Por su lado, al negociar la deuda externa recuperó la imagen del Estado frente a los centros internacionales del capital. Así, enrumbó el despegue de veinte años dorados de la economía nacional.
Pero, cuando terminó su período había logrado colarse entre los grandes de la industria de la construcción. Su empresa había sido mediana por décadas y su capacidad de contratación con el Estado era reducida. Luego, su estadía en el MEF le permitió una fantástica multiplicación de contratos con el Estado. Transfirió su empresa a sus familiares y la nueva entidad tuvo una suerte inmensa en ganar muchos concursos convocados por ministerios y firmar buenos contratos con particulares que buscaban llevarse con el hombre fuerte del MEF.
Sus clientes se multiplicaron como peces. Entre estos estuvo la planta Luchetti que batalló legalmente contra la Municipalidad de Lima para ubicarse en los pantanos de Villa. Como consecuencia, durante sus cinco años de ministro, la empresa constructora de los Camet multiplicó su capital 77 veces.
Al igual que Jano, Camet abrió puertas. Contribuyó a sacar al país de la ruina al final del ciclo populista. Pero, no olvidó a los suyos que realmente se hicieron ricos después de muchos años como medianos. Por ello, parte de sus operaciones fueron consideradas ilegítimas; aunque al final, la Corte Suprema lo absolvió la víspera de su fallecimiento.
Camet también cerró puertas; fue sustituido en 1998 cuando Fujimori entraba en campaña por el ilegal tercer mandato y se debilitó la alianza del gran capital y el presidente. Ese año hubo una crisis internacional y la economía peruana entró en recesión. Asimismo, EE.UU. dio un paso atrás y se alejó del proyecto reeleccionista. Era el turno de Montesinos y los operadores políticos.
El caso de Camet es común a muchos empresarios poderosos de los noventa. Tuvieron dos caras y debe recordarse ambas. Otro célebre ejemplo es Manuel Delgado Parker, el dueño de RPP, que recién ha cumplido 50 años en el aire. En un vladivideo, Manuel Delgado y Ernesto Schütz conversan con Montesinos. En cierto momento, Vladimiro ofrece comprar la línea editorial de RPP. Ante esto, Delgado rechaza la oferta constituyéndose en el único gran empresario que elude un negociado con VMT. Bien por él.
Pero, había acudido a solicitar un favor judicial en el litigio que lo oponía a su hermano Genaro Delgado Parker. Junto a su conciencia como empresario independiente se hallaba su segundo rostro, que solicitaba un arreglo particular, saltando por encima de las reglas del Poder Judicial.
El punto es que muchos grandes empresarios peruanos son liberales inconsecuentes. Están convencidos de las ventajas del mercado libre, pero fuerzan al Estado para multiplicar sus ganancias particulares. Al final del día, son adoradores de Jano.
Fuente: La República (06/11/2013)