Las últimas declaraciones del presidente de Chile, Sebastián Piñera, han movido el ambiente político tanto en Lima como en La Paz. En el diario mapochino La Tercera, Piñera informó que Chile ofrece una salida al mar a Bolivia, sin soberanía, pero con amplias concesiones tributarias, al norte de Arica, en una zona cuyo mar está en disputa con el Perú en la Corte Internacional de Justicia. Añadió que, si Chile perdiera en La Haya, esta solución no podría implementarse.
En forma inmediata, en el Perú, el presidente de la comisión de RREE del Congreso, Víctor Andrés García Belaunde, sostuvo que era una maniobra desleal de Chile. Asimismo, en la Paz fueron igualmente duros con el presidente chileno. No obstante que, los políticos bolivianos viven peleando entre sí, incluso con mayor intensidad que sus pares peruanos, todos coinciden en un punto: el reclamo nacional por una salida soberana al mar. Por ello, la clase política altiplánica ha reaccionado negativamente frente a las declaraciones de Piñera.
Según el ministro de Gobierno de La Paz, Carlos Romero, la propuesta de Chile es una maniobra de distracción, porque ante el reclamo boliviano condiciona su respuesta a lo que ocurra en La Haya. Más enfático fue el líder de Unidad Nacional, uno de los jefes de la oposición, el ex candidato presidencial Samuel Doria Mediana, quien sostuvo que Chile pretende usar a Bolivia contra Perú por la coyuntura de La Haya, postergando una vez más las justas aspiraciones de su país.
Así, puede interpretarse que, si el objetivo de Piñera era voltear a Bolivia contra Perú, no lo ha conseguido. Entonces, el propósito chileno que continúa presente es responder ante la última ofensiva boliviana reclamando una salida al mar.
En efecto, esa presión altiplánica es permanente, aunque sube y baja periódicamente. Cuando comenzó el presidente Evo Morales, gobernaba Bachelet en Chile y Bolivia creyó que podría lograr una solución. Pero, se equivocó y quedó en nada.
Luego, al ser derrotada la izquierda chilena y acceder la derecha al poder, le cerró la puerta a Bolivia sin delicadeza. Si Bachelet le dio esperanzas que no se concretaron, Piñera se negó bruscamente. Cuando las cosas se pusieron de ese modo, Morales cambió de estrategia e inició una ofensiva.
A partir de entonces, en las más diversas ocasiones, el gobierno boliviano ha reclamado airado una salida al mar, incluso ha anunciado su intención de acudir a la Corte Internacional de Justicia, donde se ventila el caso de Perú contra Chile.
Todo este barullo tiene algo de coyuntural, pero su verdadero contenido es de fondo. En efecto, la historia muestra que Bolivia no ha de cesar, que su presión sólo terminará cuando obtenga una salida al mar. Por ello, sería bueno determinar el interés peruano en esta materia y hacérselo saber a ambos vecinos.
El punto es que Tacna y Arica son una unidad geoeconómica, que funciona bastante bien y que no se puede romper introduciendo un tercer país en la zona. Bolivia quiere un puerto, no necesariamente continuidad territorial. Hay cantidad de enclaves en este mundo y esa parece ser la solución para Bolivia: una salida al mar en la zona de Camarones- Tarapacá, donde originalmente les ofreció la presidenta Bachelet.
Para el Perú, lo mejor sería que Chile proponga algo razonable que acepte Bolivia. Esa propuesta idealmente sería al sur de Arica. Es cierto que Chile nunca ha de dividirse, pero no tiene que hacerlo. Como decimos, puede conceder un territorio costero, que se comunique con Bolivia a través de una carretera chilena.
Ahora deberían resolverse definitivamente las cuestiones territoriales en el Pacífico Sur. En este punto, la iniciativa está en manos de Chile, que pensando en su propio interés, no debería dormirse en sus laureles, como le ocurrió con nosotros.
Mientras tanto, en el Perú, sólo queda esperar el fallo de La Haya, siguiendo con atención las iniciativas de Chile, que ha de mover la alfombra una y otra vez de aquí a la sentencia.