Esta semana se presenta una nueva contribución de Carmen McEvoy a la historia del Perú. En esta oportunidad, junto a dos colegas, ella compila un conjunto de artículos que tratan sobre la independencia del Perú. Se trata de un buen balance de los avances de la “historia revisionista”, que desde los noventa se impuso sobre la vieja escuela “estructuralista”, que privilegiaba las clases sociales y los sectores populares como grandes sujetos históricos. Mientras que, ahora se ha vuelto al individuo, se ha centrado en el pensamiento y han reaparecido los criollos como grandes personajes de la emancipación.
Esta nueva forma de analizar la historia de América Latina tuvo un gran impulso con la obra del historiador francés Francois Xavier Guerra, que lamentablemente falleció bastante temprano. Según su planteamiento, para entender la independencia se requería situarla en el marco de las revoluciones del atlántico norte, especialmente la francesa y también la norteamericana.
Cuando Napoleón invadió España, realmente se abrió la coyuntura de la emancipación, porque los reyes españoles legítimos fueron apresados y nombrado en su reemplazo el hermano mismo de Bonaparte. Ahí, España entró en guerra de resistencia nacional contra los franceses, en el curso de la cual se proclamaron “juntas” para gobernar las ciudades, a nombre del rey preso. Siguiendo el movimiento, los criollos de América proclamaron sus propias “juntas”, que evolucionaron de fidelistas al rey a independentistas, proclamando la libertad de Hispanoamérica. Así, la emancipación nacería del hundimiento del centro imperial, que se habría sumergido en crisis, abriendo oportunidades a los márgenes.
Esta tesis fue la base para el atractivo de la nueva interpretación, porque rompía con las dos ideas precedentes que estaban enfrascadas en una polémica que venía durando décadas. Por un lado la “historia tradicional”, que postulaba la maduración de la idea de patria entre los criollos, que habrían reclamado la mayoría de edad. La otra postura era la “nueva historia”, que buscaba posicionar a los sectores populares y hacía de las sublevaciones indígenas la llave de la explicación. En efecto, el verdadero precursor era Túpac Amaru y su movimiento habría definido los campos. De acuerdo a Heraclio Bonilla, los criollos del Perú habrían sido conservadores por temor al indio, a la repetición de una nueva rebelión indígena que subvierta el orden social.
En este nuevo libro de McEvoy, esa polémica está superada. Ni partidarios del alma nacional ni de las sublevaciones indígenas, la explicación que nos plantea parte de la historia cultural y aporta conceptos para entender el cambio de mentalidad que estaba en curso. Se estaba negando la distinción fundamental, que había fundado el orden colonial, separando a las personas en dos legislaciones distintas y se inauguraba el mundo de la igualdad ante la ley. Por más imperfecciones que tuviera, fue un cambio crucial en la mente de sus protagonistas, que fueron criollos, como Hipólito Unanue y la “Abeja Republicana”, entre otros, quienes reaparecen como forjadores de la ciudadanía.
Junto a los líderes indígenas también se empequeñecen los movimientos y luchas sociales. No se enfoca en Zela ni tampoco en los Angulo; el mismo Pumacahua se ha minimizado; 1780 y 1814 han dejado de ser fechas claves. Después de Sendero, pareciera que los levantamientos han perdido atractivo historiográfico.
Por el contrario, se recupera el esfuerzo de integración nacional. ¿Cómo hacer para construir nación, partiendo de un país tan heterogéneo? Los autores destacan esa pregunta y le dedican sus mejores páginas. Buscan la respuesta en los creativos de la época; aunque, su interrogante es contemporánea. Al explorar las fórmulas de los criollos de antaño, el libro revisa la sapiencia de las clases ilustradas para encarar el nudo del Perú, postulando ideas que conserven utilidad para el presente y futuro de nuestro país.
Fuente: La República