Con ese título, la Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú preparó un libro sobre su participación en la lucha contra el terrorismo. No se sabe bien por qué, pero finalmente este texto no fue publicado, porque ya estaba listo el año 2010, completamente diseñado, incluyendo pie de imprenta y con prólogo del entonces comandante general Otto Guibovich. Pero, debería ser conocido porque contiene el punto de vista del EP, que sabemos fue un actor fundamental del proceso.
Este libro ofrece una explicación coherente de la guerra desatada por Sendero Luminoso y el MRTA.
Para comenzar, razona una cronología que le permite marcar los acontecimientos decisivos que definieron el rumbo de las cosas. Según su interpretación hubo cinco etapas, que comienzan con la proclamación de la guerra por las organizaciones terroristas y concluye en el aprovechamiento político de la victoria, por parte de elementos no militares, en indirecta alusión al gobierno de Alberto Fujimori. Al medio se halla un capítulo decisivo, donde analiza el viraje estratégico que llevó a la victoria del Estado.
Se trata de un texto importante para la historiografía nacional por el profesionalismo de su concepción. Los autores han manejado archivos, recogido testimonios y compulsado otras versiones. Incluso dispone de un leve tono autocrítico que resulta positivo, puesto que permite cierta distancia con el sujeto que narra e interpreta.
En este sentido, critica el accionar estatal al comienzo de la guerra interna. SL comenzó sus ataques al retirarse el gobierno militar y asumir por segunda vez Fernando Belaunde. Como el nuevo presidente había sido derrocado por un golpe militar, después de una intervención de la FFAA para debelar la guerrilla de 1965, temió que la situación nuevamente se repita. Por ello, no llamó al EP para que intervenga, sino que encargó la tarea a la policía.
Fue un grave error. La policía está para cuidar la tranquilidad ciudadana y no para enfrentar una guerra subversiva. Como consecuencia, Sendero avanzó bastante, se armó y ganó experiencia. Además, obtuvo presencia política en comunidades campesinas, desplazando a las autoridades locales e imponiendo comités populares. La lección es clara, la fase más débil de una guerrilla es el inicio de su lucha, cuando aún carece de aparato militar significativo.
Por otro lado, el EP desaprovechó el tiempo. Cuando ingresó a Ayacucho en 1983, su manual era anticuado; seguía en los parámetros de la guerrilla de los años sesenta, concibiendo un enemigo que vestía uniforme y establecía campamentos. Mientras que Sendero se mimetizaba entre la población, atacaba y desaparecía sin ofrecer el rostro. Recién en 1989 el EP actualizó su manual, fortaleciendo las labores de inteligencia y apoyando el armamento de las rondas campesinas. En estos dos instrumentos reposó el triunfo sobre Sendero en el campo, que estaba en curso antes que Guzmán fuera detenido por la policía. Así, la inteligencia y las rondas fueron la base de la victoria del Estado, representando el conocimiento profesional del enemigo y el sostén popular. Pero, hasta 1989, esas armas no habían sido articuladas y el costo en vidas humanas fue altísimo.
La crítica principal a la publicación del EP es su carácter unilateral. Su punto de partida y de llegada es el mismo EP, los demás actores aparecen solo en función a sí mismo. Por ello, su opinión muchas veces es parcializada y varios pasajes consisten en una defensa cerrada de la acción de sus integrantes. Pierde el bosque analizando los hechos desde un solo lado. Antes que una historia, es un parte de guerra muy razonado.
Junto al enorme y muy completo informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, este libro del EP es esencial para la comprensión del conflicto interno. Completa el parecer de los actores e invita a futuras síntesis más corales, incorporando todas las voces. Esperamos que se superen las dificultades que han trabado la plena divulgación de este trabajo.
Fuente: La República