Hace unos días ha fallecido uno de los historiadores más importantes de nuestro tiempo. Se trata del profesor inglés Eric Hobsbawm, quien nos ha dejado una obra fundamental para la comprensión del mundo moderno. En efecto, escribió sobre el ascenso del capitalismo y las transformaciones del siglo XVIII, ofreciendo un extenso razonamiento sobre los orígenes de la revolución industrial. Continuó adelante focalizando en las luchas obreras contra la explotación capitalista y el primer auge del socialismo durante el siglo XIX.
Pero, no se detuvo, porque en sus últimos años nos entregó una sólida historia del siglo XX, concebido como un siglo corto, determinado por la revolución bolchevique de 1917 y cuya extensión prolonga hasta la caída del muro de Berlín en 1989. El desafío comunista y la resistencia del capitalismo habrían sido las claves y su consecuencia era un siglo que solo había durado setenta años.
Así, a través de su obra completa, Hobsbawm nos dejó un análisis histórico del capitalismo, desde su cuna hasta su madurez y la fase tardía que vivimos en la actualidad, luego que el sistema lograra derrotar la amenaza comunista, con la que simpatizaba el autor.
En la mayor parte de sus investigaciones, el sujeto provino del mundo capitalista desarrollado. Tanto el capital como el trabajo fueron estudiados desde el centro y su mirada poseyó una agudeza particular precisamente por analizar el vértice que origina el movimiento de la sociedad.
Pero, también abordó a los sujetos coloniales y en un célebre texto se refirió a la sublevación campesina de 1958-62 en el valle de La Convención liderada por Hugo Blanco. Es el último de los artículos que componen un libro titulado Rebeldes primitivos, publicado por primera vez en inglés en 1959. Cuando fue traducido al español estaban terminando los sesenta y Hobsbawm añadió dos artículos a su texto original. Se trata de estudios cortos, pero que han pesado en las interpretaciones posteriores, uno trata sobre la violencia colombiana y el otro sobre nuestro campesinado de los cincuenta-sesenta.
Hobsbawm sostiene que la explotación moderna en La Convención se desarrolló después de la II Guerra Mundial gracias al cultivo del café que la conectó con el mercado mundial. La estructura social anterior a este desarrollo era feudal, pues grandes hacendados entregaban parcelas de sus dominios a cambio de obligaciones en trabajo. Una capa social intermedia, llamados “arrendires”, debía pagar una servidumbre al hacendado, pero era relativamente acomodada y hasta contrataba peones con regularidad.
El origen de la paradoja era el café que había traído a la región un súbito enriquecimiento, que provocó una explosión social. Los “arrendires” se sublevaron contra el arcaico régimen social y el conflicto fue conducido por el joven político trotskista Hugo Blanco. No obstante su derrota y la prisión de sus líderes, la lucha social habría acabado ganando.
En efecto, el gobierno militar de transición, 1962-63, decretó una primera reforma agraria que afectó exclusivamente a esa región del país. Así, Blanco terminó preso, pero su causa se impuso. Por ello, su fama se extendió entre los campesinos de la época y como muchos migraron, su reputación llegó a las ciudades y explica su gran papel como candidato en la justa electoral de 1978, cuando se eligió la Asamblea Constituyente.
Hobsbawm fue militante del Partido Comunista oficial y estuvo identificado con su vertiente italiana; sin embargo, su tema peruano fue la gesta de un trotskista. El profesor británico estaba investigando la resistencia campesina a la penetración capitalista; su interés era la combinación entre estructuras sociales arcaicas y luchas sociales que anticipan la modernidad. De ahí su atracción por los sucesos de La Convención.
Con ese artículo ofreció una prueba de su carácter; marxista comprometido con los afanes de los de abajo y suficientemente amplio y tolerante, capaz de subrayar el protagonismo de sus adversarios.
Fuente: La República (10/10/2012)