«Artemio” era el último de los miembros del Comité Central histórico de Sendero que seguía alzado en armas. Todos los demás cayeron presos o fueron muertos. No era su única singularidad. Asimismo era el único de los seguidores iniciales de Guzmán que había sido soldado. A diferencia de la mayoría, no era maestro, estudiante o campesino. Por el contrario, “Artemio” era un licenciado de las Fuerzas Armadas, especialista en comunicaciones.
Por ello, recibió la orden de internarse en el Huallaga para abrir otro frente. A partir de 1983, cuando ingresaron las FFAA y aumentaron significativamente las acciones, SL se esforzó por romper el cerco abriendo nuevas zonas de combate. Durante los dos años y medio anteriores, la policía había estado encargada de combatir al terrorismo y venía perdiendo la batalla. Por ello, el EP ingresó con todo a recuperar zonas campesinas “liberadas” por los senderistas. El enfrentamiento fue muy cruel y SL utilizó varios mecanismos para sobrevivir a la ofensiva militar.
Así, “Artemio” fue enviado al Huallaga, donde se planteó la posibilidad de una alianza entre SL y el narcotráfico, que por esos años precisamente comenzaba a prosperar. Pero el comando regional del EP también analizó la correlación y optó por priorizar el enfrentamiento con Sendero, haciéndose momentáneamente la vista gorda con el enemigo secundario. Por ello, al comenzar el trabajo de “Artemio” en la zona cocalera, el narco típico no apostaba por SL. Tuvo que abrirse paso.
Si Sendero hubiera dispuesto de dinero grande, proveniente del narcotráfico, habría conseguido armamento pesado. Pero, hasta donde se sabe, el SL de Guzmán combatió con armas arrebatadas a las fuerzas estatales y tanto anfo como químicos, incluyendo dinamita, robados a las minas. SL no compró armas en el extranjero, como hacían las FARC.
Incluso, la dirección de Sendero vivía de una academia preuniversitaria, lo cual constituyó su principal vulnerabilidad. En efecto, la policía detectó ese vínculo y siguió el rastro hasta el escondite de Guzmán. Entonces, el SL histórico no parece haberse financiado vía narcotráfico, al menos no principalmente.
Pero, otra fue la historia a continuación. Para empezar, el Estado enfrentó al narcotráfico con otra decisión precisamente por la ausencia de fuerza militar a enfrentar. Asimismo, Guzmán buscó terminar la guerra y lograr un acuerdo de paz. Ante su llamado, los militantes de SL se dividieron en tres vertientes.
El grupo principal son los seguidores de Guzmán, llamados “acuerdistas”, quienes buscan incursionar en política y estarían detrás del MOVADEF. Los segundos son sus grandes enemigos, los del VRAE, que se denominan “proseguir”, porque buscan continuar la guerra. Inicialmente estuvieron con Feliciano y luego de su caída han desarrollado un liderazgo propio, cuyo representante es el camarada José, quien es uno de los hermanos Quispe Palomino. Este grupo es muy hostil con los acuerdistas. Califican a Guzmán de “traidor” y e incluso lo llaman “genocida”.
Por su lado, “Artemio” formó un tercer núcleo, habiendo sido el centrista de la división. Siempre respetó a Guzmán y se declaró su seguidor. Pero, no acató el llamado a dejar la guerra e integrarse a la política. Eligió continuar la violencia y abrir negociaciones de paz.
En ese momento, “Artemio” habría ampliado sus contactos con el narcotráfico y con múltiples negocios locales a exprimir mediante el pago de cupos. Porque la extorsión a empresarios habría sido el principal mecanismo de financiamiento de SL durante la guerra, y ese procedimiento lo proyectaron al narcotráfico.
Por sus posturas, “Artemio” era el jefe de una tendencia armada cercana a Abimael. Si alguien pierde con su desaparición es Guzmán. Como bien ha sostenido Gustavo Gorriti, posiblemente deje un vacío que tratará de ser cubierto por el grupo del VRAE. Si el Estado se duerme y no asume una política viable sobre narcotráfico y violencia, es probable que mañana lamentemos la presencia también en el Huallaga de los hermanos Quispe.
Fuente: Diario La República