Pocas semanas atrás, el Ministerio de Educación, Minedu, convocó a una reunión de expertos para conversar sobre cómo traducir los años del terrorismo en contenidos que puedan ser empleados en el currículo escolar. Es evidente que este tema es necesario, puesto que los jóvenes de hoy parecen saber poco del fenómeno que estremeció al Perú de los ochenta. Por ello, la mejor manera sería enseñar en la escuela una versión de esta guerra que contribuya a formar ciudadanos libres, alejados del fundamentalismo y fanatismo de todo tipo.
Este propósito afronta una seria dificultad, aunque también registra una gran ventaja. En primer lugar, no existe un consenso nacional sobre los sucesos de la guerra interna. Por el contrario, su interpretación es objeto de una profunda controversia.
Esa discrepancia impidió, en su momento, una amplia difusión del Informe Final de la CVR, que debería haber cumplido una labor pedagógica de envergadura. Pero, se perdieron años, porque el Estado prefirió esconderse antes que afrontar el debate nacional que suscitó.
Nada se ha avanzado en superar nuestras discrepancias como sociedad y ahora se requiere una síntesis pedagógica. Por ello, la decisión del Minedu será polémica y no debe temerle, porque sólo un texto escolar resolverá el debate, formando a la siguiente generación.
Desde otro ángulo existe una ventaja comparativa, la existencia de versiones de todos los actores. En efecto, todos los protagonistas han expuesto su parecer y se cuenta con un conjunto completo de narrativas.
Para empezar, el mismo informe de la CVR, un trabajo monumental, basado en millares de testimonios, atado conceptualmente gracias al talento profesional de Salomón Lerner [Febres] y Carlos Iván Degregori. Adoptó el punto de vista de las víctimas y se situó contra todos los que abusaron de la población civil. Por ello, fue considerado “caviar” y controvertido.
Sin embargo, es el indudable punto de partida, tanto por la cantidad de información como por la calidad de su interpretación. No casualmente colaboraron buena parte de los estudiosos del país y produjeron un texto esencial, donde se resume buena parte de la labor académica previa.
Por otro lado, el 2010, el Ejército Peruano publicó su propia versión de la guerra contra el terrorismo. Los uniformados emplean otro lenguaje y ofrecen una interpretación distinta. Aquí no hay población civil atrapada entre dos fuegos. Se trata de una guerra contra el Perú desatada por el terrorismo, que fue contestada por las Fuerzas Armadas. El libro impresiona por la buena redacción, el empaquetado académico y la información de calidad. Asimismo, queda clara la postura de explicar las fosas comunes generadas por acción militar como excesos individuales, de oficiales que perdieron la compostura.
Asimismo, la policía también ha expuesto lo suyo. Entre otras publicaciones destaca el libro del periodista Víctor Tipe, que presenta la versión del coronel Jiménez Bacca, eludiendo la participación del general Ketín Vidal. Más allá de los pleitos entre estos dos personajes, Tipe ha logrado transmitir con eficiencia el minucioso trabajo de inteligencia policial. De este modo, la captura del alto mando senderista, el suceso crucial de la guerra, cuenta con una narración convincente.
Por último, todos los líderes subversivos han dejado su parecer. El de Sendero se puede recoger en los testimonios de sus dirigentes ante la CVR. Es el mismo caso de los jefes del MRTA, que presentan una opinión más elaborada, porque está fundada en una autocrítica. Los escritos posteriores tanto de Polay, como sobre todo de Alberto Gálvez, proporcionan una interpretación lúcida de sus motivaciones y procedimientos.
Así, la labor del Minedu es difícil y fácil a la vez. Difícil porque no parte de un consenso, sino que debe generarlo, enfrentando un reto superior. Pero, es fácil, porque están presentes todas las voces, solamente se requiere composición y síntesis coral. Un concurso podría enrumbar el tema.
Fuente: La República (01/05/2013)