El proceso de revocatoria cuestiona frontalmente la performance política de la alcaldesa Susana Villarán. Sería una lástima que este domingo sea derrotada y desaparezca una figura de características positivas para la política peruana.
Se trata de una persona valiente. Ha enfrentado problemas urbanos que llevaban décadas sin que el poder municipal los encare. ¿Hace cuánto tiempo estaba construido el mercado de Santa Anita? Incluso Castañeda hizo desalojarlo, porque había sido ocupado por invasores. Pero, no dio un paso más. No se expuso a trasladar La Parada. Se había hecho costumbre que los alcaldes transen con los poderes establecidos, mientras que Villarán ha puesto por delante el interés común y no ha vacilado en enfrentarlos.
Otro caso semejante es el transporte. Lima tiene uno de los sistemas de transporte más caóticos entre las grandes megalópolis del planeta. De sus dimensiones casi es la única ciudad que no posee un metro o sistema integrado de tren eléctrico. Tampoco tenemos extensas líneas de ómnibus, salvo para una ruta que escasamente abastece al 12% de los viajes urbanos. De este modo, el transporte está librado a las camionetas 4/4 y las combis, ambas agresivas con peatones y ciclistas.
La ciudad que heredó Susana era un caos y el Metropolitano obligaba a disciplinar a las combis y respetar normas derivadas de un contrato. Una vez más, nadie lo había intentado, ninguno se había atrevido a retar a dirigentes transportistas acostumbrados a imponer su voluntad. Pero, Susana por segunda vez afirmó el principio del bien común por encima de los poderes establecidos. En ambos casos emblemáticos de su gestión, la alcaldesa mostró decisión. Quieren castigarla por haberse atrevido, por negarse a gobernar con piloto automático.
Como habitualmente, tanto virtudes como límites surgen de su personalidad política. En efecto, su gestión ha pecado de ingenuidad. Creyó que no necesitaba propaganda, que bastaba la imagen de decencia. Luego, enfrentó a mafias e intereses ocultos con buenas artes, tratando a los Comunicore como si fuesen susceptibles de ser corregidos y reformados. Esta ingenuidad proviene de un acercamiento a la política desde la filantropía y la obra social. La voluntad política no rige su actuación pública, porque para el poder, la regla número uno es conservarlo.
Pero, en ella, el tema es la consecuencia. Carece de las máscaras que se usan habitualmente en el Perú político, es una mujer de una sola postura que evidencia su carencia de pliegues y mañas. Al lado de los tiburones cínicos y demagogos que pueblan el escenario, el estilo de Susana es un ventarrón que promete una buena cosecha.
Además, en la última campaña ha conducido una interesante coalición liberal-socialista, reuniendo al PPC. Perú Posible, Somos Perú y los grupos izquierdistas que la apoyan. Ese tipo de coalición es inusual en el Perú, un país de muchos sectarismos. Asimismo, busca reconstruir un centro político que buena falta le hace al país.
Por ello, Susana viene siendo una adelantada, materializando una nueva propuesta en ciernes en la política peruana. Las coaliciones liberal-socialistas han sido ensayadas en Europa y entre otras versiones fueron el fundamento de la llamada Tercera Vía. Pero, se piensa que América Latina, AL, es demasiado chúcara y que para domar a nuestras multitudes se requiere caudillos, como el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
Pero, quizá es menospreciarnos y en realidad AL está madura para ensayar nuevos caminos que combinen la democracia y el mercado con reivindicaciones del trabajo y el movimiento laboral. Los caudillos ofrecen lo segundo y niegan la libertad. Mientras que, propuestas tipo Susana fortalecen iniciativas socialdemócratas y/o socialcristianas.
En contraposición a Susana se halla el mismo grupo de políticos que han desprestigiado la actividad. Los unifica la presencia de intereses mezquinos y falta de escrúpulos para cumplir compromisos. Este domingo es el día para defenderla.
Fuente: La República (13/03/2013)