Una de las principales rebeliones de la Emancipación ocurrió en Huánuco; ha cumplido doscientos años y lamentablemente ha pasado casi inadvertida, confirmando nuestra corta memoria histórica. Valga la proximidad del 28 de julio para revisar estos sucesos que anuncian al Perú independiente.
Los indígenas del Alto Huallaga fueron los primeros en sublevarse y obtuvieron una pequeña victoria camino a Huánuco. Eran liderados por un mestizo llamado José Contreras y el grueso de sus fuerzas provenía de los indígenas chupaychus. Estaban contra la continuidad del cobro de tributo, porque efectivamente la regencia española lo había abolido. Asimismo, tenían numerosas quejas contra las autoridades regionales, que controlaban las mejores tierras y el comercio local. Esa oligarquía fue combatida por varios grupos sociales que coincidieron en la rebelión. En la puerta de la ciudad, los indios hicieron saber que su enemigo eran los peninsulares, pero que no tenían nada contra criollos y mestizos.
Una comisión llegó a un acuerdo con los indígenas que entraron a Huánuco en paz. Pero, el asesinato de su líder y la comprobación que los peninsulares habían huido, hizo que se desate la furia de las masas. La ciudad fue saqueada tres días, luego salió en procesión la Virgen de la Dolorosa y dos sacerdotes facilitaron el restablecimiento de la paz social.
Mientras tanto, los realistas se habían agrupado bajo el mando del intendente de Tarma, José González de Prada, abuelo del fundador del anarquismo. Acompañado por fuerzas salidas de Cerro de Pasco se enfrentó a los indígenas en Ambo y fue derrotado, pero logró retroceder y salvar sus tropas.
Por su parte, en Huánuco se reunió el cabildo y eligió una Junta Gubernativa, compuesta por tres criollos. Los indios regresaron y observaron con recelo a la Junta, dudaron de su compromiso con la rebelión y sospecharon que se entendía por lo bajo con el Intendente, que se estaba rearmando para volver a atacar. Los indios provocaron un recambio en la Junta, habiendo asumido un criollo natural de Huánuco llamado Juan José Crespo, quien después de la derrota fue ajusticiado junto al curaca local y el alcalde de Huamalíes.
Los criollos de Huánuco estaban hartos del monopolio estatal y la falta de oportunidades para los hijos del lugar. Veían cómo la economía estaba en manos de un grupo peninsular que había prohibido sembrar tabaco para darle exclusividad al estanco real. El tabaco era la coca de aquel entonces y los productores se levantaron.
Se debate si la Junta realmente buscaba la independencia, o si sólo quería autonomía local. Pero, fue derrotada rápido y careció de tiempo para desarrollar su postura. Luego, durante el juicio, sus líderes alegaron fidelidad al Rey, pero suena a excusa y no se sabe qué hubiera sucedido de haber triunfado. El hecho es que los criollos de Huánuco se atrevieron a formar una Junta Gubernativa, cuyo nombre dice mucho.
Por otro lado, esta Junta agrupaba parte de la elite urbana, pero no las tenía todas consigo, porque estaba confrontada con una poderosa rebelión indígena. Atrapados entre el desborde popular y su enemigo realista, los criollos fueron dubitativos y carecieron de firme voluntad, que perteneció enteramente a los indígenas, sin embargo dominados por el desorden.
En declaraciones vertidas en el juicio, los indios aluden al Inca y se escucha el eco de la expedición de Juan José Castelli, quien había comandado a los revolucionarios platenses a una breve incursión por el Alto Perú. El año anterior, Castelli había llegado a la legendaria ruina de Tiahuanacu, donde había pronunciado un mensaje instando a los indígenas a recuperar sus antiguas grandezas. El retorno del Inca y la revolución argentina eran los parámetros de la acción política indígena.
Doscientos años después, es indudable el crecimiento y modernización del Perú, pero también sorprende en qué elevada medida los problemas sociales y políticos guardan semejanza con el pasado.
Fuente: La República