Un día como hoy se produjo la “Revolución de Octubre”, así llamada por el antiguo calendario que se usaba en la Rusia zarista, antes que se adopte la forma moderna de contar días y años. Hasta 1991, cuando cayó la Unión Soviética, el estatus de la Revolución Rusa era incuestionable. Se trataba de uno de esos acontecimientos mayores, que dividen la historia universal en dos, creando naciones e instituciones perdurables.
La revolución bolchevique ocupaba el mismo puesto que la Revolución Francesa, que había dado nacimiento a las repúblicas, fundando una nueva era histórica. Pero ahora, su estatus está en cuestión y sus héroes han desaparecido del escenario. Hoy, nadie se acuerda de Lenin, no obstante la enorme producción intelectual que recibió durante buena parte del siglo XX.
Así, los nuevos análisis sobre la revolución de octubre la colocan como parte de la historia rusa y reducen su influencia en la historia universal. En otras palabras, hoy en día se piensa que fue un acontecimiento local, que impactó poderosamente en el mundo hasta que su peso se evaporó y retomó su dimensión estrictamente rusa.
Otro de los temas en debate es la extensión de la revolución. Como hubo mucho debate entre los herederos de la revolución y siguieron rupturas políticas de magnitud, ¿cuándo terminó la revolución? se convirtió en una pregunta fundamental.
Para Trotsky, la revolución acabó con el ascenso de Stalin y la toma del poder por la burocracia, que había expropiado al proletariado. Por el contrario, la ortodoxia comunista glorificaba al camarada Stalin y lo colocaba en el presídium de los íconos revolucionarios. Según Mao, la Revolución Rusa había terminado con la traición de Nikita Jruschov –a la muerte de Stalin– que habría dado paso a la restauración del capitalismo en la URSS.
A diferencia de estas interpretaciones muy politizadas, la moderna historiografía considera que la revolución de 1917 se prolongó hasta la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, el terror estalinista de los treinta sería parte de la revolución, porque implicó la colectivización forzosa del campo y la eliminación completa de la propiedad privada y del reino del mercado. Así, sólo el fin de la Segunda Guerra habría traído cierta tranquilidad a la sociedad rusa, tremendamente sacudida por los acontecimientos más dramáticos del siglo XX.
Otro tema en debate es la cuestión del proletariado y su representación por el partido bolchevique. ¿Alguna vez hubo correspondencia entre partido y clase? O los bolcheviques fueron siempre un grupo pequeño altamente ideologizado, que hablaba en nombre de la clase obrera, pero que estaba integrado exclusivamente por intelectuales y políticos profesionales. La identificación con la clase obrera, ¿era un asunto del discurso o tenía contenido político? De este modo, hoy surge una nueva pregunta de fondo, ¿quién ejerció el poder realmente en Rusia y porqué se sentía obligado a hacerlo en nombre del proletariado?
Finalmente, se halla el tema del terror. Para nadie es un secreto que la afirmación del poder estalinista vino acompañada por grandes purgas que cimentaron un régimen dictatorial. ¿Cómo interpretarlo? ¿Acaso fue un calco izquierdista del fascismo? Es decir, ¿estalinismo y fascismo serían dos caras de la misma medalla? Y ésta, sería acaso “el totalitarismo” como sistema opuesto a la democracia.
Por el contrario, cabe una idea distinta, esta es considerar al terror estalinista como parte de la fase extremista de toda revolución. Los jacobinos eliminaron a los girondinos, como Stalin acabó con Trotsky y Mao aplastó a Liu Shaoki. En todos los casos, luego vino el reflujo y el reacomodo. Antes de agotarse, las grandes transformaciones sociales eliminan a sus hijos. Como Saturno, su destino es devorarlos.
Los debates contemporáneos sobre la Revolución Rusa se pueden encontrar en la obra de la historiadora Sheila Fitzpatrick, quien revisa críticamente las interpretaciones sobre este acontecimiento decisivo del siglo XX.
Fuente: La República (7/11/2012)