Antonio Zapata: «La Sala Paracas»

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El Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia, MNAAH, ha inaugurado una sala destinada a mostrar lo último de la cultura Paracas. Descubiertos por Julio C. Tello a mitad de los años veinte, los Paracas rápidamente deslumbraron al mundo por sus elegantes mantos y figuras bordadas. La fina presentación del MNAAH permite comprender su historia de una manera integral.

En primer lugar el entorno nacional. Los Paracas fueron una civilización de los desiertos de la costa sur. La exhibición muestra la infinita extensión de las arenas hasta el borde de un mar muy azul, donde se sumerge el sol en atardeceres de intenso cielo rojo. El marrón de fondo y una explosión de colores. Ese mismo cromatismo se halla en los mantos que combinan tonos pasteles con bordados multicolores. Así debe haberse visto a los Paracas desfilar por los desiertos, vestidos con sus ropas tan coloridas.

La antigüedad de Paracas es considerable. Antes que termine Chavín ya había comenzado, aproximadamente el año 400 A.C. Su dominio empata con Nazca, que es su heredera directa. Como Nazca se extiende hasta el 600 D.C. entre ambos completan un milenio en tierras iqueñas.

Paracas se divide en las dos fases que Tello identificó desde el comienzo de la investigación científica: Cavernas y Necrópolis. Cavernas pertenece a una época más remota, cuando se construían cámaras subterráneas para depositar los fardos funerarios. Mientras queNecrópolis enterró a sus muertos en una ciudad abandonada de la era Cavernas.

En ambos períodos destacan los fardos funerarios. El cadáver de los personajes de élite era depositado en cuclillas sobre una canastilla. A partir de ahí era recubierto por cinco o seis capas de telas atadas en forma cónica. En esas capas se depositaban diversas ofrendas que facilitaban la transformación del muerto en un ancestro. Ahí estaba el quid del asunto.

El rito mortuorio era parte de una narración sobre el destino de los seres humanos. Al morir, uno iniciaba un largo viaje y se sufrían múltiples transformaciones. Se empezaba como un cadaver desnudo y se terminaba como un tótem identificado con animales sagrados. Uno cambiaba hasta de tamaño y por ello en cada fardo hay telas de distinta talla, empezando por miniaturas. La transformación del muerto en un tótem era un ideal propiciado por las ofrendas que acompañaban al fardo.

Los Paracas sobresalen por sus trepanaciones y por la manipulación de la forma de sus cabezas. Con respecto a las trepanaciones existen dos interpretaciones. La primera enfatiza en una sociedad guerrera y en las heridas como causa de trepanaciones craneanas efectuadas para salvar vidas. En esta lectura se trata de los primeros cirujanos del Perú.

Pero, una opinión distinta enfatiza en razones rituales. En efecto, muchos individuos tienen huellas de raspados en el cráneo a edad temprana. Asimismo, en el período Necrópolis, la mayoría tiene la cabeza deformada por haberse aplicado ataduras en la primera infancia.  Alargadas a lo ancho o a lo largo, las cabezas de los Paracas eran un distintivo social que se llevaba de por vida.

Por las vestimentas y el ajuar funerario se puede distinguir fardos de hombre y de mujer. Pero, ambos tienen muchas piezas en común. Entre otras destacan bolsas simples que contienen instrumentos y material textil. El dominio de las técnicas evidencia que se trataba de una sociedad en la que el arte textil era lo más sofisticado de la vida.

Por ello, los tejedores fueron mitificados. Un famoso manto relata la escena ritual en la que personajes femeninos tejen y se transforman en serpientes. En realidad son chamanes que muestran la larga continuidad de mujeres sacerdotisas en toda la costa prehispánica. Sociedades machistas, pero basadas en una pareja primordial, que obligaba a poderosos linajes femeninos vinculados al sacerdocio.

Para terminar, agradecer al MNAAH por una muestra que nos devuelve al esplendor del antiguo Perú. Como siempre, recordándonos que el mundo andino es la clave del país.

Fuente: La República (16/10/2013)