Se ha ido Juan Granda, un historiador y activista político de izquierda que enseñó en la Universidad San Cristóbal de Huamanga durante los años ochenta, en el peor momento de Sendero Luminoso. Nunca escribió mucho. Salvo para el amplio círculo de sus amistades, fue una persona relativamente anónima. Sin embargo, su carrera expresa a quienes apostaron por la universidad en el enfrentamiento político con Sendero.
Como entidad educativa, la universidad nunca se rindió ni abdicó de su responsabilidad de formar profesionales, permaneciendo abierta durante los años del terrorismo. En ese momento, fue considerable la influencia de Sendero en la comunidad universitaria. Tanto en San Cristóbal, como en La Cantuta, San Marcos y en la Universidad de Huancayo, el PCP-SL logró captar muchos estudiantes, que conformaron le generación terrorista de los ochenta, un grupo muy distinto de los sobreideologizados cuadros originales de Sendero.
En medio de ese clima, el enfrentamiento con los profesores y alumnos de IU fue constante. Pocos izquierdistas se atrevieron a debatir con los terrucos y rescatar estudiantes con sensibilidad social de ese clima de horror. Uno de esos fue Juan Granda.
El PCP-SL no polemizaba sino que confrontaba con violencia. Amenazaba, hostigaba y eventualmente asesinaba a sus oponentes. Sin embargo, a Granda lo respetaron. Era amistoso y carecía de ambición. En cierto sentido no era peligroso porque no quería ser una figura alternativa. Su perfil era otro, pero en esa dimensión fue muy eficaz. Sus alumnos lo recuerdan como un gran profesor, capaz de contestar todas las preguntas y conversar por horas más allá de la clase.
Finalizando los ochenta fue a estudiar una maestría en Flacso de Quito. Ahí cambió su vida, tras dejar Huamanga y asentarse en Piura empezó una serie de viajes y experiencias laborales en el extranjero. Flacso fue importante en su vida porque luego, comenzando los noventa, triunfó el neoliberalismo en el mundo entero.
Este cambio político fue clave para los integrantes de la generación de Granda, quien había nacido en 1948. Cuando eran jóvenes el sentido común había sido de izquierda y el viento soplaba a su favor. La gran mayoría de personas pensantes y con sensibilidad humana apostaban por la izquierda. Un tema angustiante era la profusión de grupos de izquierda y las dificultades del posicionamiento personal. Pero había seguridades. Un izquierdista de esos días sentía que compartía un proyecto vital con la mayoría de las personas destacadas de su época. Se vivía un optimismo confiado.
Pero, a mitad de la vida vino el desengaño, de la mano del fracaso del socialismo realmente existente. La mayoría se dispersó y quedaron pocos. Entre los que sufrieron el golpe se encontró Juan Granda. Lo recibió en el plexo y perdió centralidad, iniciando sus viajes por el mundo. Conocer y deambular se convirtieron en fines por sí mismos.
Granda venía de la Juventud Estudiantil Católica y había sido de la UDP, antes de inscribirse en el PUM e IU. Su compromiso católico y la teoría marxista nunca fueron un problema, sino que confluían como una opción vital que lo acompañó hasta el fin.
Sus dos tesis universitarias poseen interés y pueden publicarse con ventaja para el público. La primera trata sobre los movimientos campesinos después de la reforma agraria de Velasco. Este texto mereció comentarios muy positivos del recordado historiador Alberto Flores Galindo.
La tesis en Flacso estudia la pampa de la Quinua durante las conquistas inca e hispana; una comunidad local durante doscientos años, entre 1480 y 1680. De chanca a mitimae y luego la dominación española. Orgullosos encomenderos y curacas interesados en hacer dinero pueblan sus páginas, que relatan la resistencia en adaptación de las poblaciones indígenas ante el orden colonial.
Fue alegre y solidario; le gustaban la música y el compromiso social. Representa al promedio de la generación izquierdista del setenta, que ha entrado al otoño final de su vida sin haber dejado un grupo de reemplazo.
Fuente: La República (02/10/2013)