El fujimorismo se ha preparado para esta contienda presidencial y abriga enormes esperanzas de ganar. Ya tenían una bancada significativa y el juicio a Fujimori anunció su capacidad para levantar sentimientos. Si bien más de medio país consideró justo que el terrorismo de Estado sea condenado; también es verdad que –en alguna medida– el resto se compadeció del reo. Ahí comenzó una campaña de posicionamiento en medios que muestra resultados. Hasta en remotas localidades aparece el anaranjado y las letras “K” que identifican la candidatura de Keiko. ¿Tiene posibilidades de triunfar?
En principio las encuestas ubican la candidatura de Keiko alrededor de un quinto del electorado. Asimismo, revelan que su intención de voto es relativamente estable y que no experimenta grandes cambios. Eso significa que tiene bastantes posibilidades de pasar a segunda vuelta. Para llegar a esta gran final se requiere alrededor de 25% y, como ella comienza con casi esa cantidad, cualquier remontada la llevará adelante. A partir de ahí la tiene difícil.
En efecto, la presidencia de Keiko significaría la gran revancha contra la última transición democrática. Vendría un ajuste de cuentas nunca antes experimentado. Las libertades fundamentales, los derechos humanos, la institucionalización del Estado y la lucha contra la corrupción experimentarían grandes retrocesos con el retorno fujimorista.
Antes de aceptarlo, el Perú se hundiría en una intensa lucha política. Por ello, es difícil que la apuesta de Keiko se imponga en las urnas. Sobradas veces el electorado ha mostrado preferencia por opciones centristas. No se escoge a quienes aspiran a agitar demasiado las aguas. Por eso, las elecciones peruanas nunca han llevado al triunfo de posiciones situadas al extremo del espectro político.
De este modo, es difícil pensar que más del 50% escoja una opción que anuncia un conflicto desgarrador, capaz de deshacer en un santiamén la larga estabilidad económica y la precaria tranquilidad política que conservamos. Ese centrismo del electorado hace que Keiko la tenga complicada y que no sea fácil su triunfo final.
Aunque las fuerzas democráticas pueden equivocarse y ser conducidas al suicidio. En este caso, su dispersión favorece a Keiko, porque el suyo es un grupo compacto, enfrentado a rivales separados. Pero, se dirá que el sistema de doble vuelta aleja estos peligros, porque al final quedará el fujimorismo frente a un demócrata u otro, y habrá un agrupamiento que los derrotará. Pero puede haber mucha acrimonia y los candidatos democráticos llegar envenenados.
¿Cómo votará el APRA en segunda vuelta? Digamos que los rivales sean Keiko versus Toledo. Se sabe que García acepta a Castañeda, pero no a Toledo y se sospecha que el largo maridaje con el fujimorismo en el Congreso prepara al PAP para el entendimiento de cara a la decisión.
Por su parte, Ollanta aparece retrocediendo en todas las encuestas y pasando al cuarto o quinto lugar. En ninguna figura segundo y es el único al cual Keiko derrotaría con facilidad. Aún es temprano y el voto rural siempre está escondido a estas alturas, pero hoy parece resignado a colocar una bancada respetable.
Este panorama conduce a Castañeda o Toledo. Ambas candidaturas disponen de vasos comunicantes; lo que pierde uno lo gana el otro. Por eso, cualquiera de los dos ganará la vuelta decisiva si se mantienen cerca y atraen al electorado de Ollanta. Pero si se pelean feo y sus votantes se resienten, algunos fugarán al rival y entonces Keiko puede imponerse. Para evitar el retorno de los tiranosaurios se necesita una coalición y armarla dependerá del talento de Toledo, Castañeda y Humala.
Fuente: La República (11/08/2010)