Esta semana se presenta el libro editado por Alberto Adrianzén sobre las izquierdas de los 1980 y la experiencia de IU. Es un indudable aporte para la historia política, ya que el sujeto izquierdista pocas veces ha sido abordado. Está compuesto por dos ensayos introductorios escritos por Osmar Gonzales y el mismo Beto Adrianzén, quienes analizan el período y los actores. Luego, una segunda sección contiene dos importantes ensayos escritos por protagonistas de primera fila; se trata de Francisco Guerra García, que escribe por los barrantistas, y Javier Diez Canseco, que analiza sus posturas como líder radical. A continuación, unas 25 entrevistas a otros protagonistas contribuyen a la enorme masa de información que contiene este texto.
La tesis de Guerra García es muy coherente. IU habría fracasado por no resolver sus contradicciones internas entre moderados y extremistas. Los primeros encarnaban una opción de izquierda democrática, mientras que los segundos representaban el ultrismo, partidario de la dictadura revolucionaria.
Pero, esta explicación tan directa no resume los hechos. En efecto, al dividirse IU, la escisión no se produjo entre moderados y radicales. Por el contrario, Barrantes fue acompañado por algunos moderados, pero en IU permanecieron otros, e incluso la encabezaron. Los grupos más democráticos y prudentes, como Izquierda Cristiana y el PCP, permanecieron en IU y un moderado como Pease fue candidato contra Barrantes. Por ello, la disputa entre moderados y radicales –que existió– no fue determinante del rumbo de IU.
Por otro lado, el ensayo de JDC ofrece distintas variables para explicar el apogeo y crisis de IU. Plantea la existencia de cuatro grandes tensiones internas y las estudia en extenso. Su análisis es ordenado y se sustenta en numerosas resoluciones aprobadas por los órganos de dirección de IU.
El primer gran debate interno habría sido entre los que planteaban la presencia de una seria crisis del régimen y quienes pensaban que la democracia tenía larga vigencia. Uno de los hitos de esta cuestión se condensó en la Asamblea Nacional Popular, organizada en Villa El Salvador en 1987.
Según el análisis de JDC, los acuerdos fueron positivos, pero lamentablemente no se concretaron.
Otra tensión fue la amplitud de la alianza, si seguía siendo integrada por partidos o se abría a los simpatizantes que elegirían a los dirigentes en forma democrática. Una vez más, JDC sostiene que los acuerdos fueron bien encaminados, pero no se cumplieron y cuando se quiso hacerlo, entonces se dividió.
Un tercer tema donde los acuerdos fueron correctos, pero que no se implementaron, fue el tratamiento de las contradicciones internas. Aunque se predicaba pluralismo, en realidad se practicaba sectarismo. El resultado, un constante ánimo rupturista, que mantuvo paralizada a IU.
La última tensión interna de IU habría sido en relación a la violencia. Mientras que los moderados habrían entendido que el poder no nace del fusil, sino del consenso; los radicales habrían vacilado ante la guerra interna. Pero, en la realidad, Sendero nunca tendió puentes ni hubo posibilidad alguna de alianza. Por el contrario, SL muy rápidamente estaba asesinando dirigentes sociales y autoridades políticas de IU. Así, el debate entre las izquierdas fue ideológico. Su tema fue la concepción del Estado y el papel de la violencia. Pero, ninguno de los integrantes de IU fue protagonista de hechos de violencia política. Importaban las palabras y no los hechos.
Por ello, el problema principal a explicar es por qué IU era un grupo tan ideologizado, que no discutía lo que hacía, sino las ideas a ser proclamadas.
Al fondo emerge una antigua tradición. A misa se va el domingo y se predican palabras, que no se practican entre lunes y sábado. Pero, si alguien quiere cambiar el discurso, entonces la guerra es a muerte. Es una cultura política que acepta como natural el abismo entre promesa y realidad, haciendo del dogma su razón de ser.
Fuente: Diario La República