La semana pasada, el Congreso estuvo a punto de censurar a dos ministros y precipitar un fuerte choque entre dos poderes constitutivos del Estado. Este ambiente enrarecido hubiera podido recalentarse si súbitamente el gabinete Valdés se hubiera presentado en el Congreso a pedir un voto de confianza, como ha trascendido estuvo en debate en el Consejo de Ministros. Estas tensiones expresan el difícil momento de Gana Perú, que carece de cuadros suficientes para manejar ambos poderes y no tiene clara su política de alianzas para atraer nuevas figuras de peso.
Además, la eventual censura hubiera significado la ruptura de la bancada oficialista, puesto que los parlamentarios de izquierda la habrían apoyado y con ello consumado la división. Al evitarse la moción de censura con la renuncia de los ministros se ha evitado el quiebre de la bancada, pero su fragilidad es evidente y cualquier día puede consumarse.
Por su lado, el grupo Ciudadanos por el Cambio continúa profundizando su nueva línea táctica de brindarle apoyo crítico al gobierno. En este camino, CxC tampoco ofrece una cantera de cuadros listos a asumir responsabilidades gubernamentales. El gobierno no puede apoyarse en ellos y cada día lucen más distantes. Las izquierdas están de salida o puestas al margen.
Asimismo, la bancada Alianza Parlamentaria, integrada por Somos Perú, Perú Posible y Acción Popular, también ha tomado distancias del gobierno. Incluso, uno de sus congresistas, Vitocho García Belaunde, es voceado como candidato a la presidencia del Congreso y como van las cosas, bien podría ser que éste sea su año, cuando se cumpla su viejo sueño de presidir el Legislativo. Pero, en ese caso, el oficialismo perdería la mesa directiva al segundo año de gobierno. En esta perspectiva, seguramente se acrecentarán sus dificultades de gobernabilidad.
Para empezar, sólo quedaría la bancada fujimorista como eventual aliada para mantener el control del Congreso. Efectivamente, si se terminan de ir las Izquierdas y Alianza Parlamentaria juega sus propias cartas, el gobierno tendría pocas posibilidades, salvo resignarse a perder el Legislativo. Si quiere evitarlo, el abrazo con el fujimorismo es su última opción. Pero, en ese caso, se produciría un cambio político fundamental. En vez de gobernar con sus electores y la coalición que hizo campaña por él, el presidente Humala acabaría gobernando con sus rivales de segunda vuelta.
¿Un cambio de esta naturaleza mejoraría la gobernabilidad democrática? Difícil. Los electores lo verían como burla a su voluntad y aumentaría el desprestigio del sistema político. Pero, el gobierno estaría muy tentado, porque siente que no puede perder los resortes del Estado. Si la presidencia del Congreso acaba en manos de la oposición y ésta toma el proceso como una victoria contra el Ejecutivo, las pugnas aumentarían en forma exponencial. Además, recién está por comenzar el segundo año de gobierno y, al ritmo de cambio de ministros que nos encontramos, un conflicto serio con el Legislativo sería el acabose.
Ante esta posibilidad, solo queda la serenidad de las partes. El gobierno y sus aliados deben entender que es preferible mantener la coalición que los ha llevado al poder. Toca al gobierno reconocer sus errores y abrir puertas a un mayor compromiso con sus electores. Asimismo, es hora de deponer afanes individuales y pensar en cómo mantener la democracia en el Perú. Ya una vez se ha venido abajo en el pasado inmediato. No repitamos los errores del período 1990-1992, cuando todos los actores políticos crearon las condiciones para que un líder autoritario consume sus propósitos.
Es tal la fragilidad de la democracia peruana que, cada vez que se han enfrentado radicalmente Ejecutivo y Legislativo, el sistema se ha venido abajo, terminando en golpe autoritario. En estas semanas de cambio de ministros y renovación de la mesa directiva del Congreso, una dosis de prudencia sería bienvenida.
Fuente: La República