En su columna del diario La República, el reconocido periodista destaca los aportes que ha brindado nuestro instituto al Perú para la comprensión de sus principales problemas. A continuación reproducimos el texto.
La contribución del Instituto de Estudios Peruanos.
El IEP cumplió ayer 7 de febrero su primer medio siglo, un tiempo en el que se ha distinguido como uno de los centros más importantes para el debate de las ideas en el país.
Fue fundado en 1964 por un grupo de intelectuales como Augusto y Sebastián Salazar Bondy, José María Arguedas, Luis Eduardo Valcárcel, María Rostworowski, Alberto Escobar, John Murra, Aníbal Quijano, Rosalía Ávalos Alva y José Matos Mar, para establecer un espacio institucional independiente para el estudio de las ciencias sociales.
A fines de los sesenta, cuando empezaba el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado, el IEP lanzó la serie editorial ‘Perú Problema’ que fue fundamental para el análisis y el debate del país.
Durante los setenta, el IEP desarrolló investigaciones históricas con una visión de nuestro pasado que ponía de relieve el papel del mundo andino, entre las que destacan los trabajos de Rostworowski y Murra.
Asimismo, en dicho contexto, el IEP centró sus investigaciones en asuntos como la reforma agraria y del papel del estado, y en el surgimiento de nuevos grupos sociales.
Estos temas dan lugar a la publicación de varios libros y documentos valiosos, pero hay uno de ellos, ‘Clases, Estado y Nación’, de Julio Cotler, que se vuelve fundamental para el entendimiento del Perú y que, al mismo tiempo, contribuye a forjar la personalidad del IEP que es apreciada en el país y en el exterior.
Luego, en los ochenta, aparece otro libro que marca el tiempo, ‘Desborde popular y Crisis del Estado’ de Matos Mar, tras lo cual la inapreciable producción intelectual del IEP no se ha detenido gracias al trabajo de un gran equipo de intelectuales en el que sería injusto mencionar solo algunos nombres pues ello implicaría dejar de lado a muchas personas, pero en el que yo quisiera distinguir a ese gran peruano que fue Carlos Iván Degregori.
Pude volver a constatar la estupenda contribución del IEP al pensamiento de las ideas en el Perú en estos días en los que he culminado esas ‘limpiezas’ de biblioteca que uno hace cada lustro, para botar lo irrelevante y quedarse con eso que realmente vale la pena atesorar en el siempre limitado espacio.
Su producción intelectual es, sin duda, valiosa, pero para mí lo mejor de una institución siempre está en su gente. Es por eso mi cariño y agradecimiento al IEP, por ser un espacio plural con personas buenas, al que siempre es un placer acercarse, a través de sus libros, sus mesas verdes, sus investigadores, su rigurosidad y tolerancia a la diversidad.
Que los cincuenta años que viene sean tan valiosos como los que el IEP acaba de cumplir, y que siga siendo ese espacio amigable y riguroso que tanto bien le hace al Perú.
Fuente: La República (08/02/2014)
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