***Artículo escrito por nuestra investigadora principal, Patricia Zárate, para Andina ► https://bit.ly/2KC5a1Q
La democracia está a la defensiva en las Américas y alrededor del mundo. Con esta frase inicia el último informe del Barómetro de las Américas para Perú: Cultura política de la democracia en Perú y en las Américas, 2016/17. Un estudio comparado sobre democracia y gobernabilidad. Este ejercicio de medición, que hacemos cada dos o tres años, nos da una mirada conjunta de lo que opinan los ciudadanos sobre la democracia y las instituciones que la sustentan.
En esta ronda, la percepción de la corrupción y su penetración en la política es el tema que marca al Perú y otros países del continente. Transparencia Internacional habla de tres tipos de corrupción: uno, corrupción a gran escala, la que se comete en los niveles más altos del gobierno; dos, corrupción menor, el abuso cotidiano del poder de los funcionarios públicos en su interacción con la ciudadanía; y tres, corrupción política, la manipulación de políticas, instituciones y normas de asignación de recursos.
La ciudadanía identifica claramente estos tres tipos de corrupción. Probablemente, la corrupción a gran escala es la que contribuye a que se identifique cada vez más a la corrupción como uno de los problemas más graves del país. La corrupción como problema pasó del 10% en el 2014 a 27% en el 2017, superando incluso la percepción en Brasil, donde se inició la operación Lava Jato.
Cuando en el Barómetro de las Américas analizamos la victimización por corrupción, nos referimos a esa corrupción menor que se presenta en las instancias en las que la ciudadanía ha sido víctima del poder del funcionario. Esta se ha mantenido en un nivel similar en los años de medición en el país (no mayor a 30%, salvo en el 2010) y nos ha ubicado, por lo general, en los primeros cinco lugares en comparación con otros países de la región.
La relación entre corrupción y política es quizá el dato más relevante de la encuesta, 91% de los peruanos cree que la mitad o más de los políticos están involucrados en actos de corrupción.
La corrupción no solo afecta la calidad de vida de la población, sino que puede acarrear consecuencias políticas perniciosas. Una ciudadanía decepcionada de sus líderes políticos, porque piensa que son corruptos, puede caer en la tentación de soluciones populistas o autoritarias o decepcionarse por completo de la política.
En un país donde el 51% de la población justificaría un golpe militar por altos niveles de corrupción y con los más bajos niveles de confianza en los partidos políticos (7.5%), la desafección política, lamentablemente, es la consecuencia lógica.
La corrupción parece poner contra las cuerdas a nuestra aún frágil democracia. ¿Qué hacer? Desde el Gobierno se tiene que fortalecer al Estado, y la ciudadanía debe involucrarse en política. Solo así tendremos líderes capaces y honestos y atentos a las necesidades de los peruanos.