El Perú es el país con mejor entorno para el desarrollo microfinanciero por sexto año consecutivo, según el Intelligence Unit de The Economist. El sistema financiero peruano, el tradicional y las microfinanzas, se ha diversificado y ha crecido consistente y sostenidamente en los últimos quince años. Hoy somos un ejemplo de buena regulación financiera. Ahora, nos falta lograr que estas bondades sean útiles para cada vez más peruanos, que requieren servicios financieros para sus proyectos, para sus sueños, y poder aprovechar las oportunidades de una economía en crecimiento.
Nos falta mucho para lograr procesos masivos de inclusión financiera. Es decir, para que grandes colectivos de peruanos puedan acceder y usar productos y servicios financieros con conocimiento de sus costos, riesgos y condiciones, y con niveles de protección al consumidor adecuados. A pesar de los esfuerzos por expandir los servicios, por acercarlos a nuevos grupos de clientes, estamos rezagados. De acuerdo con el Findex del Banco Mundial para el 2011, solo el 20% de los adultos en el Perú tenemos una cuenta en una entidad financiera formal, y solo el 9% deja algún dinero en su cuenta (el resto recibe ahí pagos y retira el íntegro de lo depositado). El promedio de adultos con una cuenta en América Latina es de 39%, y en el mundo, de 51%. Incluso entre los grupos más acomodados, la clase media y los ricos, solo el 31% tiene una cuenta. Respecto al crédito estamos un poco mejor, pero igual con un largo camino por recorrer.
Hay mucho que hacer. Mantener la expansión del sistema financiero para acercarlo a la gente: más corresponsales no bancarios (agentes), cajeros, POS, innovar en productos y simplificar procedimientos sin sacrificar la protección al consumidor son algunas de las tareas desde la oferta y el regulador. Pero tenemos sobre todo que trabajar con la demanda, con los clientes actuales y con los que aún no lo son, para que conozcan y presionen al sistema por los productos y servicios que requieren. Para ello es clave promover esfuerzos de educación financiera, desde muy temprano en la vida.
La educación financiera es una obligación y una gran inversión. Si bien fuimos pioneros en la región en programas y proyectos innovadores en este sentido, es recientemente que las instituciones públicas han asumido la importancia de la educación financiera como parte de las políticas públicas. La SBS, el MEF y el Midis han tomado el tema como parte de su agenda, y eso está muy bien y hay que saludarlo. Sin embargo, donde realmente se ve el cambio más relevante es en el Ministerio de Educación (Minedu), que ha incluido en la actual reforma curricular la educación financiera como parte de los aprendizajes para la vida. Esto implica que en los ajustes curriculares de la escuela, el tema financiero, el manejo de los recursos, será parte de las competencias que todo peruano debe desarrollar durante su escolaridad.
El Minedu viene trabajando para incorporar la educación financiera en dos de los ocho aprendizajes fundamentales: el de ejercicio de ciudadanía y de capacidades para aprovechar oportunidades. Es dentro de cada uno de estos aprendizajes que se están definiendo cuáles serían las competencias necesarias que deben desarrollarse para alcanzar los aprendizajes esperados en los temas económicos, financieros y de emprendimiento.
La iniciativa pública de incorporar la educación financiera en todos los niveles, desde la escuela hasta las campañas de información y formación a grupos excluidos, abre una posibilidad de colaboración con el sector privado. Los intermediarios financieros, sus gremios y varias entidades de la sociedad civil vienen desarrollando iniciativas de educación financiera que van desde cursos en universidades, mercados y centros de desarrollo microempresarial, hasta ferias, obras de teatro, radionovelas y cómics. Hay que aprovechar estos esfuerzos privados para que sumen, para que sean insumo para el sector público. El objetivo es claro: que más peruanos podamos usar servicios financieros que nos permitan crecer e incluir.
Fuente: Revista Poder