Lee la columna de Martín Tanaka, investigador principal del IEP, escrita para el diario El Comercio. ► https://bit.ly/2VLTS5y
(Foto: GEC/Archivo Histórico).
¿Cómo evaluar la responsabilidad de Abimael Guzmán en las más de 69.000 muertes que, según el cálculo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), sufrió nuestro país entre 1980 y el 2000? Como señaló la CVR: “es Guzmán quien tiene la responsabilidad mayor en el diseño de una estrategia militar que buscaba consciente y constantemente utilizar métodos terroristas para capturar el poder e implementar un proyecto estatal totalitario”. Sin embargo, hay mucho más que puede decirse para subrayar esa responsabilidad.
Las fuerzas de izquierda revolucionaria en todas partes del mundo han considerado diversas estrategias insurreccionales para la toma del poder, pero Guzmán y Sendero Luminoso pertenecen a una estirpe muy particular. En toda América Latina, hubo experiencias guerrilleras en los años 60 y 70; José Mujica, en Uruguay, y Dilma Rousseff, en Brasil, participaron en ellas y muchos años después llegaron a la presidencia de sus países. En 1979, el FSLN tomó el poder por las armas en Nicaragua, y durante la década de los 80, en El Salvador y Guatemala, el FMLN y la URNG contaron con un importante respaldo (el FMLN llegó a la presidencia mediante elecciones en el 2009 y en el 2014). En 1974, en Colombia, el M-19 se sumó a otros grupos insurgentes como las FARC y se convirtió luego en partido político en 1990. En 1980, el ERP argentino asesinó al exdictador nicaragüense Anastasio Somoza en las calles de Asunción, y en 1986 el FPMR intentó asesinar a Augusto Pinochet. Pero en general, si bien algunas izquierdas revolucionarias apelaron a la violencia, el principio central era ganar el apoyo de la población y aislar a las fuerzas de la represión, clave en el triunfo de los revolucionarios cubanos en 1959 y fuente de su legitimidad inicial. En general, los revolucionarios reclamaban la legitimidad de su insurgencia porque enfrentaban dictaduras o regímenes en los que las salidas democráticas o legales parecían cerradas.
Pero en el Perú, mientras el conjunto de la izquierda peruana apostaba por la participación en democracia, obteniendo un importante respaldo electoral, Sendero Luminoso inició sus acciones armadas en 1980 y el MRTA en 1984. Con todo, el MRTA puede entenderse un tanto según los cánones de las guerrillas centroamericanas de entonces y es importante mencionar que la dirección del MRTA (Alberto Gálvez, Peter Cárdenas y Víctor Polay) ensayaron en junio del 2003, en una sesión ante la CVR, una autocrítica, pidieron perdón y expresaron sus condolencias a los familiares de sus víctimas.
Guzmán pertenece a otra estirpe. Desarrolló una ideología mesiánica, basada en el culto a su personalidad, ubicándose como “cuarta espada”, sucesor de Marx, Lenin y Mao, y “faro de la revolución mundial” en un mundo según el cual el conjunto de la izquierda peruana e internacional eran “revisionistas” a los que había que combatir “implacablemente”. Su pretendida “ideología científica”, “todopoderosa porque es verdadera”, justificó el uso sistemático del terror y del asesinato con niveles escalofriantes de violencia. La lógica de “inducir al genocidio”, “pagar la cuota de sangre”, “batir el campo”, el desprecio por las “mesnadas” y los “yana umas”, explican las miles de muertes atribuidas a Sendero Luminoso, bajo la autoría mediata de Guzmán, quien jamás mostró el más mínimo arrepentimiento.
Las ideas de Guzmán no son consecuencia de una lectura surgida de la realidad peruana, sino una mala copia de las tesis de Mao referidas al “capitalismo burocrático”, formado por capitales provenientes de “grandes terratenientes”, que explicarían el supuesto carácter “semifeudal” del país. De allí que Sendero no tuviera el apoyo del campesinado ni expresara sus demandas, y que buscara imponerse a través del terror y el amedrentamiento. En lo que Guzmán sí tuvo relativo éxito fue en reclutar y adoctrinar a una capa radicalizada de jóvenes que siguieron la retórica de “la rebelión se justifica”. Es lo que hay que combatir como país para que los sucesos del pasado no se repitan. Seguiré con el tema.