[COLUMNA] Aspirantes a fascistas (3), por Martín Tanaka

Lee la columna «Aspirantes a fascistas (3)» escrita por Martín Tanaka, investigador principal del IEP, para el Diario El Comercio ► http://bit.ly/48giXrV

En las últimas dos semanas, he comentado sobre la relevancia de la amenaza del fascismo en el mundo en general y en nuestra región en particular, resaltada por académicos de todo el mundo en un manifiesto de junio de este año. Existe en las ciencias sociales un amplio debate sobre cómo caracterizar al fascismo y cómo distinguirlo de otras propuestas políticas, como las populistas de derecha y formas radicales y extremistas de conservadurismo.

Para empezar, concuerdo con que el fascismo es una amenaza del presente, más allá de las diferencias con sus manifestaciones “originarias” de la primera mitad del siglo pasado; es decir, se trata de un fenómeno político con una esencia que adopta particularidades según diferentes épocas y contextos. Esa esencia consiste en una forma particular de extremismo, donde se cuestionan las prácticas democráticas y se aboga por lógicas decisionistas y autoritarias. Se cuestionan el liberalismo, el pluralismo y el respeto a las instituciones. Además, a diferencia de prácticas populistas y otras formas de radicalismo de derecha, más pragmáticas o difusas en lo ideológico, el fascismo se basa en un cuerpo doctrinario más articulado y fundamentalista. De esto se desprende una lógica “salvífica” de la práctica política, un sentido de misión, en la que además los adversarios son demonizados y percibidos como enemigos a liquidar, por lo que se suele justificar y hasta proponer el uso de la fuerza y de la violencia como forma de acción política. En este cuerpo doctrinario suelen establecerse lógicas dicotómicas como en los populismos, pero más articuladas; en Europa y Estados Unidos el ultranacionalismo y la xenofobia suelen ser elementos claves; en América Latina, la tradición fascista se alimenta del nacionalismo, del corporativismo y concepciones hispanistas y católicas conservadoras.

En nuestro país, el referente más cercano al riesgo de pasar de un populismo de derecha radical a posturas abiertamente fascistas se encarna en el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga. Durante la campaña presidencial del 2021 y durante la campaña para la alcaldía de Lima en el 2022, podría calificarse a López Aliaga como un populista de derecha, parte de un giro más amplio en la derecha peruana, de la que también formó parte Keiko Fujimori con Fuerza Popular. Pero de cara a su postulación en las elecciones del 2026, López Aliaga desarrolla discursos cada vez más alarmantes. Recientemente, en el foro “Europa Viva 25”, organizado por el partido Vox de España, López Aliaga esbozó un discurso basado en una identidad católica ultraconservadora, desde la cual llama a iniciar un proceso de “reconquista cristiana”, causa por la que valdría la pena convertirse en mártir y dar la vida. Esta lucha se daría contra un gran enemigo, que sería la izquierda, encarnación del mal, por ser “mentirosa, asesina y ladrona”. Este mal se manifestaría de maneras muy diversas, en los “rojos” y en el “progre caviar”, así como en las mareas verde (la defensa del derecho al aborto), negra (la corrupción transnacional “promovida” por entes como el Foro de Sao Paulo) y roja (dictaduras comunistas como la venezolana, nicaragüense o cubana). Se trata de un discurso además agresivo, descalificador, insultante, por lo que no extraña que de esa violencia verbal se desprendan llamados a liquidar a periodistas incómodos.

Es fundamental que las derechas democráticas marquen distancia y aíslen estos discursos de odio.