[COLUMNA] Aspirantes a fascistas, por Martín Tanaka

Lee la columna «Aspirantes a fascistas» escrita por Martín Tanaka, investigador principal del IEP, para el Diario El Comercio ► http://bit.ly/45LUb1s 

La semana pasada pudimos contar con la presencia, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, del historiador argentino Federico Finchelstein, profesor del New School for Social Research de Nueva York, estudioso del fenómeno del fascismo y autor del libro “Aspirantes a fascistas. Una guía para entender la principal amenaza a la democracia” (Taurus, 2024).

Uno de los aportes más importantes de Finchelstein es su intento de pensar la relación entre el fascismo y el populismo, este último muy propio de nuestra tradición latinoamericana. Así, el autor llama la atención sobre las similitudes y diferencias de estos fenómenos políticos; el populismo sería una suerte de versión autoritaria de la democracia, donde confluyen lógicas antiliberales pero con cierto respeto por la voluntad de la mayoría, y se habría construido intentando mantener distancia con el fascismo, derrotado después de la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, el fascismo tendría un cuerpo doctrinario más fuerte, marcado por su carácter de extrema derecha, ultranacionalista y xenófobo, a diferencia de la ambigüedad y el pragmatismo que serían propios de los populismos.

Lo preocupante del tiempo reciente sería que algunos liderazgos populistas se deslizan por la pendiente que conduce al fascismo; así, han aparecido liderazgos de nuevo tipo, “aspirantes a fascistas”, donde el presidente Trump de los Estados Unidos sería un ejemplo emblemático. En esta deriva hacia formas más duras de autoritarismo se enfatiza el discurso polarizador en contra de los “enemigos” del pueblo y de la nación, se apela a la violencia y se busca la instauración de dictaduras abiertas que encarnen la voluntad de los líderes sin restricciones institucionales. El libro de Finchelstein ha generado interés y debate porque advierte que el desplazamiento del populismo hacia el fascismo sería una seria amenaza para muchas de nuestras democracias, asediadas por una ola autocrática que recorrería el mundo.

Como toda propuesta que aborda un tema complejo, se pueden discutir muchos de los argumentos del autor, lo que no desmerece sus muchos aportes y planteamientos sugerentes. Desde una lectura personal, considero que la diferencia principal entre fascismo y populismo está en el carácter ideológico, dogmático y fundamentalista del primero, a diferencia de las muchas inconsistencias del segundo. Esta diferencia permite entender por qué el fascismo termina recurriendo a cuatro prácticas que Finchelstein resalta: el uso de la violencia y la militarización de la política; el uso de mentiras, mitos y propaganda; el recurso de la xenofobia y, por último, la construcción de formas dictatoriales de régimen.

En particular, me parece especialmente útil la idea de que el fascismo tiene una relación muy particular con la “verdad” y los “hechos”. Los fascistas no solo mienten, también se creen sus mentiras e intentan “convertirlas” en realidades, imponiéndolas sobre los demás. Dado que su visión del mundo es ideológica, la construcción de la realidad está permeada de mitos y dogmas que resultan la fuente de conocimiento y de verdad. Por esta razón, quienes se dejan seducir por estos estilos y liderazgos resultan impermeables a la verificación de datos, a la contrastación de hechos y a la argumentación crítica. Y estos procedimientos pasan a ser descalificados como parte de la defensa del orden que se pretende destruir. Lamentablemente, en nuestro debate público este tipo de retórica ya está plenamente instalada, incluyendo a buena parte de la actual élite gobernante.