Lee la columna de nuestra investigadora principal, Carolina Trivelli ► https://bit.ly/3eim8B5
Hasta ahora lo rural no ha estado en las propuestas ante la emergencia del Covid-19. Se entiende el porqué, pero urge incorporarlo. Allí vive un grupo importante, y vulnerable, de peruanos y de ahí viene la mayor parte de los alimentos que consumimos.
Hay que actuar en tres áreas. Primero, la salud. Hoy, no sabemos cómo avanza el contagio del virus en lo rural. Necesitamos una estrategia de testeo, seguimiento y protocolos de atención a pacientes en condiciones de dispersión. Junto con ello, se requiere una estrategia de información rural mínima sobre prácticas (de lavado de manos, cuarentena para contagiados, etc.) acompañada de la provisión de insumos para adoptar dichas prácticas.
Segundo, hay que ampliar los esquemas de protección que ya se han activado para lo urbano para que los hogares rurales, que enfrentan una mayor tasa de pobreza y vulnerabilidad (antes de la emergencia la tasa de pobreza rural era 42%, 2.5 veces la tasa de pobreza urbana), accedan a los recursos mínimos para enfrentar este complejo tiempo. Si bien hay mayor cobertura de programas sociales en lo rural, estos hoy resultan insuficientes para hacer frente a la emergencia.
El esquema de protección es necesario pues con la emergencia, las familias rurales, pobres y no pobres, tendrán menores ingresos. Sea porque hay menos trabajo agrícola y no agrícola, en la chacra o en el pueblo vecino, por la reducción en las remesas que reciben de familiares y/o porque sus ingresos por la venta de productos agropecuarios vienen cayendo (ante la menor demanda urbana y las mayores restricciones para las ventas de alimentos frescos).
En tercera instancia, está la necesidad de intervenir en lo rural para asegurar que los circuitos de producción de alimentos no se detengan. El productor de alimentos opera con rezago por sus plazos de producción y ciclos estacionales. Si los productores no pueden vender bien, por ejemplo, su papa, no tendrán cómo volver a sembrar. Los productores pecuarios ante la menor demanda han de mantener a sus animales en pie, y por ende alimentarlos asumiendo mayores costos. Hay que apoyar su proceso productivo hoy para asegurar la disponibilidad de alimentos mañana.
Para lo primero, la salud, urge un equipo de respuesta desde el Minsa con gobiernos regionales y municipios. Para lo segundo, programas de empleo temporal rural y la ampliación de la cobertura de los bonos en efectivo hacia los hogares rurales (a cargo del Midis y Mintra). Esto exige un padrón de hogares rurales y alguna innovación para el pago ante la escasísima presencia de entidades financieras en el medio rural. Para lo tercero, es necesario un paquete de apoyo desde el Minagri, con apoyo de otros sectores y gobiernos regionales, pero sobre todo articulando alianzas con actores privados de la cadena alimentaria: transportistas, redes de mercados, procesadores de alimentos, molinos, etc. Se requerirán acciones diferenciadas por tipo de productos, por región, por cadena de valor. Mucho trabajo de coordinación e implementación con muy pocas manos disponibles para ello.
Pero, además de atender las consecuencias de la emergencia del Covid-19 en el mundo rural con estas medidas especiales y temporales, hay que comprometernos –como en el caso de las pensiones– a generar una discusión más estructural sobre cómo transitar hacia una transformación rural que cierre la enorme brecha en bienestar y en oportunidades que enfrentan los pobladores rurales, por ellos y para ellos, pero también para asegurar, y poner en valor, el aporte de lo rural a la alimentación y a la economía del Perú.