[COLUMNA] «Censo e identidad», por Martín Tanaka

Lee la columna «Censo e identidad» escrita por Martín Tanaka, investigador principal del IEP, para el Diario El Comercio ► https://bit.ly/4fri2GX

Esta semana se inició el recojo de información del censo 2025, instrumento imprescindible para tener una imagen precisa de la realidad del país y desde ella planificar e implementar mejores políticas públicas.

En los últimos meses, se suscitó cierta controversia en torno a la realización de preguntas referidas a la identidad étnica. En el censo 2017 se incluyó por primera vez una pregunta al respecto: “Por sus costumbres y sus antepasados, ¿usted se siente o considera: quechua, aimara, nativo o indígena de la Amazonía, perteneciente o parte de otro pueblo indígena u originario, negro, moreno, zambo, mulato, pueblo afroperuano o afrodescendiente, blanco, mestizo u otro?”.

Un 62,2% se identificó como mestizo, un 22,3% como quechua, 5,9% como blanco, 3,6% como afrodescendiente y 2,4% como aimara (las demás categorías sumaron 5,6%, incluyendo quienes no respondieron).

Para el censo de este año, hubo un debate sobre si mantener estas mismas categorías; algunos sugirieron eliminar la categoría “mestizo”. El debate no resulta trivial, porque pequeñas modificaciones en el cuestionario pueden alterar grandemente los resultados. En la encuesta de mayo del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), a una parte de los entrevistados se les repitió la pregunta del censo del 2017; a otra se le hizo la misma pregunta, pero sin mencionar la opción “mestizo”. Los resultados fueron elocuentemente diferentes. En el primer grupo, un 51,4% se identificó como mestizo, pero solo 17,4% en el segundo. Al comparar los resultados con y sin la mención a la opción “mestizo”, la identificación como quechua subió de 20,2 a 30,9%, y la de afrodescendiente pasó de 4,6 a 14,5%.

Como puede verse, las maneras de preguntar llevan a muy diferentes resultados, y detrás de las primeras se hallan diferentes intenciones, con profundas repercusiones políticas. Una cosa es incentivar el “redescubrimiento” y valoración de las identidades étnicas primarias, otra promover una identidad mestiza como fuente de la identidad peruana. Pero, además, “mestizo” resulta una categoría excesivamente amplia, que convendría descomponerla.

En la encuesta de julio del IEP intentamos precisar más estas cuestiones, y encontramos que prima una definición de mestizaje bastante inclusiva: un 48% de los entrevistados considera que la identidad peruana tiene su base, principalmente, en “la mezcla de muy diferentes culturas y grupos étnicos (indígena, español, negro, europeo, asiático y otros), frente a un 18% que tiene una concepción más restringida, basada en “el mestizaje entre lo indígena y lo español”. Solo un 14% reivindica lo que podríamos considerar un componente hispanista (el idioma español y la religión católica), y un 11% un componente prehispánico (la cultura indígena prehispánica). Un reconocimiento a la amplitud de raíces de nuestra identidad se expresa en la inclusión de las categorías “nikkei” y “tusán” en el censo de este año.

Acaso lo ideal sería una concepción de la peruanidad en la que toda nuestra diversidad étnica tenga plena acogida, sin menoscabo de ninguna, tarea necesaria dada nuestra tradición de racismo y discriminación. Sin embargo, en los últimos años, marcados por la polarización y las controversias políticas, se proponen visiones “hispanistas” de la identidad peruana, así como visiones “etnicistas” de los movimientos sociales; al mismo tiempo, visiones monocromáticamente “críticas” y de “denuncia” de los males de nuestra historia, a las se contraponen visiones edulcoradas y simplistas. Urge salir también de esas dicotomías empobrecedoras.