[COLUMNA] Cuando votar ya no entusiasma, por Patricia Zárate

A un año de las elecciones generales, persiste una fuerte desconfianza en las elecciones. Este no es un fenómeno nuevo. En 2023, el Barómetro de las Américas ubicó a Perú entre los países con menor confianza en las elecciones, junto con Colombia y Haití. En la última encuesta del IEP, un 37% de peruanos declaró no confiar en absoluto en las elecciones, sobre todo en las zonas rurales, entre los más pobres y en el norte, sur y oriente del país.

Este desencanto impacta directamente en el interés por el próximo proceso electoral. Aunque los más jóvenes muestran mayor interés en las próximas elecciones que los otros grupos etarios, y representan un segmento clave del electorado, persiste el desafío de recuperar la confianza, el interés y el sentido de representación entre los sectores más vulnerables, que hoy se sienten excluidos.

Plantear que la solución pasa únicamente por reducir el número de partidos, implementar elecciones primarias u otras reformas institucionales, es un enfoque insuficiente —y en cierto sentido, complaciente. El problema es más profundo. Se necesita que nuevos liderazgos, aún fuera de la política, se involucren y contribuyan a renovar, aunque sea en parte, un escenario político que hoy genera más apatía que esperanza.

El grado de apoyo y entusiasmo que ha generado en muchos sectores la designación del cardenal Robert Prevost como Papa muestra, sin embargo, que esta apatía no es absoluta. No se trata de que los peruanos hayamos caído en una depresión colectiva, sino de que somos conscientes del grado de precariedad tanto de nuestra clase política como de los potenciales candidatos que asoman en el partidor.