Lee la columna de nuestra investigadora principal, Carolina Trivelli ► https://bit.ly/3dGsSsy
El reporte del estado mundial del dinero móvil (de GSMA) trae evidencia del enorme progreso (prepandemia) del uso de dinero móvil en el mundo. Para el 2019 había ya más de mil millones de usuarios registrados, 37% de ellos activos (90 días) en alguno de los 290 despliegues de dinero móvil analizados en 95 países. Veintiuna de estas operaciones tenían, a diciembre del 2019, más de cinco millones de clientes activos.
Hoy, estos despliegues ofrecen un abanico creciente de servicios financieros –ahorro, pagos, transferencias, crédito, sobregiros, seguros, inversiones, fondos para jubilación, etc.– y más de 60% ya registran utilidades.
Estas operaciones de dinero móvil o electrónico mueven más de US$22 mil millones (dato de diciembre del 2019) a través de sus plataformas y de una red de más de 1,4 millones de agentes corresponsales. Cifras que sin duda han crecido durante la pandemia. El futuro se ve prometedor para el dinero móvil y para los servicios financieros digitales.
Si bien el crecimiento es imparable, aún hay espacio para hacer más y sobre todo para hacerlo más rápido, para llegar con más servicios a más usuarios. Hoy, todavía tenemos ecosistemas donde el grueso de las transacciones son de transferencias entre usuarios, cash in y cash out, donde el efectivo sigue siendo parte central del ecosistema. Apenas 9% de las transacciones son pagos a comercios, muchas operaciones no son interoperables y varias se limitan a servicios transaccionales.
Todo ello cambiará. El futuro será de plataformas interoperables, multiservicios y con un creciente rol en la provisión de servicios financieros.
En este mapa alentador, América Latina va con rezago. A fines del 2019 había alrededor de 26 millones de cuentas en billeteras móviles, con un monto transado 24% menor que lo registrado en el 2018. La mayor parte de las operaciones se limitaba a sistemas cerrados –no interoperables– y se ofrecían pocos servicios –básicamente transferencias y algunos pocos pagos–. Casi todo está aún por hacerse en la región.
A pesar del rezago y del limitado desarrollo del dinero móvil en el Perú, se comienzan a ver operaciones que alcanzan escala –Yape, por ejemplo–, se ven pagos con códigos QR (Tunki, Yape), se ven procesos de digitalización de esquemas tradicionales de ahorro –la asociación de productores Savar ha digitalizado su Unica utilizando Bim (con lo que ganaron el premio de ConectaRSE de Telefónica hace poco)–, algunas ‘fintech’ comienzan a trabajar con billeteras para ofrecer microcréditos de forma casi inmediata y operaciones de gran potencial, como la Cuenta DNI del Banco de la Nación y su alianza con todas las billeteras móviles.
Urge acelerar, sumar y articular esfuerzos entre los actores del (aún) pequeño ecosistema de pagos y servicios financieros digitales para lograr su masificación. Tenemos una enorme oportunidad de lograr que todos los ciudadanos tengamos iguales oportunidades de usar servicios financieros de última generación, pero debemos hacerlo juntos, proveedores, intermediarios, reguladores y clientes; entidades públicas y privadas; financieras y no financieras. Los tiempos no están para que dejemos pasar esta oportunidad de crecimiento con inclusión.