[COLUMNA] «El caso de Hernando de Soto», por Martín Tanaka

Lee la columna «El caso de Hernando de Soto» escrita por Martín Tanaka, investigador principal del IEP, para el Diario El Comercio ► https://bit.ly/3Sz6xCv

La reciente renuncia de Hernando de Soto al partido Progresemos, del que era precandidato a la presidencia de cara a las elecciones generales del próximo año, ilustra claramente los problemas de funcionamiento de nuestro sistema de partidos.

No abundan las personalidades con prestigio y reconocimiento en el mundo académico y profesional dispuestos a enfrentar las vicisitudes de la actividad política, por lo que la participación de De Soto debería ser siempre bienvenida. De hecho, De Soto ha participado activamente en el debate público nacional desde la segunda mitad de la década de los años ochenta, y desde la arena política estuvo en los orígenes del Movimiento Libertad, fue luego una voz influyente durante los gobiernos de Alberto Fujimori, y el segundo de Alan García; también fue miembro de los equipos de plan de gobierno de Keiko Fujimori en las elecciones del 2011 y del 2016. De Soto intentó también ser el líder de una agrupación política, Capital Popular, pero no logró su inscripción. Al no contar con agrupación propia, logró ser candidato presidencial en las elecciones del 2021 por el partido Avanza País, obteniendo un no desdeñable 11,6% de los votos en la elección presidencial y un 7,5% en la elección parlamentaria, colocando siete congresistas. Pero para De Soto la afiliación a este partido solo tuvo sentido electoral, y renunció meses después de las elecciones.

Podría decirse que, para alguien que quiere hacer política en serio, fundar y mantener un partido requiere de un esfuerzo organizativo y financiero difícil de alcanzar. Pero no resulta tan complicado para quienes están dispuestos a conseguir firmas de adherentes y afiliados con dádivas o simplemente recurriendo a fábricas de firmas, lamentablemente. Muchas organizaciones con inscripción son estructuras bastante pequeñas, formadas en torno a algún personaje vinculado a alguna pequeña red promotora, pero sin una estructura nacional, y se forman para ser utilizados como vehículos para políticos sin partido. Avanza País, por ejemplo, fue fundado por Pedro Cenas, político con formación de izquierda, con experiencia como regidor y alcalde en distritos en Lima y en La Libertad. Esas redes le permitieron crear su partido, organización que a lo largo del tiempo no tuvo problema en auspiciar candidaturas tan disímiles como las de Antauro Humala en el 2006 o la de Beatriz Mejía en las elecciones parlamentarias del 2020. De Soto utilizó esta plataforma y está claro que, terminado el proceso electoral, ni De Soto ni los parlamentarios electos por ese partido tienen relación con el mismo. Fallecido Cena, el partido ha terminado girando alrededor de una constelación de candidatos de derecha sin partido.

Progresemos es un ejemplo, en el fondo, similar al de Avanza País, partido construido alrededor de la figura de Paul Jaimes. Ningún partido se forma para ser “alquilado” íntegramente a ningún candidato sin algún proceso de negociación, de modo que el desenlace ocurrido no resulta inesperado. En realidad, personajes como De Soto deberían afiliarse a algún partido con un perfil programático con el que se tengan afinidades, y hacer la lucha interna para ganar una candidatura. Para que esto funcione, deben garantizarse mecanismos de democracia interna, que hoy no existen. Además, con tanta incertidumbre y volatilidad en los resultados electorales, el cálculo de si mi afiliación se dará en algún partido que logre pasar la valla y sobreviva es muy difícil.