Hace unas semanas, el presidente presentó al Congreso una propuesta para convocar una Asamblea Constituyente que redactase una nueva Constitución. La propuesta fue rechazada, sin embargo, la opinión pública se encuentra dividida entre quienes están de acuerdo (47%) o en desacuerdo (49%). Si bien la mitad de los encuestados dice que se debe hacer algunos cambios y no una nueva constitución, un 31% sí quiere tener una nueva constitución (aunque no necesariamente la haya leído). Una Asamblea Constituyente se vuelve un tema que seduce a varios sectores, principalmente a la izquierda, porque se ve como una vía para solucionar problemas que en realidad se resolverían con una buena gestión, la cual ha estado ausente en varios gobiernos, principalmente en el actual.
Pese a los anuncios del presidente y a sus consejos de ministros descentralizados, no ha podido detener su desaprobación que ahora llega a 70%. Por otro lado, aumenta el porcentaje de quienes creen que debe haber elecciones generales de presidente y congresistas. Y, quizá lo más importante, en meses anteriores solo 21% creía que este gobierno terminaría siendo más corrupto que gobiernos anteriores; ese porcentaje llega a 32% en mayo. La crisis de legitimidad continúa y está en ascenso, pero no se ve ninguna reacción organizada y menos aún mayoritaria de la ciudadanía. Probablemente porque la valla que dejaron varios gobiernos anteriores fue tan baja, que un gobierno mediocre y con indicios de corrupción no resulta tan escandaloso para algunos sectores.