Estamos viviendo unas elecciones presidenciales inéditas por la pandemia. Según CEPAL, América Latina ha sido el continente más golpeado, por su alta informalidad y carencias, que se han exacerbado con la crisis sanitaria y económica haciéndonos retroceder en varios aspectos, incluso en temas de hambre, que creíamos haber superado.
Y durante todo este tiempo, ha habido una ausencia de representación política o siquiera un vínculo con un líder. Es así que, durante la campaña, ninguna candidatura despertaba mayor entusiasmo. Al final, sin embargo, llega un profesor cajamarquino, con experiencia gremial y política, pero de aspecto sencillo, que, sin profundizar en planes de gobierno, era visto como “alguien como yo” (19%), la principal razón para votar por Castillo en primera vuelta, la segunda fue por sus propuestas (13%). Por otro lado, la principal razón para votar por K. Fujimori fue por su padre (40%) y en segundo lugar por ser mujer (13%).
Fujimori tiene una cuesta arriba demasiado complicada, 20 puntos porcentuales en la encuesta del IEP. Ella solo gana en la capital y en los niveles socioeconómicos más altos. ¿Se puede revertir esta tendencia? Si bien 37% aún no se ha manifestado por ningún candidato, está ese sentimiento de esperanza que se observa cuando los encuestados hablan espontáneamente de por qué votarán por Castillo, difícil será luchar contra eso. Los vínculos emocionales parecen ser lo más importante para el 6 de junio. El problema es que hay que resolver demasiadas cosas urgentes luego. Gobernar un país muy golpeado por la crisis no será sencillo.
Columna publicada en La República, 25 de abril de 2021