Lee la columna de nuestro investigador principal, Martín Tanaka , escrita para el diario El Comercio► https://bit.ly/3zTRJq3
El domingo pasado, los colombianos eligieron presidente a Gustavo Petro. Algunos comentaristas de izquierda se alegraron naturalmente por ello, y otros de derecha expresaron su pesar. Algunos se apresuraron a celebrar o lamentar lo que parecería un renovado “giro a la izquierda” en la región, recordando el que habría iniciado hacia finales del siglo pasado y que se habría extendido hasta aproximadamente el 2016, año de la caída del gobierno de Dilma Rousseff en Brasil. Con la elección de Petro, podría decirse que en Argentina, Bolivia, Chile, el Perú, Venezuela, Colombia, Panamá, Nicaragua, El Salvador, Cuba y México tienen gobiernos que podrían definirse gruesamente como de izquierda. Y Lula podría volver al gobierno en Brasil en las elecciones de octubre próximo. ¿Realmente se trataría de un nuevo giro? ¿Cuáles serían sus características y sus diferencias con el período 1999-2016?
Los gobiernos de izquierda del período 1999-2016 tuvieron ambición y aspiraciones programáticas relativamente profundas. Para empezar, los gobiernos de ese período se montaron sobre la insatisfacción contra las políticas neoliberales que predominaron en toda la región en la década de los años 90 del siglo pasado. La crisis alrededor del cambio de siglo alimentó la crítica frente a las “promesas incumplidas” del neoliberalismo, y generó las condiciones para que propuestas críticas con ese modelo ganaran espacio. Y muchos de los líderes que encabezaron los nuevos gobiernos tenían aspiraciones de cambio profundo, que se expresaron en nuevas constituciones y en políticas con claras intenciones redistributivas, que fueron posibles por un período extraordinario de crecimiento facilitado por el ‘boom’ de los precios de nuestros productos de exportación, iniciado hacia el 2003. Además, se intentaron articular espacios de coordinación en el ámbito internacional, expresados en instancias como el ALBA y el Unasur. Además, este tipo de gobiernos contó con líderes muy fuertes y carismáticos, que alcanzaron a ser reelegidos, teniendo períodos de gobierno que dejaron herencias muy profundas, como Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Cristina Fernández en Argentina o Lula da Silva en Brasil.
El final del ‘boom’ hacia el 2012 y la consiguiente desaceleración económica, y el desgaste de los gobiernos, especialmente debido a las prácticas personalistas y autoritarias de muchos de sus líderes, generaron un malestar que empezó a ser capitalizado por candidaturas de derecha. Así, se habló del fin del “giro a la izquierda” a partir de la elección de Mauricio Macri en Argentina en el 2015, al que siguieron el gobierno de Michel Temer en el 2016 y la elección Jair Bolsonaro en el 2018 en Brasil, además de la nueva elección de Sebastián Piñera en Chile ese mismo año, entre otros. Como puede verse, esa “vuelta a la derecha” no inició propiamente un nuevo ciclo, como muy probablemente tampoco tengamos ahora un nuevo ciclo de izquierda. En realidad, en los últimos años, lo que tenemos en toda la región es mucha inestabilidad e incertidumbre, gobiernos relativamente débiles, sin mayorías parlamentarias, muy afectados por un contexto internacional incierto y los efectos de la pandemia. Gobiernos como el de Luis Arce en Bolivia, Alberto Fernández en Argentina, y los primeros meses de Gabriel Boric en Chile, muestran a gobiernos lidiando con mucha dificultad con las expectativas que generaron y con el reto de implementar políticas eficaces. Aquí son claramente excepciones los casos de Nayib Bukele en El Salvador y de Andrés Manuel López Obrador en México, que requerirían un análisis particular.
De este modo, ni el entusiasmo triunfalista por la supuesta consolidación de un nuevo ciclo izquierdista, ni el catastrofismo por la inminencia de regímenes “comunistas” y “totalitarios” se justifica. En el período 1999-2016, con un contexto bastante favorable, ni se dio una revolución ni una catástrofe (con las excepciones de Venezuela y Nicaragua, donde podría decirse que ambas cosas han ocurrido). En realidad, todos nuestros gobiernos, de izquierda y derecha, tienen que hallar soluciones pragmáticas y eficaces a los desafíos comunes que enfrentamos, dentro de marcos democráticos.