Desde hace varios años la ciudadanía quiere cambios, las Elecciones Generales significan eso. Lamentablemente cada elección ha significado también desilusión. La imagen del presidente Castillo que ganó por muy poca diferencia a su contrincante, pero parecía despertar una gran identificación con la ciudadanía, en especial fuera de Lima, es un ejemplo de esto.
Es así que la valoración de una de las características que generaba consenso, su preocupación por los que menos tienen, es la mitad (28%) de lo que era en agosto de 2021 (57%). Y esa desilusión se extiende a zonas donde tuvo mucho más apoyo y más electores, como el sur y el centro. En el sur, un 67% decía que se preocupaba mucho o algo por los menos tienen, ahora solo un 32% lo cree y así podemos enumerar temas como su honestidad, la confianza que inspira, su capacidad de gobernar y su capacidad de representar a “gente como usted”.
Y todos se preguntan, si están tan mal las cosas por qué no sacan al presidente. Es que ya se han probado cambios en las instituciones políticas en los últimos años: disolución del Congreso y elecciones congresales, renuncia y vacancia presidencial y ninguno de esos cambios ha traído mejoras en la situación percibida por la ciudadanía, cada vez más crítica con la situación económica que estamos atravesando. Incluso frente a todo un escenario de indicios de corrupción, no se observa un rechazo multitudinario, no nos movilizamos. Ahí, y en varios ámbitos las diferencias que nos dividen y nos distinguen atraviesan también nuestras metas o motivos de movilización.