[COLUMNA] «Racionalidad política», por Martín Tanaka

Lee la columna «Racionalidad política» escrita por Martín Tanaka, investigador principal del IEP, para el Diario El Comercio ► https://bit.ly/410ECjR

En estos días, a propósito de las primeras decisiones tomadas por el nuevo presidente de los Estados Unidos, se discute intensamente sobre la racionalidad de estas.

La imposición de aranceles a China, Canadá y México fue tomada como una muestra de irracionalidad, porque podría conducir a aumentos de precios en los Estados Unidos. Pero en los días y horas siguientes se abre un proceso de negociación, donde Trump suspende esas medidas y consigue mejoras en los controles fronterizos. Está pendiente una negociación similar con el gobierno chino. Aparentemente, no habríamos estado ante una muestra extrema de irracionalidad, sino una suerte de estrategia “brutal” de negociación. En la teoría de juegos se habla del “juego del gallina” en el que uno de los jugadores se muestra dispuesto al suicidio para forzar concesiones del adversario. La “fortaleza” en la negociación de Trump es que resulta creíble que es capaz de incinerarse políticamente, de ir en contra de su propio interés con tal de ganar en sus apuestas; aunque en el fondo, se trataría de una estrategia.

Se trata de un juego extremadamente riesgoso, en tanto no se puede saber hasta qué punto queda algo de racionalidad a la cual apelar o si se trata de respuestas dictadas por el prejuicio y la ideología. Queda pendiente de definición el enfrentamiento entre el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental y la Agencia de Cooperación Internacional de los Estados Unidos, calificada por Elon Musk como “organización criminal”, y como “operativo psicológico de la izquierda radical”, entre otros.

En nuestra región, un caso relevante es el del presidente Javier Milei en Argentina. Este ganó las elecciones sobre la base de un discurso muy extremista, según el cual llevaría a cabo una ruptura total con la “casta” política que habría gobernado ese país y causado sus problemas. Después de más de un año de gestión, se observa que la ruptura no fue total, que pactó con sectores de los que había denostado para conseguir mayorías legislativas, pero que esto le sirvió para consolidar sus posiciones y hacer avanzar los temas de su agenda, incluyendo algunos más ideológicos, contrarios a la educación pública, o la agenda de igualdad y diversidad de género. Esta combinación de agresividad y concesiones le ha funcionado hasta el momento, y cuenta con una popularidad significativa.

Tenemos también otro tipo de ejemplos. Jair Bolsonaro en Brasil intentó su reelección en 2022, y compitió con quien podría considerarse su némesis, la encarnación de todo aquello que este condenaba, Lula da Silva. Si bien el resultado de la elección resultó bastante ajustado a favor de Lula, podría decirse que excesos ideológicos en la campaña alejaron a votantes moderados indecisos, lo que permitió la vuelta de Lula al poder, a pesar de los muchos cuestionamientos que generaron sus gobiernos anteriores y las gestiones del Partido de los Trabajadores en general en los últimos años.

En los próximos meses, ¿veremos a los líderes de las nuevas derechas extremistas cometer errores y tomar decisiones que van en contra de sus propios intereses políticos motivados por posturas ideológicas, o intentarán hacer avanzar esas posturas mediante negociaciones políticas? Como sea, estamos ante presidentes que seriamente buscar hacer avanzar agendas ideológicas, cuando antes se subordinaban ante la fortaleza del “realismo” y de la razonabilidad política. Señal de los nuevos tiempos que vivimos.