La presidencia de Martín Vizcarra ha sabido capitalizar a su favor las pugnas y tensiones presentes en su relación con el Congreso. La debilidad del presidente y las falencias ministeriales quedaron relegadas a un segundo plano cada vez que el legislativo logró poner contra las cuerdas al ejecutivo. Este rasgo de la relación ejecutivo-legislativo se actualiza una vez más en un escenario donde recaen serias acusaciones de corrupción sobre el presidente Vizcarra.
Algunas noticias positivas en la lucha contra el covid-19 y en los esfuerzos por la reactivación económica podrían explicar parcialmente el ligero aumento en la aprobación del ejecutivo. En ese marco, mociones de vacancia o rumores sobre el posible aplazamiento de elecciones –llegados desde el Congreso- son rechazados por la población. Si bien se ha destacado que la mejor “bancada” de Martín Vizcarra es la opinión pública, es importante anotar que las decisiones, desaciertos y errores políticos del legislativo terminan siendo muchas veces el aire que este gobierno necesita.
Por otro lado, la desaprobación del congreso se mantiene, algo que no es sorprendente a estas alturas. Sumado a la histórica baja popularidad del parlamento, basta recordar que hace dos meses se le negó el voto de investidura a un gabinete, que el mes pasado se votó una vacancia presidencial, y que durante octubre se volvieron a activar las alarmas de la vacancia. La ciudadanía, por lo tanto, “castiga” en términos de aprobación/desaprobación a una oposición congresal que puede caracterizarse como apabullante en determinados contextos. Con todo, tampoco causa gran sorpresa que varios congresistas no logren ver más allá del aquí y el ahora.