Lee la columna de nuestra investigadora principal, Roxana Barrantes, escrita para el diario El Comercio ►http://bit.ly/3EjLu0C
Se pregunta el joven funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores en uno de los episodios de Borgen, la espectacular serie danesa: “¿Sirvo al ministro o al ministerio?”. El funcionario experimentado le responde: “Debería ser lo mismo”. El entorno público danés es uno de decenas de años de servicio civil, que los creadores de la serie han logrado transmitir en los personajes.
El rol de los funcionarios de un servicio civil es vital para el funcionamiento de un Estado. La redundancia es a propósito. Las palabras ‘funcionario’ y ‘funcionamiento’ provienen de la misma raíz: es el que hace que algo ocurra. En el Diccionario de la Real Academia Española, se define al funcionario como “aquel que desempeña un empleo público”.
A fuerza de repetirme en esta columna, quiero llamar la atención sobre la lentitud para establecer el servicio civil en todas las entidades públicas de nuestro país. Es cierto que, a veces, de a pocos y yendo paso a paso, los avances para cambiar el statu quo pueden ser más sostenidos y permanentes.
Los mismos involucrados pueden comenzar a cosechar los beneficios de pertenecer a un servicio civil con reglas claras y ruta de ascenso acorde con el conocimiento adquirido y la experiencia ganada por las personas, y defender los cambios.
Sin embargo, lo lento del avance puede abrir la puerta a las acciones de rechazo al cambio. Más aún, pueden invitar a reemplazar una actividad productiva, como las mejoras en la gestión y el funcionamiento de las entidades públicas, por las actividades rentistas de cabildeo para proteger privilegios –aquellos que los tienen– o, simplemente, moverse de entidad para ascender. Estos últimos casos pueden ser un arma de doble filo. De un lado, se lleva la experiencia de un sector a otro, así como las redes de conocidos, que son siempre valiosas. De otro lado, sin embargo, toda la experiencia de una determinada problemática se va con el funcionario que partió.
Muchas veces, parten al sector privado, lo que también genera un dilema. De un lado, llevan conocimiento de cómo funciona el sector público y, con ello, pueden facilitar las interacciones necesarias. De otro lado, se llevan conocimiento que ya no será compartido con otros funcionarios. Lo que nos conduce a otra carencia en la administración pública: la ausencia de un sistema de gestión del conocimiento: cada nuevo funcionario suele aprender de cero, porque no hay manual de funciones que sea operativo.
Que conste que no estoy hablando del MOF –Manual de Organización de Funciones–, documento que suele ser un listado de todas las funciones que debe cumplir un funcionario, pero no de la manera de hacerlo.
Cuanto menos servicio civil tengamos, será mayor la cantidad de funcionarios que van a servir al ministro o ministra de turno solamente.