Lee la columna de nuestro investigador principal, Ricardo Cuenca, escrita para el diario La República ► https://bit.ly/3JWSW1s
El retorno a clases presenciales siempre ha sido el gran objetivo, pero nunca ha sido solo un tema de voluntades. Se trata de un complejo problema público que requiere de una particular atención y la permanente evaluación de un gran número de factores educativos, epidemiológicos, sociales, políticos e incluso económicos.
A todo ello se le suma un asunto que requiere de nuestra mayor atención en este regreso a la presencialidad a las escuelas. Y es que el retorno no es la vuelta de las vacaciones. Es, por el contrario, el regreso de una época de incertidumbre, temor, dolor, cambios de hábitos, que deben ser tomados en cuenta. Nadie regresará presencialmente a las aulas como cuando volvimos en el 2019 y, por eso, tenemos todos nuevas tareas que hacer.
El Ministerio de Educación tiene que encontrar las fórmulas para responder bien y rápido a este reto, a pesar de los viejos y estructurales problemas que aquejan al propio Estado y a la educación. Que los esfuerzos hechos se fortalezcan y mejoren en esta nueva etapa educativa. Las DRE y las UGEL tienen el desafío de seguir acompañando a las escuelas tan bien como lo han hecho durante la virtualidad y atentas a los cambios que se requieran hacer para lograr los objetivos. Los directores deben reconocerse como los líderes que han sido durante estos dos años, acompañando a sus colegas y promoviendo un clima escolar propicio para el aprendizaje en esta nueva etapa. Los docentes, grandes protagonistas de estos extraños tiempos de educación, deben conocer bien la situación de aprendizaje y las condiciones socioemocionales en las que llegan sus estudiantes para que de esa manera puedan planificar sus sesiones de forma eficiente. Los estudiantes tienen la gran tarea de ser los protagonistas de su propio aprendizaje. Que el regreso con ánimo y compromiso sea el esperado encuentro con los amigos, pero también el lugar para aprender formalmente. Las familias tienen la tarea de acompañar el regreso presencial siendo un soporte compresivo para los estudiantes, para quienes no será fácil el retorno.
Otra tarea, esta vez para todos, es recoger todo lo que se ha aprendido en estos dos años de pandemia. Hasta el momento, se ha identificado, parcialmente, aquello que los estudiantes han dejado de aprender; asunto que es fundamental para diseñar los siguientes años educativos. Sin embargo, la tarea es, también, poder identificar aquello que sí se aprendió. Para quienes creemos en que la educación, en el sentido más amplio y completo, no se reduce a la calificación de un grupo de competencias curriculares, esta tarea resulta fundamental. Que cada escuela y cada docente pueda sistematizar y formalizar esos aprendizajes, es parte sustantiva de esta tarea.
Una tarea más se refiere a la evaluación que debe hacer el Estado de la estrategia emprendida. Así evitaremos tomar decisiones futuras sobre la base de opiniones particulares y políticas y, de ese modo, construir información rigurosa sobre el impacto de la pandemia en la educación, en los aprendizajes, en el trabajo docente y en el funcionamiento del sistema educativo.
Finalmente, una última tarea para la sociedad, el Estado y el propio sistema educativo es mirar el mediano plazo a partir de un serio proceso de análisis y propuesta para redefinir fines educativos y tomar con seriedad la necesidad de atender en las escuelas aspectos socioemocionales y de formación ciudadana, flexibilizar los sistemas educativos construidos rígidamente sobre la idea de la sospecha y la desconfianza entre unos y otros miembros de la comunidad educativa.
Con entusiasmo y responsabilidad, que la vuelta a la presencialidad sea una razón para seguir aprendiendo. Vencer a la pandemia es también poder demostrarnos a nosotros mismos que podemos ser mejores.