La imagen de la PNP se ha visto dañada por los acontecimientos de noviembre, particularmente en las zonas del país donde las personas participaron en las protestas contra el gobierno de Merino (Lima, las ciudades y el centro y sur del país). Si bien el escenario de abusos se habría dado exclusivamente en las protestas del centro de Lima, el país mayoritariamente muestra su solidaridad con los manifestantes (52% aprueba su desempeño), frente a la desaprobación masiva a la PNP (56% la descalifica).
La PNP queda, en ese sentido, en medio de dos fuegos: por un lado, los pedidos desde la sociedad y el gobierno por reformar sus procedimientos; y por otro, el “espíritu de cuerpo” que caracteriza a los sectores más conservadores de la institución.
Las marchas fueron eminentemente de jóvenes entre 18 y 24 años. Los manifestantes usan más el internet (79%), así como las redes sociales de contenido audiovisual (Instagram y Tik Tok) y de rápida interacción (Twitter). Comparado con quienes no participaron en las protestas, son jóvenes que han alcanzado la educación superior. Y al igual que el resto del país, tienen múltiples adscripciones ideológicas. De ahí que sorprende la pésima lectura que hicieron los promotores de la vacancia sobre la viabilidad de un gobierno Merino – Flores Aráoz (figuras en abierto contraste al perfil de jóvenes movilizados).
Ciertamente, el público en general ha conocido a la “Generación del Bicentenario” a raíz de las protestas, pero uno esperaría una clase política un poco más previsora de su entorno, particularmente cuando planifican vacar a un presidente.
Columna publicada en La República, 14 de diciembre de 2020.