Lee la columna de nuestro investigador principal, Martín Tanaka, escrita para el diario El Comercio. ►http://bit.ly/3McuZYj
Los peruanos nos sentimos profundamente desalentados por la realidad política que enfrentamos. Una presidenta con escasa legitimidad, un Congreso con aún menor aprobación ciudadana, una demanda desatendida de adelanto de elecciones que tampoco entusiasma porque no se percibe la existencia de mejores opciones al frente. Y un conjunto de problemas públicos que se acumulan en todo orden de cosas, además de una escasa capacidad para enfrentarlos.
Desde hace mucho lamentamos la inexistencia de opciones políticas sólidas en la izquierda, el centro y la derecha, y desde hace mucho debatimos sobre la necesidad de una reforma política y sobre qué orientación debería tener esta. En medio de todo, hemos avanzado a trompicones con algunas iniciativas, pero implementadas a medias y planteando nuevas que no necesariamente complementan, sino más bien contradicen las anteriores. Con todo, los que se oponían al adelanto de elecciones llamaban la atención sobre la necesidad de implementar algunas reformas para evitar repetir una oferta política pobre como la que tuvimos en el 2021. En este momento parece que el adelanto de elecciones no cuenta con el respaldo parlamentario suficiente para hacerlo posible. Intentando encontrar oportunidades en medio del desánimo, se puede abrir la posibilidad de discutir algunas reformas mínimas.
Si el problema está en la necesidad de mejorar una oferta política percibida como pobre, ¿qué se podría hacer realistamente? Los partidos políticos actuales no mejorarán la calidad de sus candidatos de la noche a la mañana; tampoco aparecerán de la nada mejores ofertas políticas capaces de entusiasmarnos. Ampliar los plazos de inscripción de nuevos partidos, esperando la aparición de opciones interesantes, parece más bien haber logrado un exceso de ofertas igualmente decepcionantes. Y es que lo que proliferan son emprendimientos personalistas que expresan la ambición de personajes diversos, pero no propuestas de país, programas de reforma, colectivos ciudadanos o redes de organizaciones dispuestas a entrar a la arena política. Si bien no debemos abandonar iniciativas que busquen mejorar la oferta política, está claro que se trata de un proceso de largo plazo.
Esta situación contrasta con la existencia de preferencias electorales en los ciudadanos que más bien parecen claras. Gruesamente hablando, existe un electorado de izquierda, uno de centro y otro de derecha. Es más, en los últimos años se ha acentuado además una dinámica en la que regiones y provincias determinadas tienden a identificarse en mayor proporción con alguna de estas opciones. En otras palabras, las preferencias de los ciudadanos parecen definidas, el problema es que no existen políticos que las representen adecuadamente.
Resulta razonable por ello la propuesta sugerida recientemente por el rector de la UNI, Alfonso López-Chau, que plantea el establecimiento de grandes coaliciones de izquierda y de derecha, de cara a las próximas elecciones, que empiecen por la definición de programas y compromisos de gobierno y que después definan candidaturas. No como ahora, que primero están los candidatos y luego se improvisa (o, peor, no interesa gobernar, sino otras cosas). Por su lado, Jaime de Althaus ha llamado la atención sobre la necesidad de una convergencia entre fuerzas de centro y derecha.
Se trata de propuestas absolutamente razonables. Su gran problema práctico es cómo darles forma. El mecanismo aprobado, pero postergado y nunca aplicado, de elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias podría ayudar a destrabar este problema. Se podría pensar en acuerdos programáticos de izquierda, centro y derecha, y luego en una competencia entre candidatos que aspiren a representar bien esas plataformas. En Colombia se hizo algo parecido. Los ciudadanos votaríamos por alguna de esas coaliciones y por candidatos específicos de nuestra preferencia en cada una de nuestras circunscripciones electorales y esos resultados definirían la lista final de candidatos.
Para que esto sea viable se requieren modificaciones a la Ley Orgánica de Elecciones y un compromiso de los líderes políticos principales para dar lugar a las plataformas programáticas mencionadas y los mecanismos para lograr que los resultados de las primarias reflejen la lista final de candidatos. Difícil, pero no imposible.