Lee la columna de nuestra investigadora principal, Carolina Trivelli ►https://bit.ly/2wJEjOS
Ya tenemos varias medidas de pobreza. Nuestra medida oficial, la pobreza monetaria, es la que mide la pobreza a partir de comparar el valor de todo nuestro consumo con el costo de una canasta mínima –muy mínima– de consumo básico, imprescindible. Es una medida que evalúa si podemos sobrevivir –alimentarnos, pagar servicios básicos– con lo que tenemos. No mide más que eso.
Tenemos también otras medidas que, sin llamarse oficiales, son bastante oficiales –son utilizadas por entidades públicas– y otras producidas local o internacionalmente que permiten ver la posición del Perú respecto a otros países o enfatizar aspectos de la pobreza para alguna población o tema.
Ejemplo de las primeras son los mapas de pobreza (uno nuevo del INEI se presenta la semana entrante), las mediciones de necesidades básicas insatisfechas o la medición de pobreza que hace el Sistema de Focalización –Midis–, que define quién recibe la condición de pobre o pobre extremo para acceder a programas sociales (del Midis y de otros sectores). Estas medidas no son monetarias y son también medidas que el Estado Peruano hoy usa.
Ejemplo de lo segundo pueden ser las medidas monetarias que hace la Cepal para comparar entre países o las medidas globales de pobreza multidimensional impulsadas por Ophi –Oxford Poverty & Human Development Initiative– que ahora usan varias agencias internacionales. También tenemos un conjunto de medidas multidimensionales preparadas por investigadores locales (del CIUP, Idhal, IEP, IPE, entre otros) para fines específicos (pobreza rural, pobreza en adultos mayores, etc.). Estas medidas multidimensionales se basan en metodologías similares, pero usan distintos supuestos y bases de datos. Son lentes distintos para ver y entender un mismo problema, la pobreza.
Medidas tenemos, y muchas.
En estos días, la ministra Ariela Luna, del Midis, anunció que este año el Perú, como ya han hecho otros países de la región, tendría una medición multidimensional oficial de la pobreza. Esta medida ayudaría a promover acciones integrales y articuladas a favor de la reducción de la pobreza y a un mejor seguimiento de los avances en los ODS, por ejemplo.
Estando de acuerdo con que tengamos una medida multidimensional oficial –que se mida cada año, que complemente la medida de pobreza monetaria, que sea hecha por el INEI–, hay que hacer explícito para qué servirá, qué añade a las medidas ya existentes y quién la va usar (para cambiar algo y tener mejores acciones a favor de la reducción de la pobreza) y, sobre todo, hay que tener cuidado y evitar confundir, o malinformar, al ciudadano.
Lo relevante no es cuántas medidas tenemos, ni si estas tienen el título de oficiales, sino asegurar que contamos con aquellas medidas que son útiles como instrumentos para identificar –y dar seguimiento– al “cómo” reducir la pobreza. Para ello es clave saber quién va a usar una nueva medición y para qué. No hagamos por hacer, hagamos lo que se necesita.