Biblia de la cosmovisión andina. Después de casi medio siglo, el Instituto de Estudios Peruanos presentó la segunda edición facsimilar de Dioses y Hombres de Huarochirí, basado en el manuscrito quechua traducido por José María Arguedas.
Cuenta la tradición oral del Instituto de Estudios Peruanos que fue el propio John Murra quien convenció a José María Arguedas para traducir el célebre Manuscrito Quechua de Huarochirí. Y que ambos convencieron al lingüista Alfredo Torero para asesorarlos en tan magna obra.
Pero algo pasó en el interín y, meses después, tanto Murra como Torero salieron del proyecto.
Arguedas cumplió con los plazos de la traducción y Pierre Duviols añadió sus estudios sobre el padre Francisco de Ávila y su ardua campaña de extirpación de idolatrías vinculadas al culto del apu nevado Pariacaca. Una divinidad preincaica que sigue gobernando los destinos de Huarochirí y Yauyos en las sierras limeñas.
Cuando todo estaba listo para entrar a imprenta, el ‘Zorro de arriba’ se reunió con Aníbal Quijano y Abelardo Oquendo para comentarles que había decidido titularlo Dioses y Hombres de Huarochirí.
En la misma reunión Arguedas descubrió que se había olvidado del diseño de la carátula. Estaba contra el tiempo, así que fue Abelardo Oquendo quien tomó un pincel y diseñó la célebre portada (ver imagen) inspirada en los titulares de las crónicas del siglo XVI.
La presentación de Dioses y Hombres de Huarochirí en 1966 no solo afianzó el prestigio del IEP, sino que marcó un hito en la historiografía americanista.
Casi 50 años después, el IEP nos trae la segunda edición facsimilar en una exquisita presentación que conservó la portada original.
Para el IEP, la publicación forma parte de las celebraciones por el centenario de José María Arguedas. Luis Millones y Víctor Vich presentaron esta edición en una sencilla ceremonia efectuada en el auditorio del IEP.
Vich rescató un detalle interesante de la obra: la problemática del agua ya figura en la antiquísima mitología del Chinchaysuyo, e invitó a los peritos de Conga para que le den una leída al libro. Lo que no dijo es que uno de los pueblos que figura en el manuscrito, San Andrés de Tupicocha, ya solucionó la ancestral carencia de agua luego de reconstruir un canal de riego prehispánico.
Fuente: La República