La victoria de los movimientos regionales en las últimas elecciones es materia de controversia para los analistas políticos. Para algunos son los grandes ganadores y dan cuenta del surgimiento de nuevas élites (Alberto Adrianzén); para otros, sus victorias son pírricas porque no muestran continuidad y están destinados a desaparecer (Martín Tanaka); algunos los ven como una expresión de pluralismo democrático (Gustavo Gorriti); otros como una amenaza al fortalecimiento de la democracia (Nicolás Lynch). Sin embargo, en lo que todos parecen coincidir es en el común anonimato de estos movimientos «desconocidos». Algunos los consideran simplemente «siglas»; otros, «movimientos fantasmales» y solo se confía en los nombres que suenan al oído como Guillén, Simon y Murgia. ¿Y los demás?
Los desconocidos para los limeños son viejos protagonistas en las regiones. Diez de los presidentes electos por movimientos regionales quedaron segundos en el 2002. Se trata de David Salazar en Apurímac, Ernesto Molina en Ayacucho, Hugo González en Cusco, Rómulo Triveño en Ica, Nelson Chui en Lima-provincias, Yván Vásquez en Loreto, Jaime Rodríguez en Moquegua, César Villanueva en San Martín, Hugo Ordóñez en Tacna y Jorge Velásquez en Ucayali. Es cierto que los movimientos regionales que ganaron el 2002 prácticamente no fueron reelegidos. Quizás solo ellos son los perdedores (Tanaka), porque existen otros movimientos regionales que disputaron la presidencia regional en el 2002 y que, en su perseverancia, han triunfado. Las elecciones del 2006 les han permitido dar continuidad a sus proyectos políticos. No se trata, entonces, para nada de «desconocidos» o de «outsiders» en sus regiones, quizás tampoco de improvisados.
De estos diez presidentes electos, ocho han postulado bajo el mismo emblema político del 2002. Llapanchik en Apurímac, Nueva Amazonía en San Martín, Alianza por Tacna y Fuerza Loretana, por ejemplo, se convierten en referentes permanentes de la política regional. Son propuestas que se van construyendo y que tienen en el acceso al poder una oportunidad para consolidarse. Evidentemente, tienen el reto de trascender a sus liderazgos fundacionales, lo que sucede con cualquier partido político. Los otros dos postularon a los mismos cargos por Unidad Nacional en el 2002. Rómulo Triveño (PRI) en Ica y Nelson Chui (Concertación para el Desarrollo) en Lima-provincias fueron candidatos por la agrupación que lidera Lourdes Flores. Para las recientes elecciones, decidieron correr solos y sin el auspicio de Unidad Nacional, que no tuvo la capacidad de renovar la alianza con estas figuras locales, lo que le hubiera permitido acceder por primera vez a una gestión regional.
Entre los restantes presidentes regionales electos encontramos más conocidos. Los que «migraron» (para usar un término de Romeo Grompone) de las alcaldías provinciales a los gobiernos regionales (Kouri en Callao, Murgia en La Libertad), los liderazgos regionales de los 90 que volvieron (Guillén en Arequipa, Salas en Huancavelica) y los protagonistas locales de la última década (Huaroc en Junín).
Las regiones tienen sus dinámicas políticas propias que se interpretan con dificultad desde el egocentrismo limeño. Algunos sectores de izquierda, ven (o esperan ver) élites emergentes que renuevan la política, pero aguardan de ellos un nivel de gestión que se desdice de sus capacidades reales. Mientras que para sectores de la derecha se trata de violentistas y, en algunos casos, ligados a movimientos subversivos, simplemente por estar más cerca de las demandas sociales que de las cámaras de comercio. Pero para todos casi siempre serán viejos «desconocidos» que nos sorprenden habitualmente en cada elección.
Fuente: La República (5/12/2006)