Antropólogo, docente sanmarquino, investigador del IEP y ex comisionado de la CVR, Carlos Iván Degregori sigue con atención la realidad política, social y cultural del país. Aquí opina sobre el mensaje presidencial y otros temas urgentes.
Por Federico de Cárdenas
¿Cuál es tu impresión general del mensaje presidencial?
–Previsible. Difícilmente se podía esperar algo distinto. Es cierto que el Perú avanza, pero por efecto de alguno de esos pactos fáusticos con el diablo parece que el avance se corporizara en el presidente y entonces uno ve que el Perú avanza, pero de manera desigual y no proporcionada. Unas partes crecen con desmesura, otras se quedan, y el rostro del avance es desequilibrado. Me quedó patente cuando pasaron las imágenes de AGP en el 2006, ni siquiera las de 1985 o 90. Es algo que no ves, por ejemplo, en Fernando Belaunde Terry 1 y FBT 2, en quien se aprecia un envejecimiento, pero a la vez una continuidad más armónica. AGP nos deja un avance innegable en cifras, con las desigualdades reducidas en algunos campos, pero en otros ocurre lo contrario, como lo prueba el que ahora hayan más conflictos que antes. Se cumple, creo, algo que Álvarez Rodrich dijo: que el gobierno no tenía por qué ser guachimán de petroleras. Este gobierno optó, y desde el comienzo, por ser el guachimán de la gran empresa y me parece notorio.
Lo que vi el 28, medio siglo después y con todas las diferencias –este es un gobierno democrático–, es que AGP ha optado por una suerte de odriísmo, aunque en él sería “hechos + palabras”. Las 130,000 obras anunciadas demuestran que ha optado claramente por que se le recuerde por ellas. Es una suerte de revancha personal respecto del desastre que fue su primer gobierno e incluso hizo referencia a ello al mencionar a su padre, algo que puede leerse como una reivindicación ante el país y hasta ante su familia. Pero ello le ha costado pasar del AGP audaz y heterodoxo –que lo hizo mal– al otro extremo: ahora es alguien sumamente conservador. Entre la baraja de opciones que hay en el mundo, el modelo que nos propone es uno que está en retroceso, duramente cuestionado por la crisis financiera actual.
–¿Tuviste, como muchos, la impresión de que este discurso no era de despedida sino de inicio de la campaña para el 2016?
–Sí. Hubo muchas referencias de metas que han de cumplirse para el 2021, lo que quiere decir que está pensando en el regreso. Pero para eso necesita dejar la vía lo más despejada posible, y ahí sus opciones por una democracia de las que en inglés se califican de “musculosas” (por no decir democradura) pasan por inflar fenómenos como el terrorismo –por el cual no guardo la menor simpatía, pero que es algo que ya pasó– y al que no se puede ver hoy sin su alianza con el narcotráfico.
Tampoco se puede desligar este discurso de lo que pase con el Apra en las elecciones municipales. Si en la elección para el Congreso la oposición se disuelve y los oficialistas quedan como dueños del hemiciclo, las cosas no lucen tan fáciles para el 3 de octubre. Es que el caudillismo de AGP surge sobre la desinstitucionalización del partido. Esos gritos de la barra aprista “Alan sí puede” suenan a abdicación e impotencia. García deja al PAP en las peores condiciones desde el 2000: un partido lleno de pleitos internos y muy atravesado por la corrupción, y en el que la candidatura de Roca desentona de un plan original, que buscaba que no hubiera candidato para votar por Alex Kouri. Aunque Roca se aferra, no descarto que acaben retirándolo.
Adiós a Haya de la Torre
–Eres uno de los que ha seguido la evolución de AGP, ¿podías imaginar que daría este giro de 180 grados?
–No. Y menos sin que hubiera una explicación al partido y al país. Hasta el 2006 encontraba su evolución coherente. Comprendía que tenía que rectificar lo anterior y reivindicarse. Pero entre lo que ofreció el 2006 y lo que ha hecho… El 2006 su programa era una suerte de socialdemocracia light, apegada a lo que se ha llamado “tercera vía”, con una participación más eficaz del Estado. Pero no hizo nada de eso. Acabó ocupando el lugar en el que Lourdes Flores se ubicaba, e incluso más a la derecha, pues Lourdes siguió hablando de economía social de mercado, y con García tenemos economía de mercado a secas. Claro, sube a un carro que Toledo había dejado en marcha y lo acelera; pero por otro lado no hay presidente que haya maltratado más a la ciudadanía: “perros del hortelano”, “andinos tristes”. Está bien que quiera infundir optimismo, pero no hay en él ninguna autocrítica, y el desconcierto se nota en el Apra.
–Ya no es más el mensaje doctrinario de Haya de la Torre, lo que hay es neoliberalismo simple y duro.
–Claro. Es verdad que el discurso de Haya también varió, pero haciendo un balance, hechas las sumas y restas se le puede considerar centrista o a lo sumo de izquierda democrática. Hoy el único hilo que le queda con respecto al aprismo primigenio es lo de “Pan con libertad”, que mencionó varias veces. Podemos tomar el aumento del PBI y la disminución de la pobreza como “pan”, y la libertad es la de toda democracia dura, con las acotaciones que puedan agregarse. Algunos podrían decir que es el “fin de las ideologías”, pero no sería exacto: las ideologías regresan, y con fuerza.
Sin reformas
–Tampoco puede negarse que este gobierno ha disfrutado de un momento excepcional de prosperidad –que permitió incluso superar sin escollos la crisis internacional–, pero a la vez, por haberse ido al extremo, no pudo hacer las reformas que se necesitaban, y que el 28 ya AGP dejó de lado.
–Ese es el gran déficit, la oportunidad perdida. Por eso cito a Odría y su frase. Pero las obras no bastan y nuestro futuro a mediano plazo puede ser frágil. La situación de crisis mundial no ha terminado, y nuestra inserción sin las reformas institucionales famosas –en verdad, reforma del Estado– se limita al puro economicismo. Se cree que cambiando la economía lo demás vendrá por añadidura, y no es así. Creo que donde más hemos perdido tiempo es en educación y salud, que requerían una inversión mucho mayor y soluciones imaginativas que no se han dado. Eso de “colegios mayores” me parece una propuesta del siglo XIX, allí donde se requiere buena educación para todos. Luego puede haber centros de excelencia, pero no al revés.
–Tampoco hubo avances en seguridad ciudadana y combate a la corrupción.
–Es que no se la vincula a la lucha contra el narcotráfico en las ciudades, pese a que estamos con el espejo mexicano muy cerca. Se deja todo a la policía y a la mano dura, algo que deriva del sentimiento de falta de legitimidad de las élites. Pero la ausencia de reformas en el Estado es un problema clamoroso. Cuánto se pudo hacer en un contexto tan favorable como el de los últimos cuatro años, en que ha habido un manejo de la economía sensato y dinero disponible. En cuanto a corrupción, AGP señala el problema, pero no ofrece soluciones concretas.
–¿Por qué crees que no ha habido voluntad de reformas?
–Es un problema complejo. A menudo, y sobre todo en los predios de la derecha, se cita al velasquismo como la suma de los males. Pero se olvida de que el primer gobierno de FBT quiso hacer reformas y fue el Apra en alianza con el odrísmo el que las impidió. Luego vino Velasco e impuso las reformas a la mala. Ese problema del Apra con las reformas se repite, y el resultado es que vivimos una situación medio a lo China: economía y obras. Pero, por otro lado, a García se le agotaron la audacia y la creatividad, no se le ve querer jugarse por algo, ni siquiera por una economía de mercado pero con reformas. Alan no es un neoliberal con audacia. Eso me parece que también se vio en el discurso: una especie de agotamiento que no es de ayer, y que se limita al “sí se puede”, cosa que dudo, porque se puede llegar al primer mundo con violencia y represión, pero no sin educación. México es en esto un espejo en el que podríamos mirarnos. Ya se creía en el primer mundo, y según muchos de sus indicadores ya casi lo estaba. Pueden venir sorpresas feas.
–¿Corregirías tu vaticinio de hace dos años, que veía al segundo García como una suma de Fujimori y Toledo?
–Parcialmente. Es curioso, va a ser una suma de Fujimori y de Toledo pero más pálido que ambos, para bien y para mal. Toledo en sus inicios intentó hacer ciertas reformas y luego se fue apagando, víctima de su impopularidad, quedándose solo en el buen manejo de la economía. En cuanto a Fujimori, por cierto que no ha llegado, a nivel político ni a nivel de corrupción, a lo que fue ese gobierno, pero hay una corrupción evidente y que lo salpica por todas partes, algo casi sistémico y que implica a lobbystas y gente vinculada al Apra. Frente a esto, el mensaje no dio iniciativas serias anticorrupción. Pero el segundo García tiene algo del autoritarismo competitivo de Fujimori y también ha optado por la dureza en la represión de los movimientos sociales. Creo que lo que faltó a mi vaticinio fue ese lado odriísta que señalaba. Finalmente, el segundo García es más conservador de lo que imaginé.
La oposición
–Decías que el 28 también tuviste la impresión de una disolución de la oposición. ¿Cómo ves su rol en este período?
–Lamentable. Y esta reciente elección del presidente del Congreso es como el capítulo final de lo que han sido estos años. Han implosionado y, para empezar con el grupo más numeroso, me parece que Ollanta ha perdido cuatro años. Mi impresión es que no logra cuajar un partido, un equipo y un programa que sean alternativa. AP tiene límites muy grandes; del PPC nunca se supo si era oposición u oficialismo y acabó brindando ministros al gobierno. No es que no haya habido oposición, es que ha sido tan frágil que ha acabado diluyéndose.
Fuente: La República (01/08/2010)