Carolina Trivelli, investigadora principal del IEP, fue entrevistada por el diario La República acerca de los efectos de la pandemia en el sector ecónomico de nuestro país ► https://bit.ly/3e7vDBS
Por: Emilio Camacho
El nombre de Carolina Trivelli se repite en dos nuevos libros que tratan de interpretar los efectos económicos y sociales de la pandemia del coronavirus en nuestro país: Coronashock (Penguin Random House, 2020) y Crónica del gran encierro (IEP, 2020). Con un ensayo y varios artículos, la exministra de Inclusión Social precisa quiénes son los más perjudicados por esta crisis y da su visión de cómo será la recuperación. ¿Por dónde empezar? Lo primero -dice Trivelli- es formar un “comando de reactivación”.
¿Y qué ha sido a lo que más le costó acostumbrarse durante la cuarentena?
A no ver a los amigos en persona. La verdad es que yo ya trabajaba mucho en casa, tengo una rutina y un espacio en casa, eso no ha sido problema. También hubo que coordinar la enorme carga laboral de los primeros días de la cuarentena -porque se generaron una serie de preguntas y una búsqueda de soluciones – con la casa, había que cocinar, limpiar y ordenar.
Algo que parece poca cosa pero no lo es.
Sin duda. Había que hacer las labores domésticas. A mí me encanta cocinar, eso no es problema. Pero cuando tienes que hacer todas las labores domésticas hay que organizarse.
Vayamos a la economía, ¿el crecimiento económico del que presumíamos era un mito o una historia mal contada, en la que omitíamos decir que nuestra clase media era muy vulnerable?
Bueno, sí se decía que eran vulnerables. Hay bastantes publicaciones que a lo largo de la década pasada señalaban el éxito de tener una clase media emergente, pero que a la vez reconocían sus vulnerabilidades. Una de las cosas fantásticas que uno ve cuando mira para atrás es que en el 2005, 55% de la población estaba debajo de la línea de pobreza monetaria. Y en el 2019, esa cifra era de 20%. Eso es real. Eso no es broma. Es un éxito importante. ¿Eso era suficiente? No. Y eso lo desnudó esta pandemia, para todos. La historia de la reducción de la pobreza era buena, pero no era suficiente. Era una reducción frágil, precaria. Ese grupo enorme de hogares peruanos que dejaron de ser pobres, que en este periodo pasaron a estar arriba de la línea de pobreza, no pasaron a ser una clase media en todo el sentido de la palabra. Es decir, no tenían capacidad para incrementar sus activos o asegurar una vivienda con todos los servicios. Eso revela que si uno logra superar la línea de pobreza no es que uno esté bien, que tenga una vida tranquila, sino que simplemente no pasa hambre. Esa no es una condición que te asegure el bienestar o la dignidad en la vida.
¿El problema no será que al hablar de las cifras de crecimiento solo estábamos centrados en indicadores monetarios y no tanto, como usted dice, en calidad de vida, en acceso a educación, salud y vivienda?
La valla que usas para definir pobreza es arbitraria, por definición. La que usamos de pobreza monetaria es arbitraria, porque se ha decidido que la gente va a ser “no pobre” si logra agenciarse una canasta básica predefinida. La pobreza multidimensional es distinta, pero en esos otros indicadores también hubo un descenso en la tasa de pobreza, porque la cobertura del sistema educativo se amplió, porque los niveles de desnutrición crónica infantil se redujeron, porque el sector Salud amplió su cobertura, hubo éxitos innegables en salud materno-neonatal. ¿Mejoraron todo lo que quisiéramos? Obviamente no. Pero sí mejoraron, aunque se mantenía la precariedad y la desigualdad. Una cosa es lo que ves en un distrito de una ciudad grande, otra lo que ves en una ciudad intermedia y otra lo que ves en el sector rural.
Hablemos de esa desigualdad, ¿cómo puede haber golpeado esta pandemia a las mujeres en comparación a sus pares hombres?
A ver, las mujeres en el Perú enfrentan una brecha significativa, respecto de sus pares varones, en casi todas las dimensiones. En el acceso al mercado laboral, en el tipo de empleos a los que pueden acceder, en el acceso a la educación, en el número de años que estudian, en casi todos los indicadores hay rezagos. Y esto tiene un componente grande: discriminación, desde las entidades públicas y también en los hogares. Hay cosas que se le enseñan a las niñas y otras que se enseñan a los niños. Y hay diferentes factores. Te voy a poner un ejemplo: Una vez hablaba con un padre de una zona rural y le preguntaba por qué sus hijas no habían ido a la secundaria. Mi hipótesis era que se trataba de discriminación pura, la niña se quedaba en la casa para cuidar a sus hermanos, al ganado, o a la casa, y los chicos hombres sí podían ir a la secundaria. Pero lo que me decía este padre era que en el mundo rural ir a la secundaria exige que los niños, de 11 o 12 años, migren a la capital del distrito o de la provincia, y si tenían más recursos a la capital de la región. Pero hacer eso con las niñas, enviarlas a la casa de un compadre o de un pariente, era muy peligroso porque podían ser violentadas. Entonces, la única forma de que una chica estudiara era hacer un esfuerzo para que la madre se mudara con ella.
Una inversión mucha mayor que la que se hace en el caso de los chicos.
Claro. Y eso se da porque las chicas pueden ser víctimas de la violencia de género. Entonces, sí había discriminación, pero también una combinación de factores. Pasa lo mismo en el sector laboral. Las mujeres no entran al sector formal, donde podrían ganar más, porque necesitan empleos más flexibles que les permitan, por ejemplo, atender a sus familias. Y encuentran esa flexibilidad en el sector informal, donde sacrificas estabilidad y mejores ingresos.
¿Hoy hay más mujeres en el sector informal, que ha sido el más golpeado por la pandemia?
Hay un porcentaje mayor de mujeres que trabaja en el sector informal en comparación al número de hombres que está en el mismo sector.
¿Qué pasa en el sector rural? Antes de la pandemia, la pobreza en esas zonas era mucho mayor a la urbana.
Era casi el triple de la urbana. El mundo rural llega a esta pandemia con una situación más compleja que el mundo urbano. La tasa de pobreza en el mundo rural al 2019 era del 40%, comparado con 15 o 16% de la zona urbana. Cuatro de cada diez hogares rurales no tenían las condiciones suficientes para cubrir la canasta básica, pero lapobreza rural es distinta de la urbana: es menos violenta. Una de las características de la pobreza rural es que hay poco acceso a servicios públicos, hay poco de donde elegir, hay lo que hay. Y eso lo vemos ahora. La pandemia está llegando tardíamente al mundo rural pero tiene efectos muy complejos. No hay, por ejemplo, protocolos para hacer el testeo. Por eso se enteran muy tarde de la presencia del virus. La salud rural es una salud de pequeñas postas con servicios muy básicos de atención primaria. Un beneficiario de Pensión 65 no encuentra las medicinas que necesita en esas postas.
Algo ligado al mundo rural es el sector agrícola, ¿hay posibilidad de que la pandemia deje a los agricultores sin las herramientas para garantizar la producción de alimentos?
El sistema agroalimentario es una de las claves que articula al mundo rural con el urbano, y hoy más que nunca las ciudades deben estar híper agradecidas porque los agricultores hayan seguido abasteciendo a los mercados. Somos un país donde el grueso de la alimentación de las ciudades viene de la pequeña agricultura. Y lo que hemos visto en esta parte de lapandemia es lo que los agricultores decidieron hacer en septiembre u octubre, cuando sembraron para esta campaña. Lo que está pasando ahora es crítico. Estamos cerca de la nueva campaña grande, de la nueva temporada de sembrío, que comienza entre agosto y septiembre, y es allí donde se va a jugar lo que vamos a tener disponible en los mercados de alimentos el próximo año.
¿Y han ganado lo suficiente los agricultores para invertir en esa campaña?
Allí es donde vienen los problemas. Los hogares rurales del Perú obtienen en promedio la mitad de su ingreso de la producción agropecuaria, la otra mitad viene de su trabajo en el sector servicios o en la ejecución de obras en su distrito, y un pequeño porcentaje viene de las remesas público y privadas. ¿Qué es lo que ha pasado con la pandemia? El ingreso por mano de obra desaparece, porque no hay obra pública para trabajar, por ejemplo, en construcción. Las transferencias privadas también se han cortado. Las transferencias públicas se han mantenido, incluso se han incrementado, con los bonos y canastas. Y el ingreso agropecuario ha estado bastante golpeado. Y además han llegado más parientes al mundo urbano, los van a tener de nuevo en casa. ¿Eso en qué se traduce? En que tienes menos ingresos monetarios para sembrar. Y el riesgo es que elijan sembrar cultivos de bajo costo o sin los insumos suficientes. Por lo tanto, la productividad de esa campaña va a ser menor. Por eso es importante que ahora los agricultores logren obtener recursos para su próxima campaña con fuentes de crédito.
¿Puede darse una emergencia alimentaria? Eduardo Zegarra, de GRADE, decía, basándose en cifras del INEI, que en mayo al menos un millón de personas no pudo comprar alimentos con proteínas: huevos, carnes o pollo.
A ver. Lo que estamos viendo es un menor consumo de alimentos. La última encuesta del IEP había preguntado a las familias si estaban consumiendo más o menos alimentos, o alimentos de menor calidad. Y eso se da, pero no sabemos en qué proporción. Claramente hay un efecto de inseguridad alimentaria. Hay menos alimentos disponibles para las familias, sin duda. Yo tengo mucha preocupación por este menor acceso a alimentos, hará que perdamos lo ganado en reducción de anemia infantil. Son cosas que pueden hacernos retroceder en cosas que costaron demasiado mejorar.
¿Es necesario un “comando de reactivación” para monitorear la recuperación en materia económica?
Yo creo que es súper necesario. Ese comando lo ha estado manejando el MEF con Produce, pero con bastante descoordinación. No se ve tan claro cuáles van a ser las medidas y qué tan rápido van a poder reaccionar frente a las necesidades de la gente. Yo creo que debería haber un comando reactivador, con gente de dos o tres sectores que tuviera esa misión. Esto es algo que propongo en un libro de Pengüin que se llama Coronashock.
Con todo lo que el Estado ha comprometido en gasto, ¿se puede esperar una distribución gratuita de la futura vacuna contra el virus?
Yo creo que sí. En un país donde el grueso de la atención en salud viene del sector público, tiene que haber una vacuna solventada por el Estado, no tiene sentido lo otro. Aquí tienes que vacunar a todos, no solo a los que tienen síntomas. El Perú todavía tiene espalda para ello y si no, va a poder endeudarse para lograr esto.
¿El tema de la vacuna enfrentará de nuevo a clínicas privadas y al Estado?
Pero los privados a cuántos cubren, ¿al 20%? En una pandemia tienes que vacunarlos a todos. Al Perú no le sirve solo un porcentaje de su población inmunizada.