Ramón Pajuelo, investigador principal del IEP, fue entrevistado por Carlos Oré del portal Infobae sobre el libro «La promesa incumplida. Ensayos críticos sobre 200 años de vida republicana». Entrevistada realizada el 3 de enero del 2022. Lee la publicación original en el siguiente enlace ►https://bit.ly/33469VZ
Acabamos de despedir un año que prometía ser diferente y vaya que lo fue. Seguramente no en la forma que esperábamos, pero que, de todas formas, nos ha brindado un extenso material a revisar como nación. “La promesa incumplida”, publicación del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), se suma a ese deseo de ver, desde diversos ángulos, nuestra evolución como país y saldar las cuentas que venimos arrastrando por más de dos siglos.
¿Fue el 2021 el año en que nos dimos cuenta que estábamos más lejos de ser una república de lo que creíamos?
Creo que durante los últimos años hemos estado en una coyuntura donde hay una nueva forma de pensar nuestra pertenencia al país, existe la necesidad de nuevos discursos que expliquen qué somos los peruanos y cómo hemos llegado hasta aquí desde una perspectiva crítica. Es ahí donde la pandemia ha actuado como un mirador trágico e irreparable de nuestras trayectorias inconclusas. El 2021 se sitúa en un contexto en la que los peruanos necesitamos reconstruir una imagen de lo que somos, de dónde venimos y a dónde podemos ir.
¿Qué fallas visibilizó la pandemia y la crisis política en la que estamos inmersos?
Lo que tenemos es una gran promesa en el siglo XIX de construcción de una república igualitaria de ciudadanos y ciudadanas. Doscientos años después, nos estalla una pandemia en la cara y descubrimos que estamos bastante lejos de algo parecido. Un primer punto es la incapacidad del Estado para asegurar condiciones de igualdad entre todos. Añade a esto la crisis que ha hecho que en el Perú estemos viviendo una confluencia entre la necesidad de mirarnos para tener un relato del país con sentido crítico frente a un vacío enorme porque a estas alturas no existen formas de representación política efectivas.
En su ensayo menciona que la igualdad democrática sigue siendo la gran promesa incumplida. ¿Quiénes se ha empecinado a que esta no exista y cómo les beneficia?
Básicamente las élites en el país, o sea quienes tuvieron en sus manos el control del Estado. El gran reto de estas es que puedan asumirse como gobernantes de un país para todos, pero lo que vemos es todo lo contrario. Tenemos élites que son incapaces de ver al país en un su conjunto y complejidad.
¿Cómo la élite contemporánea ha mostrado resistencia a la igualdad democrática?
A través de la resistencia a reformas democratizadoras del Estado, rechazando avances que permitan hacer del Estado uno para todos. Todavía existe una cierta lógica corporativa, no hay una visión más amplia en la que seamos conscientes de todo los que compartimos. Somos ciudadanos de distinto tipo, todavía algunos lo son más que otros doscientos años después de la independencia.
Al hablar de élite ya no nos referimos a un grupo de familias blancas adineradas, sino también de aquellos redimidos que tuvieron la oportunidad de generar un cambio y fracasaron. ¿Por qué hasta ellos luchan en contra de esa igualdad?
Hemos tenido una renovación de sectores de élite, estos fueron transformándose y, como dices, un enorme caudal en ascenso ha terminado colocado en posiciones de poder. Sin embargo, es un sector que no deja de mirarse al ombligo y es incapaz de mirar plenamente el conjunto del país. Eso lo podemos corroborar en el actual Congreso y gobierno quienes terminan repitiendo males históricos, gobiernan para sí mismos y a duras penas construyen políticas generales. Además, vivimos en una sociedad fuertemente neoliberalizada, en el sentido que las aspiraciones y formas de vida responden a lógicas inmediatas y particulares.
¿Qué lógica hay que seguir entonces?
No hay una fórmula a aplicar, pero lo que sí necesitamos es una noción de pertenencia al Perú que nos conduzca a incluir nuestras aspiraciones personales con relación a los demás. Los peruanos no sabemos qué compartimos, por eso nos cuesta mirarnos como iguales.
La última elección presidencial fue clara muestra de eso, solo existían los nosotros y ellos. Alguna vez se mencionó que nuestra pluriculturalidad era uno de los motivos por los cuales no podíamos crear los puentes que nos hacían falta.
La pluriculturalidad no es el problema, sino cómo vivimos esas diferencias. No hemos convertido nuestra heterogeneidad en un recurso para empujar todos hacia un mismo lado, sino que la promesa de igualdad se ha estrellado todos los días con una manera de construir Estado que desde un inicio expulsó a los que no eran blancos varones. De una manera racista se instauró una legalidad de la desigualdad. Para ser más ciudadano tienes que ser menos indígenas desde el siglo XIX, entonces para ser peruano estás condenado a renunciar a lo que eres. Esa relación ha marcado fuertemente la manera de construir ciudadanía en el Perú.
En el siglo XXI, ¿han existido proyectos que hayan buscado revertir esto?
Yo creo que todo el siglo XXI está marcado por intento de encontrar actores que expresen un proceso de nacionalidad y democratización. El toledismo y humalismo fueron eso y resultado una decepción. Me temo que Castillo también lo será. El presidente fue elegido luego de unas tremendas elecciones en términos de polarización y ahora es bastante generalizada la sensación de decepción respecto al gobierno. Castillo se mostró como un peruano como todos los demás, nacido de abajo, provinciano, popular, maestro que, además, pudiese hacer propuestas democratizadoras en el Perú.
La performance en una campaña no siempre resulta útil al momento de gobernar.
Creo que Castillo no logró construir una coalición de gobierno ni tuvo la capacidad de articularse con bases sociales en el país que dieran soporte al discurso que venía fomentando. El resultado es una debilidad política, un gobierno de alianzas pegadas con baba que no logra la solidez necesaria para empujar todo lo que se había propuesto. Estamos frente a una estrategia de sobrevivencia.
Entonces, ¿qué puede hacer el ciudadano para ocuparse de la promesa incumplida?
Sabernos parte de una colectividad de manera más real más allá de las apariencias del mercado de cosas como la comida, el orgullo por algunas cosas o la lealtad al fútbol que también resultan importante. Necesitamos dejar atrás estructuras que nos separan como el rechazo por el color de piel o las ideas de alguien. En otras palabras, se trata de la urgencia de decir nosotros como un norte colectivo de pertenencia, como una manera de gobernar, como una manera de pensar el Estado como el conjunto de instituciones que aseguren los derechos para todos y todas.