Lee la entrevista realizada a nuestro investigador principal, Ramón Pajuelo, para el diario La República ► https://bit.ly/45YBJAd
Lo que hay actualmente en el Perú no es una democracia producto de la voluntad de las urnas sino un nuevo autoritarismo, de raíces diferentes a los anteriores, en el que distintos actores confluyen en defensa de sus intereses particulares. Así lo señala el historiador, antropólogo e investigador del IEP Ramón Pajuelo.
-Los ciudadanos repudian al Congreso. También desaprueban en su gran mayoría al Gobierno. Hay una crisis económica. Al mismo tiempo, hay distintas agendas en los sectores que llaman a movilizarse. ¿Por qué ocurre esto?
-Hay un hartazgo ciudadano resultado de una serie de decepciones acumuladas, con la gestión política, con la marcha socioeconómica, con un desarrollo que no asegura integración e igualdad en los beneficios para todos. Entonces, hemos llegado a un hartazgo generalizado con el conjunto de la clase política. Y en momentos de crisis de representación tan fuerte, uno de los resultados es siempre la opción de que los ciudadanos salgan a protestar. Lo vimos en el contexto de (Manuel) Merino. Y lo hemos visto con un aluvión de protestas inéditas desde el 7 de diciembre, en el tránsito del Gobierno de Castillo al de Boluarte.
-En el sur andino.
-Y no es casual que la concentración haya sido ahí. Pero estas protestas no tienen un ritmo único, dependen de circunstancias regionales y subregionales y de procesos históricos. En general, lo que tenemos en el Perú es un deterioro fuerte de las formas de representación. No hay estructuras estables que permitan movilizaciones ciudadanas también estables.
-¿Por qué no han sido casuales que las protestas se concentren en el sur andino?
-Pienso en el gran sur andino, que son regiones que tienen una relación en cierta medida de distancia con el resto del país y específicamente con Lima. Una de las novedades de este ciclo de movilizaciones en el contexto de la crisis actual es el surgimiento de una clara brecha territorial entre regiones más acomodadas y beneficiadas por el orden a partir del desarrollo de un modelo neoliberal, y otras regiones, también beneficiadas, pero en donde se generan sensaciones de exclusión, abandono y distanciamiento frente al poder centralizado del país.
-Otros analistas sugieren que hay una desmovilización luego de la pandemia y de los muertos en las protestas. ¿Suscribe esta lectura?
-Creo que la crisis política y el tipo de conflicto al que hemos llegado -incluyendo el asesinato impune de ciudadanos- es el resultado de un proceso de descomposición de la representación y de una creciente deriva autoritaria de la gestión en el poder. Las protestas son un llamado de atención a la clase política que apuntan al centro del asunto, que es el modo de funcionamiento del Estado y de la democracia que tenemos. Puno lo demuestra. En la zona aimara, las costuras entre Estado y sociedad están muy fragmentadas y hay una forma de soberanía comunal-indígena, representada en el poder de los tenientes gobernadores, que proviene de otro lado de la experiencia histórica de esos pueblos, que aparece ahora como un elemento clave de la protesta. Y apareció antes: recordemos el caso de la muerte del alcalde de Ilave el 2004.
-Tenemos el diagnóstico de lo que pasa actualmente. ¿De qué factores depende que las movilizaciones tengan el impulso de meses atrás?
-De factores locales, internos y contextuales. Lo que tenemos en el país no es solo un escenario de movilizaciones, sino de crisis política muy grave en el cual, temo, estamos llegando a tocar fondo. Esta crisis se inscribe en un escenario internacional sacudido por nuevos tipos de conflictos, de guerras de distribución territorial. En América Latina se ven procesos de cambios que incluyen un deterioro de la democracia, de los tejidos sociales…
-Y con la aparición de liderazgos políticos extremistas.
-Hay una avanzada de sentidos autoritarios y de izquierdas y derechas extremas.
-Defina “tocar fondo”.
-Hay un modelo de Estado y sociedad que ha funcionado en el país durante las últimas décadas y que ya no va a funcionar más. El Perú tuvo durante el siglo XX varios momentos de avanzada modernizadora con modelos políticos que funcionaron en su momento. El leguiísmo fue eso. El velasquismo…
-El neoliberalismo de los noventa fue otro.
-Así es. El fujimorismo. Regímenes políticos vinculados a transformaciones económicas y sociales muy fuertes que cambiaron el rostro del país. El régimen construido después de la transición democrática del presente siglo funcionó, pero ya mostró visos de agotamiento. Entonces, la representación política construida a partir de un régimen de acumulación, producción y desarrollo -en mi opinión, neoliberal y de mercado salvaje- está mostrando sus límites. Necesitamos ir hacia procesos de democratización y transformación política que logren recuperar un encuentro entre la gente y sus representantes y que exprese un proyecto de país, hoy, licuado. No hay referentes comunes y las protestas expresan estas brechas, incluyendo la discriminación, el ninguneo, hasta llegar al punto de no respetarse la vida de ciudadanos por parte del Estado.
-Y no hay líderes tampoco.
-Quienes deberían tener una voz para indicar a la gente proyectos son los líderes políticos, pero no están en eso. Están preocupados por sus bolsillos y sus intereses menudos y pequeños. Eso incrementa la sensación de abandono, desconfianza, el hartazgo.
-¿Qué diría que tenemos los peruanos al frente? ¿Es una coalición autoritaria?
-Es un régimen civil sustentado en una serie de pactos o alianzas, que se ha llamado coalición autoritaria, y que claramente no responde al horizonte de una elección democrática ni a necesidades nacionales. Para empezar, el interés del Ejecutivo, como sea, es el de sobrevivir para llegar al 2026, aun cuando gran parte de la población quisiera que se vayan mañana. El Congreso, igual. Varios partidos y otros actores, igual. Los empresarios recién empiezan a abrir un ojo por el estancamiento económico. Entonces, estamos ante la coalición de distintos actores que abona a la instalación de régimen autoritario con un nuevo cariz, con nuevos elementos. No es una dictadura abierta. Es un régimen civil, pero en el cual no tenemos el funcionamiento de una democracia electa en las urnas. Tenemos una presidenta que en realidad no tiene la voz cantante en la gestión del Gobierno. Me temo, esta recae en la Presidencia del Consejo de Ministros y en la relación de esta con el Congreso y las Fuerzas Armadas.