El área de Estudios de Opinión del Instituto de Estudios Peruanos presentó informe basado en la encuesta realizada en mayo del 2020 sobre la desigualdad, vulnerabilidades y estrategias frente al covid-19 en nuestro país.
El Instituto de Estudios Peruanos, a través del área de Estudios de Opinión, realizó su más reciente encuesta a nivel nacional entre el 21 y 28 de mayo del 2020 acerca de la desigualdad, vulnerabilidades y estrategias frente al covid-19. Este estudio responde al análisis de los temas de interés de la institución así como al aporte necesario sobre la realidad nacional en la actual coyuntura.
Como resultado, se obtuvo un informe que se divide diversos temas: vulnerabilidad alimentaria, vulnerabilidad financiera, vulnerabilidad laboral, vulnerabilidad emocional, acceso a tecnología e internet, así como algunas de las estrategias que emplean los encuestados frente a la disminución de ingresos en esta crisis. Las distintas vulnerabilidades a las que se enfrentan los peruanos serán desarrolladas y analizadas por nuestros investigadores principales desde diversas perspectivas.
Lee el informe «Desigualdad, vulnerabilidades y estrategias frente al covid 19» (mayo 2020) en el siguiente enlace: https://bit.ly/3hgcfp7
La vida en cuarentena: llevadera para pocos
Enfrentamos a la pandemia sin escudos, por Patricia Zárate.
La crisis del covid-19 ha tenido un impacto multidimensional sin precedentes. Todos los países del mundo se han visto afectados, y en distinta medida se ha puesto a prueba la situación sanitaria, económica e institucional de nuestras naciones.
Nadie puede prever con exactitud cuánto durará la crisis. Lo que sí se puede tener en claro es que el gobierno no solo debe pensar en el control de la enfermedad, sino en cómo las respuestas que plantee puedan contribuir a cambiar las condiciones en que nos encontró la pandemia.
Hemos pasado por años de un discurso individual, basado en el éxito particular, muchas veces al margen del Estado y de sus instituciones. La pandemia nos ha hecho ver con elocuencia (más de 180 mil casos confirmados y más de 5 mil muertes oficiales –más según otros cálculos-) que los pequeños éxitos individuales no nos hacían un país mejor, menos desigual y más inclusivo. Es por ello, que pese a las medidas radicales que tomó el gobierno, no hemos podido controlar los efectos del covid-19.
Somos un país vulnerable para una crisis sanitaria de esta envergadura, lo muestra claramente el último estudio del IEP sobre Desigualdad y vulnerabilidades: alimentaria, sanitaria, laboral, financiera, emocional, entre otras.
El covid-19 llegó y lo tuvimos que enfrentar sin el escudo de un buen sistema de salud y de una economía sostenible. En lugar de ello, tenemos personas que han dejado de comer o que no tienen agua potable, muchas sin acceso a internet. Y el empleo mostró su verdadera cara: un empleo vulnerable, basado en la informalidad y sin seguros previsionales y de salud.
(*) Columna publicada en La República, 6 de junio de 2020.
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Vulnerabilidad alimentaria
Estrés nutricional durante la cuarentena, por Raúl Asensio.
Sabíamos que la cuarentena iba a obligar a muchas familias a ajustar sus hábitos de alimentación, pero la magnitud del problema que revela la encuesta del IEP es muy superior a lo que pensábamos.
Casi tres de cada cuatro hogares peruanos han tenido que hacer ajustes en sus hábitos alimenticios. Los problemas, como era de esperar, son mucho mayores en los sectores más vulnerables. Especialmente preocupante es la situación de las zonas rurales, donde nueve de cada diez hogares señalan que han reducido la cantidad y la calidad de alimentos que consume la familia.
Estos datos implican un retroceso de varias décadas en las problemáticas rurales. Si hasta antes de la pandemia nuestra agenda nutricional se centraba en la anemia, ahora, si la situación se prolonga, en los próximos meses podríamos vernos obligados a hablar de una “agenda hambre”, algo que creíamos que habíamos dejado atrás en casi toda América Latina.
La magnitud del problema en las zonas rurales se explica por el colapso de los sistemas de intercambio urbano-rurales. Los grandes descensos de pobreza rural de las últimas décadas se deben a que cada vez más las familias rurales están insertas en estos circuitos de intercambio. Los hogares rurales ya no son solamente campesinos, sino que tienen estrategias de generación de ingresos diversificadas: trabajo en obras públicas, comercio, servicios de movilidad, etc.
Todo esto se ha quebrado y ha obligado a las familias rurales a volver a una situación de autosuficiencia, en la que dependen casi exclusivamente de lo que producen y de lo que pueden intercambiar con sus vecinos cercanos. Es decir, hemos vuelto a una economía rural parecida a la de los años 80.
Iniciativas como los mercados itinerantes o los mercados de trueque son soluciones provisionales. Pero su alcance es muy limitado. Es poco probable que puedan multiplicarse a la escala necesaria y sostenerse el tiempo. La única solución a medio plazo para evitar encontrarnos con un real problema de hambre es reactivar los circuitos de intercambio urbano-rurales.
Una nota de optimismo para terminar: los datos aparecidos en los últimos días en los Estados Unidos y en Europa muestran que las economías se están reactivando más rápido de lo que pensábamos que lo harían. Todavía son datos referidos sobre todo a las zonas urbanas, pero todo caso por lo menos es un indicio positivo.
(*) Parte de estos comentarios se publicaron en La República, 6 de junio de 2020.
Lee el informe sobre «Vulnerabilidad alimentaria» en el siguiente enlace: https://bit.ly/2MR4gkb
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Vulnerabilidad financiera
Herramientas financieras, por Carolina Trivelli
Ante una emergencia los peruanos tenemos estrategias claras. En una encuesta global del 2017 (Findex) el 48% de peruanos dijo que podría conseguir fondos para enfrentar una emergencia, y que los obtendría consiguiendo un trabajo extra (40%), prestándose de familiares y amigos (22%) o de sus ahorros (20%).
Ante esta cuarentena, donde no es posible ir al mercado laboral para obtener recursos, las familias han recurrido primero a sus ahorros (75%). Pero estos no alcanzan, así que las familias han recurrido al crédito.
El crédito, básicamente de fuente informal, ha sido utilizado masivamente a través de dos mecanismos: dejando de pagar deudas, que en estricto es ampliar el plazo de un crédito vigente o generando un crédito de un proveedor (como el que se genera cuando se deja de pagar el agua o la luz), y obteniendo recursos adicionales de una fuente externa al hogar.
El 61% de encuestados en mayo señala que dejó de pagar algún servicio público y 34% dejó de pagar alquileres. Ambas opciones fueron más utilizadas por los estratos de menores recursos (más de 70% en lo rural y en el estrato D/E dejaron de pagar servicios). Un 32% refinanció una deuda previa y 49% simplemente dejó de pagar alguna deuda.
Pero también se obtuvieron nuevos créditos: 41% pidió prestado a familiares y amigos, 32% se fió en la bodega, 16% pidió fondos a un prestamista y 8% a una entidad financiera.
Hemos usado todas las herramientas financieras disponibles. Quedaremos desprotegidos, sin ahorros, y muy endeudados luego de esta cuarentena. Los efectos financieros de la crisis nos acompañarán un largo tiempo.
(*) Columna publicada en La República, 8 de junio de 2020.
Lee el informe sobre «Vulnerabilidad financiera» en el siguiente enlace: https://bit.ly/3fmpQcr
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Vulnerabilidad laboral
Rumbo a una crisis del empleo, por Carlos Urrutia
La vulnerabilidad del empleo en el Perú está marcada por profundas desigualdades que, aunque no son nuevas, la pandemia las sacó a relucir. La nueva encuesta de opinión del IEP nos brinda información muy importante al respecto.
De abril a mayo, las personas que están trabajando aumentaron de 25% a 36%. Sin embargo, las personas que se quedaron completamente sin empleo siguen siendo 3 de cada 10 peruanos. Esto implica que la ligera recuperación laboral se ha dado principalmente en dos grupos: trabajadores que mantenían su empleo, pero no lo ejercían y, en menor medida, personas que normalmente no trabajaban (estudiantes, jubilados, amas de casa, etc.), pero que ahora tienen que conseguir algún ingreso para su hogar.
La encuesta revela, además, que las personas desempleadas en abril y mayo eran en su mayoría trabajadores independientes, informales, de áreas rurales, con estudios básicos y de nivel socioeconómico bajo. En cambio, las personas que vieron una ligera recuperación en su empleo son las que mejor pueden enfrentar la cuarentena: trabajadores dependientes, formales, mayoritariamente de Lima Metropolitana, con estudios superiores y con capacidad para trabajar a distancia.
Esta situación genera que las medidas de recuperación económica previstas para junio deban priorizar a las personas más vulnerables. No solo para mejorar su situación económica, sino también para evitar que por la necesidad de conseguir algún ingreso se arriesguen a contraer el Covid-19. No podemos perder de vista que mitigar la vulnerabilidad en el empleo es fundamental para enfrentar esta crisis.
(*) Columna publicada en La República, 12 de junio de 2020.
Lee el informe sobre «Vulnerabilidad laboral» en el siguiente enlace: https://bit.ly/2YBzXUe
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Acceso a tecnología e internet
Lee el informe sobre «Acceso a tecnología e internet» en el siguiente enlace: https://bit.ly/3daKxXw
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Vulnerabilidad emocional
Vivir con miedo no es vivir, por Laura Amaya
Nos acercamos a los 80 días de cuarentena y el agotamiento se hace cada vez más evidente. No solo un 74% considera que este período de aislamiento social ha sido complicado por diferentes razones, siendo la falta de ingresos lo más difícil de sobrellevar para la mayoría; sino que además estas preocupaciones se viven en medio de un constante malestar por tantos días de inamovilidad: 7 de cada 10 peruanos afirman haberse sentido ansiosos o angustiados durante la cuarentena. ¿Quiénes la están pasando peor? Las mujeres, las personas de más de 40 años, trabajadores independientes y quienes se ubican en niveles socioeconómicos D/E. En psicología, hay un término conocido como “sesgo de invulnerabilidad” que en corto nos lleva pensar que nada malo nos va a pasar. De esta manera, adoptamos conductas temerarias y nos arriesgamos más de la cuenta cuando creemos que el peligro no es algo real. Y aunque veamos a diario a quienes exponen su vida al salir a las calles en plena pandemia, difícilmente pensemos que sea gente que se considere “invulnerable”. Lo más seguro es que estas personas estén experimentado una ansiedad igual o mayor a la que sentimos los que nos estamos quedando en casa. Hace un mes, 51% decía tenerle más miedo al hambre que al coronavirus. Hoy, solo 35% opina igual y un 60% le teme más al Covid-19. Y cómo no temer cuando todos los días se rompen récords de contagios. Cuando no hay indicios de que la situación esté controlada ni mucho menos señales de una pronta vuelta a la normalidad. Difícil situación la que nos está tocando vivir. Si antes la salud mental no era un tema prioritario en la agenda pública, está de más decir que es una de las áreas que más apoyo debe recibir en los próximos meses. Los rezagos de esta crisis ya nos están pasando la factura.
(*) Columna publicada en La República, 1° de junio de 2020.
Lee el informe sobre «Vulnerabilidad emocional» en el siguiente enlace: https://bit.ly/311HBdh
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