Rolando Arellano ha lanzado desde los estudios de mercado un audaz desafío a las ciencias sociales peruanas con su libro Al medio hay sitio. El crecimiento social según los estilos de vida (Lima, Planeta, 2010). La tesis es que el Perú de hoy sería sustancialmente diferente al que hemos estado habituados a pensar: durante el siglo XIX y gran parte del XX, la sociedad peruana asumió la forma de una pirámide, con muchos pobres y pocos ricos; además, la estructura de clases estuvo superpuesta a una estructura étnica discriminadora, de modo que lo pobre quedó asociado a lo indígena, y la riqueza a lo blanco.
Según Arellano, como consecuencia de las migraciones, la reforma agraria, la hiperinflación de finales de los años 80, el crecimiento de la economía informal, de las ciudades provincianas y de la creciente presencia de políticos de origen popular, la estructura social asume cada vez más la forma de un rombo, y la movilidad y el cambio se imponen sobre la tradición y la adaptación. Ni los pobres ni los ricos serían más los de antes; los nuevos pobres tendrían claras aspiraciones e identidades de clase media, y los nuevos ricos, surgidos del mundo migrante y provinciano impondrían patrones distintivos. Por ello, para entender el país, habría que ver no los tradicionales niveles de ingreso, sino las aspiraciones y los estilos de vida; y reconocer que estamos ante situaciones inéditas que requieren de un gran ejercicio creativo.
El desafío de Arellano no es del todo nuevo: tanto Hernando de Soto como Fernando Villarán (entre otros), a finales de los años 80 e inicios de los 90 llamaron la atención sobre la importancia del mundo de la informalidad. El fujimorismo originario, con Máximo San Román de vicepresidente, habría sido la expresión política del empresariado popular, pero la debacle del fujimorismo dio lugar a una mirada escéptica respecto a las posibilidades de los “nuevos pobres”, o de las “nuevas clases medias”. El “emprendedorismo” popular desembocó en anomia y autoritarismo.
De otro lado, la crisis del modelo neoliberal ha llamado la atención sobre la persistencia de la pobreza y la exclusión social, expresadas elocuentemente en las características del voto por Ollanta Humala en 2006. Sin embargo, el crecimiento económico de los últimos años permite relanzar el argumento de que estaríamos ante algo nuevo, ante una ruptura radical con el pasado.
Finalmente, Humala perdió las elecciones, se habrían impuesto los “sofisticados, progresistas y modernos” sobre los “adaptados, conservadores y resignados”, según las categorías del autor.
Se le podría reprochar a Arellano el ser excesivamente optimista respecto a la profundidad de los cambios ocurridos, pero me parece que sería una objeción menor: su gran mérito es llamar la atención sobre temas que serán cada vez más importantes conforme pasen los años. Y esto hace necesaria la lectura del libro.
Fuente: La República (27/06/2010)